Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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JUN37. EL CIRUELO, de Ignacio Rubio Arese

Todo el pueblo estaba al corriente. Fueran ciertas o no las afirmaciones, poco importaba. Ni el más valiente de la zona hubiera osado rozar aquel árbol,  mucho menos trepar a lo alto. Los más viejos afirmaban que las ramas agarraban al intrépido y le impedían bajar, transformándolo en fruto. Más de un leñador intentó talarlo, pero al segundo tajo las hachas se quebraban y el tronco les disparaba astillas hasta abatirlos. El ciruelo crecía solitario en lo alto de un cerro, sin que nadie se atreviera a probar las frutas que rodaban loma abajo. Se decía que quien lo hacía perdía el juicio y acababa ahogado en el río o saltando del campanario.

Cuentan que un día la comitiva real atravesó aquella aldea, y que al infante don Carlos le entró un hambre atroz. Era un joven gallardo, amante de las ciencias. Lanzó una mirada desdeñosa a los lugareños que le advertían sobre aquel árbol maldito. Supersticiones de plebeyos, repuso altivamente, y se metió varias piezas en la boca. Lo cierto es que algo cambió desde entonces. Llegó a ser rey, sí, aunque nada quedó de su lucidez o hermosura. La historia olvido el ciruelo, pero no al rey hechizado.

13 Responses

  1. Anonymous

    Muchas gracias, Pablo!!!
    ja ja, no habia pensado desarrollarlo como cuento largo, mis colegas historiadores podrian condenarme a la hoguera por «salirme de los caminos de la verdad historica», pero tendre en cuenta la sugerencia 🙂
    Mucha suerte para ti tambien!!!
    Nacho

  2. Susana

    Yo digo que no soy supersticiosa, pero si paso por ahí me voy a la cantina a tomar un refrigerio. No subestimar la sabiduría popular. Igual era un ciruelo de otra especie, no sé… Un abrazo, me ha gustado mucho.

  3. Anonymous

    Nacho, tu relato me ha traído a mi memoria a aquella mujer que no estaba predestinada para ser reina. La casaron y cometió la «equivocación» de enamorarse de su marido. Entre este amor tan exigente por ella misma que sentía y todos lo tejemanejes de dicho marido con el padre de ella y demás parroquianos, entre todos la volvieron loca. A veces qué pena siento por ella. Pudo ser una reina competente pero todo y todos se pusieron en su contra.
    Por lo demás, ocurrente tu relato. Saludos.

  4. Anonymous

    Me he expresado mal, digo que:… «entre ese amor hacia su marido que ella vivía con tanta exigencia, entrega y con tanta desesperación buscaba una respuesta que probablemente nunca obtuvo…»
    El destino le hizo reina cuando solo tenía que haber sido princesa.

  5. Anonymous

    Gracias por esta aportacion!!! Juan la Loca es un personaje de lo mas interesante, daria para muchas conversaciones y polemicas… pero mira, ahora me has picado el gusanillo para escribir algo sobre ella, a ver si se me sale algo interesante!!! 🙂
    Un abrazo
    Nacho

  6. Anonymous

    Nacho, adrede no quise nombrarla, sí es ella. Y me parece requete-estupendo que escribas algo basado en ella, pero por favor… ¡trátala bien, en tu relato! que yo le tengo mucho cariño y me da mucha penica la pobre vida que llevó. ¡Lástima de falta de coraje, tenía que haber envenenado a su marido y a su padre, y alguno más que no me sé quién más la incordió… Y como tú escribes tan bien, requetebien seguro que tendremos un buen relato. Ahora si lo escribes dándole caña, te juro que te retaré a duelo con mi espada y taparé mi rostro con mi capa.
    Bueno, un saludo cordial para ti.

  7. Gran historia Nacho, por eso yo me creo a pies juntillas todas las leyendas. Nunca se sabe. Es un cuento muy bien hilvanado, te engancha desde el principio y te lleva de la mano del árbol al desenlace final, inesperado y más que real. Un abrazo.

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