Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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JUN46. REFLEJOS DE LA MEMORIA, de Blanca Castañeda

Mi padre decía que conducir era lo que más le gustaba hacer. Ponerse al volante y mirar la carretera sinuosa que le llevaba a un lugar que sólo él conocía. El silencio, más allá del zumbido del motor gasoil, la mirada perdida en una situación que dominaba por placentera, y el brazo apoyado en la ventanilla, es una imagen que mi retina guarda en la memoria infantil. 

Sin embargo, sus ojos cambiaban la mirada de vez en cuando. En ocasiones, se posaban en el retrovisor para comprobar que todo iba bien en el asiento trasero del que, con dificultad, sobresalíamos mis hermanas y yo. 
Sin cinturones, ni sillas homologadas, el viaje no duraba más de 50 kilómetros y dos horas de una tarde de domingo. 
Mi madre, sentada a su lado, era la complice perfecta que disfrutaba con la cara de placer de su compañero de viaje. 
Un cruce de miradas y la leve sonrisa de ambos era una escena indescifrable para mi en ese momento, aunque el guiño de mi padre a través del espejo me llenaba de tranquilidad, la misma que perdí el día que me hice madre.

6 Responses

  1. Bonita descripción de unos recuerdos, que al final desembocan en que los padres , en este caso el padre te da la protección y la seguridad necesaria, hasta que tú eres quien debe darla, y entonces te despojas de tu niño interior y cambias los papeles para seguir la rueda. Un abrazo.

    1. Gracias Antonia. Mi vida está llena de recuerdos sencillos como éste, que sin duda reconfortaban mi espíritu infantil (como creo que nos pasa a todos).

  2. Recuerdos de otra época,no tan lejana, donde las cosas no eran tan complicadas, ahora para sacar a un bebé para dar un simple paseo, se necesitan un montón de artilugios, y entre otras cosas, invertir un montón de pasta.
    Pero todo sea por la seguridad.
    Me ha gustado mucho esa complicidad de las miradas en el espejo retrovisor.
    Felicidades.

    1. Me alegra mucho que se trate de un recuerdo compartido. Me imagino que el hecho de que mi padre fuese conductor profesional siempre me ha condicionado, pero el taxi siempre me sugiere una metáfora cotidiana de lo que es la vida (el camino, la compañía, el juego de mirar al frente y de vez en cuando atrás…)
      Gracias por tus palabras

  3. Anonymous

    Vaya, parece que compartimos pasado, mi padre también era taxista y también nos llevaba al pueblo o a la aldea en verano, sólo que el viaje duraba más pues eran más de 100 km. La pena es que casi no los recuerdo y eso que se repetían cada año hacia una aldea diferente. Un abrazo. Gloria Arcos

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