Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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185. ÉRAMOS POCOS Y APARECIÓ EL HOMBRE, de Arrendajo

A punto de expirar el otoño, una tormenta colosal acabó con la sequía que amenazaba la armonía del bosque y, entre otros, se animaron las lombrices que esponjaron la tierra. La diosa diana procedió al recuento de los daños y reparó en que un rayo irrumpió en la espesura y acabó con un abedul, partiendo en dos su vistoso tronco plateado.
En primavera, una pareja de mirlos eligió la parte de árbol que quedó en pie para anidar. La hembra depositó cuatro huevos y, luego, ahuecó su plumaje para calentarlos. Mientras, el macho se desvivía a la busca de insectos y lombrices. A su vez, una ardilla, que se las prometía felices emboscada en una rama próxima, inspeccionaba todo.
Vieron la luz cuatro polluelos hambrientos y sus padres les buscaron gusanos, en algún momento sin turnarse. La espía lo aprovechó y se los zampó. Aún se relamía en el instante en que sintió una zarpa y, sin pausa, la dentellada de un zorro. El raposo huía con la presa, ajeno al acecho de un lobo, cuando un cepo le seccionó una pata. Enseguida, apareció el hombre que interceptó la cadena por un inútil “trofeo” y la estratagema lupina se arruinó.

2 Responses

  1. Anonymous

    Buen título. Juegas con la frase hecha, pero le das otro sentido que a su vez aporta un tono irónico y jocoso a la historia. Me gusta

  2. Anonymous

    Gracias. Tu comentario me lleva, quizá aprovechando que el Pisuerga pasa por…, a la consideración de que la vida es un juego… tan corto de duración que debería practicarse sin buenos y malos, sin vencedores y vencidos. ¡Lástima de utopía!, aunque Victor Hugo le puso aliciente con su «La utopía de hoy es la realidad de mañana».

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