54. Gustava Gumersinda Gutiérrez Guzmán (1934-1989). Recuerdo de todos tus hijos (menos Ricardo que no dio nada)
Por eso he pedido que me incineren: a mí no me pasará lo mismo.
Fdo.
Ricardo
P.D.: Mamá, tu epitafio me pesa más que la piedra con la que está hecho.
(Nota del autor: el epitafio que da título es real, se encuentra en el cementerio de La Almudena de Madrid)
Fernando, la realidad supera la ficcion, como en tu historia real. Suerte y saludos
Cierto, Calamanda.
No hay más que pasear por nuestros cementerios.
Un beso.
Un título-epitafio con una curiosa historia detrás que nos gustaría conocer, que tú recreas con pocas palabras, las justas y necesarias, aderezadas con humor, para dar a Ricardo el protagonismo que merece.
Un saludo, Fernando
Ángel, yo pensé lo mismo: me gustaría conocer la historia que hay detrás.
Gracias por pasar por aquí.
Saludos.
Sabia decisión la de Ricardo. Intuyo que el relato es una nota que deja sobre la tumba de su madre.
Si te llama la atención este tema, pásate por el cementerio de San Antón, que hay algunas joyas también. Besos y suerte.
Es que me imagino la cara de Ricardo cuando se enterara del epitafio y… En fin, gracias por tu consejo. No conozco el cementerio de San Antón, iré a hacer turismo un día de estos.
Besos, campeona.
Mi primer comentario:
Jajajaja!
Luego leyendo la nota final :
Increíble. Y ya les vale a los hermanos…
Fernando, buenas frases las de Ricardo, teniendo en cuenta el epitafio.
Un saludo.
Carme.
Es verdad, Carme, menudo marronazo para el Ricardín… ¿qué habrá hecho para que sus hermanos lo traten así?
Yo me reí mucho también cuando lo leí.
Saludos y besos.
Parece un epitafio con un cierto retintin para el pobre Ricardo, seguramente no quiso aportar nada para el funeral y la venganza la tiene servida en bandeja de mármol para los restos.
Sabia decisión la de tu protagonista.
Bueno, original y real parece ser.
Suerte, un abrazo Fernando.
Muchas gracias, Belén.
Un abrazo.
La ficción surge de la realidad. ¿Y el nombre con tantas G: G-ustava G-umersinda G-utiérrez G-uzmán, también es real? Tiene su G-uasa la cosa…desde luego que el epitafio desapercibido no pasa. Buen y realista relato, Fernando. Un saludo.
Sí es real, Manoli, aunque parezca rizar el rizo…
No sé cómo poner una foto por aquí (probablemente no se pueda) para que pudieras ver la lápida.
Pero si tecleas el nombre en internet, es probable que la encuentres.
Un abrazo.
Aquí sobran las palabras, ya está todo dicho, Ricardo no contribuyo y fue penado por sus hermanos.
El fuego seguro limpiará su pecado pero ellos no lo perdonarán y el mármol lo recordará por siempre.
Es verdad, la realidad supera la ficción.
Un abrazo y suerte.
Como dice Manoli da para pensar el nombre: ggggggg
Efectivamente, la realidad siempre supera a la ficción.
Muchas gracias por pasar por aquí, Moli.
Un abrazo.
Le has sabido sacar muchísima punta a algo ya de por sí bizarro con tu acertadísima manera de traerlo a colación. Muy de aquí, debo añadir, la reacción de la familia (que ya se ve que tiran con bala). Una hilarante propuesta. Mucha suerte 🙂
Muchas gracias por tus alabanzas, maestro de maestros. El relato (si es que se le puede llamar así) no tiene mérito, se lo lleva todo el epitafio.
Un abrazo.
Magnífica decisión del título. Yo primero me he reído mucho y luego he pasado a leerte. Aprecio tu originalidad en la construcción del relato que has sabido aprovechar de un caso real. ¡Muy bueno!
Suerte y un abrazo.
Muchísimas gracias, Isidro. Me pareció tan bueno el epitafio que no quise añadir mucho más.
Un abrazo.
Hola Ana, ¿cómo estás? Sí es real, sí… Hasta la cuádruple «g».
Un besazo.
Gracias por tus felicitaciones, Ana. Aún no está editado, está en fase de corrección, y parece que va para largo… Debe pasar cuatro tamices y aún está por el primero. Mi ilusión era que saliera a la venta en navidades, pero ya dudo que llegue a tiempo. Todo se andará.
También me alegro que te haya gustado el libro de Hosseini. El primero que escribió, «Cometas en el cielo», es, quizás, mejor aún. Tengo pendiente leer el tercero, «Y las montañas hablaron». Ahí está, esperando turno en la estantería.
Por cierto, si aceptas otro consejo de lectura, recomiendo fervientemente un librito que me ha impresionado, de verdad: «De lo que quise sin querer», de nuestro compi enteciano Miguelángel Flores. Una delicia.
Besos.
Me gusta mucho este miniirrelato. Divertido, consigue que pensemos más en Ricardo que en la muerta.
Abrazos.
Muchas gracias, María.
Besazos.
Conocía el epitafio. De tu simpática aportación me quedo con el P.D.
¿Con el pedo? No, si yo no… Ah, perdón, me he equivocado.
Gracias por pasar por aquí, Javier.
Diagnostico, en palabras de Ramón y Cajal, lo que le pasa a esa familia: «El odio puede ser desarmado por el amor y acaba por olvidar; mas la envidia sólo ceja ante la muerte, y a menudo ni al borde del sepulcro se detiene.»
Lo dicho, la realidad supera a la ficción. Gracias por traer esta historia hasta aquí.
Gracias a ti, Reve, por pasar y comentar.
Ese Ramón era listo, ¿eh?
Me he quedado con la boca abierta. ¿Es real? ¡Madre mía de mi vida! Desde luego da que pensar, y tú has tejido una historia que bien podría ser, así que ¡enhorabuena!
Abrazos.
Sí es real, Izaskun. Nuestros cementerios son muy divertidos, dan ganas de quedarse a vivir allí y echar unas risas.
Aunque yo, de momento, prefiero no mudarme.
Abrazos y besos.