Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

41. Padre poco original

Eva está enamorada de mí y Yo, de ella. Adán insiste en que la quiere con locura, demasiada desde mi punto de vista todopoderoso. Me recrimina que soy un entrometido, que si no me consta que ellos están hechos el uno para el otro. ¿Me lo dice a mí, que me he embarrado por ambos? Pero es que el amor lo rige un músculo que late sin control tras las costillas, y lo de Adán son más celos que otra cosa. Hoy, ha arrancado una manzana y se la ha ofrecido a Eva, que no sabía nada del árbol prohibido ni del castigo que conllevaba. Ojalá pudiera echarme atrás, pero no tendría Palabra, así que voy a desterrarlos con todo el dolor del paraíso.

Mientras se alejan, levanto el brazo, junto el índice, el medio y les doy mi bendición. Eva y Yo lloramos. Adán sonríe, se vuelve y repite mi gesto separando los dedos hasta formar una uve. En sus labios leo que ella quiere quedarse pronto embarazada. No lo envidio en absoluto. Dudo que en miles de años sienta ganas de tener un Hijo.

40. A la de tres (Blanca Oteiza)

Desde pequeño sufro una leve cojera, si bien mi caminar me hace parecer un navío entre las olas, no me ha impedido llevar una vida normal. El vecino de rellano es runner, de los que corre varios kilómetros cada día como si la peste le persiguiera. Digo todo esto, porque cada vez que coincidimos suele soltarme perlas como “ya vienes de la maratón”, “qué, echamos una carrera, tú en ascensor y yo por escaleras”, y la verdad, me parece muy canso.

Esta tarde, llego del paseo vespertino y encuentro el ascensor estropeado. Me dispongo a comenzar a subir peldaños cuando, el tipo deportista con el que comparto descansillo, aparece por la puerta de la calle sobre una silla de ruedas y con las dos piernas escayoladas. No puedo evitar mirarle y entre risas decirle “habrá que escalar hasta el ático, a ver quién gana a la de tres”.

39. Vaho

Después de meses de sequía, ahora llovía sin interrupción. Yo me lo miraba desde la ventana e imaginaba el agua penetrando tierra adentro y como las raíces la absorbían con desazón. Tras unos minutos así, he regresado a mi butaca frente a la chimenea y allí me he dejado seducir por el hipnótico quehacer de las llamas y las brasas. Más tarde, una vez que he mirado hacia fuera para comprobar si todavía llovía, me he dado cuenta de que había dejado la marca de mi aliento en el cristal. Me he levantado para enjugarla y ha sido entonces cuando he visto al desconocido.

Caminaba despacio, con la cabeza agachada y el ademán cansado. Iba totalmente empapado y llevaba las perneras y los zapatos embadurnados de barro. Ha debido darse cuenta de que lo observaba, porque se ha detenido y ha quedado allí quieto, mirándome a través del muro de agua que nos separaba.

Ignoro el tiempo que hemos estado así. Finalmente, ha bajado de nuevo la cabeza y se ha alejado. Yo he secado la marca de vaho con la manga del jersey y he vuelto a mi cómoda butaca junto al hogar.

38. Mal de muchos… (Manoli VF)

Antonia se las daba de mujer seria con moral firme. No le gustaban las telenovelas porque decía que las cargaba el diablo. Ella, en lugar de ver el folletín, se instalaba en la silla de enea de su galería. Desde su asiento no perdía detalle. A veces tomaba el teléfono y transmitía en directo. Que si Eloísa se paraba demasiado a hablar con Armando; que si la hija de Carmen llevaba las faldas muy cortas o el herrero subía y bajaba la calle cinco veces al día. La central de Antonia permanecía abierta desde las tres de la tarde hasta las ocho de la noche. La mañana se le iba entre acudir a misa de ocho y hacer las compras en el súper. Con todo, el plato favorito de la mujer eran los disgustos. Cuando algún drama gordo asolaba a cualquiera de sus conocidos, Antonia hacía examen de conciencia y, dando gracias al cielo por sus bienes, renovaba su voto de misa diaria y tejía un cojín nuevo para su silla de la galería.

