Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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JUN40. MI FELICIDAD, de Ángel José Vicente

Juanito decidió una buena mañana empezar a ser feliz. Desconocía cual sería el camino perfecto, desconfiaba de gurús e ideologías. 
Hizo una pira en la bañera con los libros de autoayuda y psicología que atesoraba. Le costó hacer fuego, el pensamiento era tan denso que no fluía bien. 
Notó débilmente como su cara se relajaba, los labios querían apuntar una sonrisa. 
Por la mañana se acordaba de ella. La ruptura con Susana hace tres meses aún le mordía el alma. 
La bilis empujaba para escupir su dolor. Juanito aún no la dejaba salir, prefería guardar una imagen hermosa de su novia. Susana ya no era la mujer tierna y risueña con la que compartió tanta vida. 
Tras la ducha Juanito quería seguir buscando la felicidad. Decidió no volver a mirarse en ningún espejo. Rompió todos los espejos de la casa, los destrozó con rabia hasta dejarlo hechos añicos. Eligió vivir sin razones ni sueños vacuos. 
Una tarde mientras disfrutaba de una puesta de sol, alguien le dio un golpecito en el hombro. No podía creerlo, era él. Los ojos de Juanito se abrieron como platos. 
– Es tu hora, eres mi clon, ya sabes… 
– Ya sé.

6 Responses

  1. Me gusta mucho la fluidez del relato, se deja leer estupendamente, de un tirón. Juanito es tan real, que podría ser cualquiera de nosotros.
    Pero el final le da un toque enigmático, el clon.
    Me ha gustado mucho.
    Felicidades.

  2. Vivía en Bagdad un comerciante llamado Zaguir. Hombre culto y juicioso, tenía un joven sirviente, Ahmed, a quien apreciaba mucho.
    Un día, mientras Ahmed paseaba por el mercado de tenderete en tenderete, se encontró con la Muerte que le miraba con una mueca extraña. Asustado, echó a correr y no se detuvo hasta llegar a casa. Una vez allí le contó a su señor lo ocurrido y le pidió un caballo diciendo que se iría a Samarra, donde tenia unos parientes, para de ese modo escapar de la Muerte.
    Zaguir no tuvo inconveniente en prestarle el caballo más veloz de su cuadra y se despidió diciéndole que si forzaba un poco la montura podría llegar a Samarra esa misma noche.
    Cuando Ahmed se hubo marchado, Zaguir se dirigió al mercado y al poco rato encontró a la muerte paseando por los bazares.
    ¿Por qué has asustado a mi sirviente? – preguntó a la Muerte-. Tarde o temprano te lo vas a llevar, déjalo tranquilo mientras tanto.
    – No era mi intención asustarlo – se excusó ella – pero no pude ocultar la sorpresa que me causó verlo aquí, pues esta noche tengo una cita con él en Samarra.

    Cuento sufí; Cita con la Muerte.

    Un abrazo desde Madrid

  3. Cierto mercader envió a su hijo con el más sabio de todos los hombres para que aprendiera el Secreto de la Felicidad. El joven anduvo durante cuarenta días por el desierto, hasta que llegó a un hermoso castillo, en lo alto de la montaña. Allí vivía el sabio que buscaba.
    Sin embargo, en vez de encontrar a un hombre santo, el joven tuvo que esperar dos horas para que lo atendiera.
    El sabio escuchó atentamente el motivo de su visita, pero le dijo que en aquel momento no tenía tiempo de explicarle el Secreto de la Felicidad. Le sugirió que diese un paseo por su palacio y volviese dos horas más tarde.
    -Pero quiero pedirte un favor- añadió el sabio entregándole una cucharita de té en la que dejó caer dos gotas de aceite-. Mientras caminas, lleva esta cucharita y cuida que el aceite no se derrame.
    El joven comenzó a subir y bajar las escalinatas del palacio manteniendo siempre los ojos fijos en la cuchara. Pasadas las dos horas, retornó a la presencia del sabio.
    ¿Qué tal?- preguntó el sabio- ¿Viste los tapices de Persia que hay en mi comedor? ¿Viste el jardín que el Maestro de los Jardineros tardó diez años en crear? ¿Reparaste en los bellos pergaminos de mi biblioteca?
    El joven avergonzado, confesó que no había visto nada. Su única preocupación había sido no derramar las gotas de aceite que el Sabio le había confiado.
    Pues entonces vuelve y conoce las maravillas de mi mundo -dijo el Sabio-. No puedes confiar en un hombre si no conoces su casa.
    Ya más tranquilo, el joven tomó nuevamente la cuchara y volvió a pasear por el palacio, esta vez mirando con atención todas las obras de arte que adornaban el techo y las paredes. De regreso a la presencia del Sabio, le relató detalladamente todo lo que había visto.
    ¿Pero dónde están las dos gotas de aceite que te confié? -preguntó el Sabio-.
    El joven miró la cuchara y se dio cuenta que las había derramado.
    Pues éste es el único consejo que puedo darte – le dijo el más Sabio de todos los Sabios-. El Secreto de la Felicidad está en mirar todas las maravillas del mundo, pero sin olvidarse nunca de las dos gotas de aceite en la cuchara.

    ………..
    Para el más Sabio de todos los Sabios. Bonito cuento. Creo que al romper los espejos se reconstruyó en cierta manera. Porque rompió la imagen que lo ligaba a sí mismo y pudo experimentar un nuevo renacer. Y porque te conozco y eres muy simbolista.
    Besitos, guapo!

  4. Si quemase mis naves, mis libros, nunca quemaría los cuentos sufíes, aunque sinceramente no sé donde están ahora. Me ha encantado tu cuento, sea sufí o no, y que me regaléis estos cuentos.Me voy a poner mimosón eh.
    Espero tu relato, que romperá seguro. Bicos guapa.

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