JUL28. PERDIDO EN LA MEMORIA, de Cristina Nóvoa
En la vieja mecedora chirriaba como cada mañana el vaivén acompasado de sus pensamientos. Con la mirada perdida a través del deslucido cristal, observaba la espesa niebla vespertina de la calle. Mil veces se había dicho a sí misma – ¡Preferiría no hacerlo! Pero en el fondo de sus entrañas sabía que alguna vez tenía que afrontarlo… El tiempo apremiaba, su salud era delicada y debía enfrentar cuanto antes lo que llevaba posponiendo tantos años.
Finalmente tomó lápiz y papel, y de repente, como si de un volcán en erupción se tratara, las palabras fueron manando de su mente estampándose en el papel, una tras otra. Nunca pensó que este momento llegaría, pero era cierto, real, lo más intenso que había vivido en los últimos años. Pues la monotonía de la soledad no le permitía discernir entre lo real y lo imaginario.
Finalmente plegó los papeles en tres partes, los metió en un sobre, pegó el viejo sello que esperaba su turno paciente sobre la mesa y mandó enviar la carta.
Esperó respuesta mientras su corazón se sentía un poco más libre, pero nunca sabrá que su carta envejecería como ella en un rincón de la oficina de cartas muertas.
Insinuante relato, Cristina. Y duro, también, con esa «oficina de cartas muertas» que espero que no exista en realidad… Pero, sobre todo, ¿qué diría la carta? O más bien, ¿cuánto del alma del personaje iría en ella? Para que al final, la realidad nos imponga una burocrática inexistencia de nuestros deseos más ardiente.
Gracias, Cristina, y enhorabuena. Saludos.
Muchas gracias Eduardo, el alma del personaje se perdió en esa carta y al mismo tiempo se liberó y ella siempre tendrá la esperanza de que su secreto encuentre destino.
Un abrazo.
Cris.
Cristina, bonito relato aunque duro y triste final. Interpreto a una anciana enamorada que después de toda una vida se decide a escribir a su «amado» una carta mostrando sus sentimientos, pero al final esa carta nunca llegará a su destino.
Muy bien contado.
Un saludo, Blanca
Gracias Blanca, a veces buscamos el mejor momento para hacer algo importante, y ese momento nunca llega. O simplemente lo dejamos pasar por cobardía.
Un abrazo.
Cris.
Me ha sugestionado la cadencia con que está escrito el texto: ese vaivén de la mecedora. Ese final abrupto, severo. Saludos.
Muchas gracias Pablo por tu comentario, efectivamente el vaivén de la mecedora, de alguna manera marca el tiempo viéndolo pasar siendo testigo mudo de ello..
Un saludo.
Cris
Gracias Ana, me encantan tus comentarios, en efecto, estamos a merced del que quiera entrar en nuestras vidas, tenga o no nuestra aprobación, quizá por eso mi protagonista guardó en su memoria su secreto, era de su propiedad, pero ahora nunca se sabrá dónde quedan sus recuerdos…
Un saludo.
Cris.
Bonito relato de tinte elegíaco con el leit motiv de la mecedora en la que se siguen manteniendo los recuerdos. Quiero pensar que la carta no envejece, sino que más bien se dirige hacia un final abierto.
Un saludo