Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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129. ESPÍRITUS LIBRES

Matías fue uno de los mejores fotógrafos de su época. Lo atestiguaban sus miles de fotos captadas por todo el mundo, publicadas en revistas de varios países.

Con la jubilación, se retiró a la casa del campo. Tenía las paredes decoradas con una colección de máscaras conseguida en sus expediciones por los cinco continentes. Algunas festivas, varias guerreras y otras rituales. Eso sí, todas eran mágicas y protectoras. El reportero dio un giro a su vejez el día que comenzó a cubrirse la cara con esas valiosas piezas.

Él, que nunca había bailado en su vida, deslumbraba a sus vecinos mientras ejecutaba las danzas, cubierto con las máscaras de batalla. O aquella semana que iba ataviado con la de fertilidad y visitó todos los burdeles de la zona. Incluso la del dios de la lluvia evitaba el incendio de cada verano, gracias a los fuertes chubascos.

Las máscaras desaparecieron de la casa igual que Matías. Cuando llegaron los médicos para recoger su cadáver, encontraron sobre la cama el rostro de un águila tallado en madera. Una cabeza muy parecida a la del ave rapaz que sobrevuela por las mañanas el hogar de Matías.

14 Responses

  1. Pablo, enigmático relato, desde luego las máscaras tenían un poder sobrenatural. Dejas al lector de adivinar que le ha pasado. El águila es el símbolo de la libertar. Quizás se fue en un mundo libre como un águila. Me gustó el relato tiene algo de misterio. Un fuerte abrazo, Sotirios.(Un relato mío fue seleccionado para publicar en un libro que se llama “SABOREA LA LOCURA” te invito a leerlo en mi blog)

  2. Juan Antonio

    Me gusta mucho la historia. Aviva esa pequeña esperanza de que aún queden cosas por descubrir, mágicas, irracionales pero estupendas que se escondan en los confines de alguna selva inexplorada. Mucha suerte.

    1. Y además las máscaras son muy decorativas. No, en serio Juan Antonio, seguro que no descubriremos muchas cosas ocultas antes de que nos carguemos el planeta, así que espero que todavía dure muchos siglos para que continúe la aventura. Un abrazo.

  3. José Ángel

    Pablo, yo tenía una máscara ritual Africana y me dio mal rollo porque m pasaron cosas malas por aquella época. Un amigo me pidió que se la regalara y pese a mis reticencias acabé regalándosela. El decía que lo de la máscara eran tonterías pero enseguida se divorció y pasó una mala época económica. Por eso te digo que en mi casa no entra ninguna mascara. Solo me quedaría con la del águila de tu relato.
    Suerte en el concurso, un saludo.

    1. Hola José Ángel. Tu comentario es un microrrelato, así que lo primero que te propongo es relatarlo porque me parece apasionante. Ya de paso te cuento que cuando éramos chicos teníamos en cas de mis padres un póster imitando bambú de una escena mitológica china (así, con un tigre enuna montaña) y también nos dio gafe, hasta que la quitamos. Seguro que es superstición de la mala lo mío también, pero funcionó al menos. Un abrazo.

  4. Ángel Saiz Mora

    Veo las máscaras de tu relato como algo positivo, capaces de sacar lo mejor del protagonista, que hasta evitan que haya incendios en verano. Hace tantas cosas con ellas que ni imaginó durante su vida profesional y rutinaria, que acaba sintiéndose un ser sin límites, capaz de abarcarlo todo, de ahí que termine convertido en águila, volando majestuosa por encima de todo. Cierto que las máscaras puede ser enigmáticas y macabras, pero las de tu relato a mí me han parecido lo contrario. Un saludo.

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