37. EL ESTORNUDO

Durante la misa por el descanso del alma de Etelvina actué como una verdadera plañidera de antaño. A mi edad los ojos suelen ser fuentes de lagrimeo constante; fingir el llanto no cuesta.

Etelvina (madre del alcalde del pueblo) y yo misma venimos a parar a la vez a la Residencia Los Amaneceres. Un sitio solo soportable para las agraciadas con habitación individual, pero, al no quedar más que una, doña Ella sería, evidentemente, la agraciada.

—A usted le tocará en cuanto se nos liberé una.

Que traduje por: en cuanto se nos muera una.

Durante dos años tuve que compartir mi vida con una pobre mujer medio loca. Salía de su letargo únicamente para contar, entre risas demenciales, lo putero que había sido su marido y lo mucho que se alegraba de que le hubiesen amputado las dos piernas.

—Roguemos al Señor para que tenga a doña Etelvina en su Santa Gloria —concluyó el párroco.

Sí, rogué, pero para que antes de tenerla en su Gloria la tuviera dos añitos en el infierno. Le di también las gracias por el estornudo descomunal que había hecho que mi rival se desnucara.

Luego me fui canturreando hasta mi nueva habitación.

 

36. La tesis

Después de acabar la carrera, el máster y tres años de investigación, llegó el día de la lectura de la tesis. Emma estaba que no cabía en sí. Satisfecha, feliz de haber llegado al último trámite del doctorado. Como amiga invitada me acomodé en un asiento del Salón de Grados con el resto de invitados. Desde aquel sitio imaginaba que titubeaba, que se quedaba en blanco, que no encontraba la respuesta y hacía el ridículo…

Entró el tribunal y se colocó en su sitio. Luego, tras las previas presentaciones, comenzó el acto. Crucé los dedos para que algunas de mis fantasías se hicieran realidad. Y llegó su turno: Emma hizo una defensa brillante.

De repente, el miembro de mayor edad dejó de entornar los ojos y preguntó con la intención de ponerla en un apuro, al tiempo que yo esbozaba una leve sonrisa. Pero entonces el profesor más joven interrumpió recordando que esa cuestión no formaba parte del debate:  al parecer se había equivocado de tesis…

35. Viento de cola (Toti Vollmer)

La cosecha de su carrera como atleta de alto rendimiento había sido una sucesión de medallas de plata. Al principio celebró el segundo lugar, pero pronto, ese espacio en el podio sin himno del que no lograba ascender se convirtió en el sitial del primer perdedor.
Ante los micrófonos, lamentó la desafortunada lesión de su rival a dos meses de los Juegos Olímpicos.

34. Juegos infantiles (Borja Iglesias)

Amarré al chico hasta que quedó inmovilizado. La parte más divertida de este pasatiempo siempre es el principio. Empecé cortándole los dedos de las manos, se desmayó y le eché agua en la cara. Luego le amputé los pies y perdió la esperanza en poder huir. Después le hice incisiones en el cuerpo hasta que se desangró. Tras la euforia inicial se apoderó de mí cierta sensación de vacío.

Mi padre está orgulloso, dice que soy más habilidoso que él a mi edad y que se nota mi motivación. Solo me recalca que seamos precavidos, por las sospechas de la policía sobre las desapariciones. A pesar de eso, hoy volverá a salir y me traerá otro niño para que siga aprendiendo.

33 El último verso del último poema del último libro (Juana María Igarreta)

Cuando tienes un amigo poeta nunca te tomas demasiado en serio el mensaje de sus versos. Acababa de fallecer Gonzalo, el mejor amigo de Alberto. Leyendo su último libro, en el que todos los poemas terminaban diciendo “me estoy muriendo de amor”, todo parecía responder a una fatal premonición.

Cuando Gonzalo hizo la presentación del libro, Alberto y su mujer, Maite, acudieron al acto. Al final del mismo, su amigo les dedicó sendos ejemplares del poemario, haciendo caso omiso a la sugerencia de la pareja indicándole que con uno era suficiente.

