Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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84. Agonía en agosto. (Daniel Irazu).

    En un horizonte incierto la luna llena revestía de plata las olas que la marea acercaba a la orilla.

Al enfermo le dolían los mordiscos en las tripas y, con los ojos cerrados por la fiebre, pintaba imágenes en dos colores. Empapadas, las sábanas en la cama del hospital eran sudarios fríos.

El acantilado perfilado a contra luz dominaba la desembocadura de la ría. Abajo, de las rocas en la costa surgió la figura de una mujer; luego apareció un hombre que la abrazó por la cintura. Bailaron con los pies descalzos sobre la arena mojada.

La danza levantó el velo que cubría el rostro femenino. La Muerte tenía sonrisa pero, al girarse sólo por un instante, aquella belleza atroz y posesiva enseñó su perfil descarnado mientras besaba con huesos y tendones los labios de la víctima humana.

Las botellas de medicina goteaban rápidas los líquidos que fluían vida en las venas dispuestas, calmando el ardor en la piel y las dentelladas de la infección.

Al amanecer, la luna de agosto se difuminó en el brillo del sol naciente, la mujer de negro se hizo sombra, y los ángeles blancos interrumpieron sus rezos y apagaron las velas.

14 Responses

  1. Nieves Martínez Menaya

    Ignacio Daniel Irazu, no sé si voy a encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que he sentido mientras iba leyendo estas líneas que escribes, así que mejor dejar intacta la estela que producen.Un abrazo

  2. Paloma Casado Marco

    Has sacado muy, pero que muy buen provecho de esa experiencia cruel. Un texto poético, delirante y febril que nos sabe poner dentro de la piel del enfermo.

  3. Francamente bueno, Daniel. Quiero pensar que superó su agonía cuando se disiparon las sombras, per eso es lo se menos, ?no? Esa descripción paralela, es genial. Felicidades.

  4. Salvador Esteve

    Daniel, tremendo relato de una lucha agónica con la muerte. Los ángeles blancos, con su ciencia, pueden plantarle batalla, pero creo que al final es ella la que sale victoriosa. Abrazos.

  5. Esther Cuesta

    La he leído varias veces por el placer que me daba oír los sonidos y sentir la escena que narras. Nunca había visto algo tan terrible, como una agonía, narrado de forma tan bella. Felicidades.

  6. dannielirazu@gmail.com

    Gracias a todos por vuestros comentarios.
    La noche del 30 de julio, justo después de cenar, sentí un lacerante dolor en el estómago. Después de un vómito de sangre, pensé que me iba. Mi esposa llamó a la ambulancia mientras yo, imposibilitado para moverme, me angustiaba en postura fetal caído en el suelo del pasillo. Me dio rabia, mucha rabia. También pena, mucha pena, no por mí sino por la persona a la que abandonaba de esa forma tan estúpida y obscena.
    El mal tenía interpretación clínica y recibió atención en urgencias. La primera noche fue agónica, febril, onírica, rebelde, metamórfica y cargada de aprendizajes. Las horas siguientes transcurrieron favorables y ahora estoy casi bien.
    El relato son imágenes de entonces, filtradas con el tamiz del pudor y escritas para mi desahogo.

  7. Nieves Martínez Menaya

    Desde » En un horizonte incierto…..» hasta esa espléndida frase: «Al amanecer, la luna de agosto se difuminó en el brillo del sol naciente, la mujer de negro se hizo sombra y los ángeles blancos interrumpieron sus rezos y apagaron las velas», todo el relato es un alarde de imágenes trabajadas con sumo cuidado y delicadeza. Impactante. UN abrazo y me alegro personalmente por tu mejoría. Cuando se ve de cerca ya no se olvida nunca.

  8. Relato en dos planos, la habitación del hospital y la habitación de la mente, el tránsito, muy bien narrados. La Luna, esa gran vampira de leche que nos altera los humores. Puestos a morir no es malo hacerlo bailando con una dama fiel. Suerte. (Luego leo que has estado malito, me alegro de que estés bien, y hay que joderse lo que hacéis los escritores para inspiraros)

  9. Jesús Alfonso Redondo Lavín

    Qué gran tipo eres. Tu por escribir maravillas, como los intrépidos corresponsales de guerra, te pones peligrosamente en situación.
    Me alegro infinito que tras tu macabro baile lograses agotar hasta el desvanecimiento a tu repudiada bailarina. No vuelvas, por muchos años a acercarte a ninguna dama velada y pronunciar de nuevo: ¿Me concede este baile?
    Un fuerte abrazo y repito, me alegro enormemente de tu recuperación.

  10. Isabel

    Vaya, me he quedado pasmada. Qué terrible experiencia. Me alegro que puedas desahogarte con este gran relato.
    Te deseo lo mejor.

  11. Es bueno que la muerte no supiera bailar esa danza y se fuera dejándote bien de salud y con la inspiración para escribir este estupendo relato. Me alegro que todo haya salido bien, suerte.
    Saludos.

  12. Pues Daniel… lo primero es alegrarse que estés bien y lo segundo felicitarte por el relato, que además de visual y bien engarzado en su conjunto me parece magnífico. Te deseo suerte y otro tipo de musas para el siguiente. Un saludo 🙂

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