Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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120. De ida y vuelta

La cubierta está dura y helada. La raída manta casi no les cubre. La humedad cala hasta los huesos. Qué mala suerte: toda la travesía lloviendo. No pueden pagar un camarote, pero no importa. Bienvenido sea el mes y pico de frío, lluvia, viento, hambre, mocos y tos con tal de dejar atrás la miseria de su Andalucía natal. Desde que cerraron la mina, el mísero jornal de recoger aceitunas no da para todo el año. No les queda otra que lanzarse a hacer las Américas.

 

Al bajar del avión María aspira hondo el aroma de azahar. Por fin regresan a casa. Han comprado el cortijo donde sus padres se deslomaban atendiendo al señorito. Está deseando sentarse frente a la chimenea del salón, esa que de niña solo podía fisgar a través de la ventana, ya que a los hijos de los jornaleros no se les permitía entrar en la casa.

 

A su lado, el pequeño Juan contempla emocionado a su padre, quien apenas puede contener las lágrimas, y agarra fuerte la mano de su madre. Allá en Argentina ha dejado muchos amigos, pero están cerquita, a ocho horas de vuelo. Parecen menos; es lo que tiene viajar en business.

4 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    La mayoría de las emigraciones tienen un inicio basado en la pura necesidad, pero a veces terminan bien, tanto, que dan la vuelta a la situación, lo cual no quita para que se sienta nostalgia y emoción al recordar aquel pasado, aun con sus penurias.
    Un abrazo grande, Aurora, suerte y que coincidamos en este 2017.

  2. Martín Zurita

    Hola, Aurora.
    No es por comodidad, pero me sumo a lo dicho por Edita y por Ángel, tan agudo siempre con su bisturí y tan esculpidor con su cincel. Esa cuesta abajo en la rodada, a veces, se empecina y nos coloca en la cúspide, desde donde vemos dónde estábamos antes, lindando con el ras.
    Pa las cuestas arriba quiero a mi burro, que las cuestas abajo yo me las subo, decía mi padre. La vida, la suerte… es, en oportunidades, el vehículo, ese burrito que nos cambia el destino. Felicidad y un beso.

  3. Emigrar para poder volver algún día con dinero y poder comprar, por ejemplo, la casa de los señoritos.
    Buen micro, Aurora, y ese final, muy bueno, si hay que viajar se viaja, que el dinero no sea el obstáculo.
    Suerte, guapa.

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