Tiempo después, abriendo el libro dedicado a Maite pensando que era el suyo, Alberto pudo leer en el último verso del último poema: “Me estoy muriendo de amor por ti”. ¿Era un error de imprenta? ¿Ella se había fijado? ¿Tenían algo más que amistad entre ellos y se lo habían estado ocultando? Enredado en múltiples interrogantes, Alberto sintió cómo la profunda tristeza por la muerte de Gonzalo mutaba inevitablemente en una suerte de alivio e inesperada alegría.

32 ÚLTIMA SESIÓN (Toribios)

Siempre me toca recibir las bofetadas Me vuelvo y zaca, colleja al canto. Giro y me pega el tablón en plena cara. Abro una puerta y me cae el cubo encima. Prendo un cigarro y me estalla en las narices. Y además en público, expuesto a la vergüenza de las carcajadas. Y es que soy Augusto, el payaso tonto. Mi hermano Pierrot es el carapintada, el elegante, el que nunca se equivoca. Desde siempre ha sido así, y es tarde para cambiarlo.

En familia es igual. Pierrot, ya de niño era el listo, el sensato, el digno de confianza. Y yo el bobo, el incapaz, el fracasado. Uno se llega a acostumbrar, pensarán ustedes. Pues no, ya se lo digo desde ahora. La inquina y el desprecio no hacen sino irse pudriendo con los años. El trato con el otro es puro disimulo, las sonrisas enmascaran la amargura, el odio va alicatando el interior hasta la asfixia.

Justo hasta ayer, en que la troupe posaba junto a un acantilado. Mi hermano, como no, era el encargado de la foto. Él, tan entregado, tan perfeccionista, reculaba dando instrucciones y zas. Aún estoy oyendo el eco de las carcajadas.

31. ¿Políticamente correctos? (A. Barceló)

“Siéntate pacientemente junto al río y verás pasar el cadáver de tu enemigo flotando” (Proverbio Chino)

Hacía tiempo que había desterrado el odio de su catálogo de sentimientos. «El odio es una carcoma para el alma, es mugre que se oculta en los rincones de las entrañas y óxido que enrobina el corazón», solía predicar. Por eso, él ya no deseaba, como al principio, que el karma jugase con el destino de su antiguo colega igual que un gato juega con un ratón antes de merendárselo, por eso, al enterarse de que la fiscalía anticorrupción le imputaba a aquel sinvergüenza varios delitos, únicamente se manifestó a favor de la presunción de inocencia y absolutamente confiado en la ecuanimidad y la imparcialidad de la justicia. Al menos, esas fueron sus declaraciones.

 

30. GRUPO DE APOYO (Mariángeles Abelli Bonardi)

Para no ser menos que los kalópsicos, que veían bellas fealdades muro de por medio, habían creado el suyo, y desde entonces, la asistencia había crecido hasta llenar la sala.

Cómodamente sentados, chupando caramelos de miel, solían empezar los más chicos: que cómo habían llenado de goles el arco del otro equipo, que cuánto se habían reído a costas de tal o cual, que cuánto miedo metían y lo mucho que les gustaba hacer bullying… Los adultos aplaudían viéndoles futuro, y buscaban, por su lado, hacer escuela: había quien filmaba vergüenzas y fracasos para luego subirlos a las redes sociales, y los más hipócritas planeaban resonantes estafas sin la menor compasión… ¿Por qué no disfrutar del sufrimiento ajeno, si para eso estaba? La alegría inocultable de saber en desgracia a aquel envidiado, el sádico placer de enterrar el cuchillo en otro cuerpo, el político deleite de saberse seductor e impune… La reunión se cerraba con broche de oro, ese proverbio que el grupo ya se sabía de memoria:

«Cuando cayere tu enemigo, regocíjate,

y cuando tropezare, que se alegre tu corazón,

para que el Diablo te mire,

y así le agrades.»

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