Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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LA FERRERÍA: UN CONCURSO EXTRA PARA FEBRERO

Con motivo del ENTCuentro que celebraremos el próximo 11 de marzo en el Castillo del Rey de San Vicente de la Barquera se ha concertado una visita a uno de los hitos históricos más interesantes del occidente de Cantabria: la Ferrería de Cades.

La Ferrería es una industria del siglo XVIII dedicada a extraer piezas de hierros directamente del mineral de mina mediante su horneado y moldeado a través de la energía que se obtiene del caudal del río Nansa. Junto a la Ferrería se ha restaurado también un molino harinero de río de la misma época.

Gracias a la colaboración de la Asociación de Desarrollo Rural Saja Nansa, el próximo 12 de Marzo, domingo, a las 11 de la mañana tendremos una visita guiada y en funcionamiento muy especial de ambos ingenios hidraúlicos. Por este motivo, y como agradecimiento a su generosidad, queremos dedicarle un pequeño concurso que ocupe el mes de febrero y que tenga como elementos fundamentales los tres términos que dieron sentido a su funcionamiento: hierro, fuego y agua.

220px-Ferrería_de_CadesEstas son las BASES para concursar.

1 – Pueden participar usuarios de la web Estanochetecuento y amigos y conocidos de la página. Los participantes que no sean habituales de ENTC tendrán que hacerse usuarios de la página o enviar sus datos (nombre y mail) al mail del concurso para poder identificarlos en caso de que sean ganadores. En el caso de que alguno de los ganadores no se haya identificado será inmediatamente eliminado y el premio pasará al siguiente.

2 – Podrán presentarse un máximo de 2 relatos por autor.

3 – El relato, que se publicará únicamente como comentario en esta entrada del blog www.estanochetecuento.com, tendrá un máximo de 120 palabras sin incluir el título.

4 – El ralato será de temática libre, pero, como homenaje al espacio de la Ferrería, debe cumplir la condición imprescindible de incluir tres palabras claves: hierro, fuego y agua.

5 – El plazo para su presentación será desde la publicación de este post y durará todo el mes de febrero.

6 – El jurado estará formado por un representante del blog ENTC, un representante de la Ferrería de Cades y hasta dos invitados más.

7 – Este concurso se fallara publicamente durante la visita del próximo 12 de marzo a la Ferrería de Cades.

8 – El premio para los dos relatos ganadores será una bolsa de productos turísticos de La Ferrería y la inclusión del relato en el recopilatorio Esta Noche Te Cuento de 2017.

 

 

128 Responses

  1. Rafa Heredero

    ATRACCIÓN
    Me diagnosticaron anemia crónica y por eso tengo que tomar suplementos nutricionales de hierro continuamente, pero a mi cuerpo le cuesta asimilarlos. Cuando el tiempo es húmedo mi piel se cubre de vetas rojizas que resplandecen, similares al óxido que forma el agua en los metales, dándole un aspecto que siempre ha repelido a los demás.
    Una tarde de verano me sorprendió, en la calle, una de esas tormentas inesperadas. Enseguida enrojecí y además una fuerza imparable me impulsó hacia una mujer que se dirigía a mí como si la atrajese un imán. En su piel brillaban igual que el fuego las estrías que me eran tan familiares. Chocamos con un agradable eco metálico. Desde entonces nada ha podido separarnos.

  2. María Jesús Briones

    EL VIAJE

    De la oscuridad uterina a la oscuridad de un habitáculo de ruedas de hierro, enjambre racial, sin ventanas, alimentos y agua.
    Del patrón de la normalidad a la alteración genética de rasgos faciales y mentales.
    De los gemidos en los brazos maternales de Ruth, a los gemidos del fuego incinerador de aquel Campo fertilizado con abono humano.

  3. SUBSISTENCIA

    Madre nos contó que padre murió cuando yo era apenas un bebé. Desde entonces la abuela se trasladó a vivir con nosotros y enseguida se hizo cargo del fuego de la chimenea. Le encantaba remover las ascuas ya consumidas con unas tenazas antiguas de hierro forjado. De aquellos inviernos recuerdo que nunca pasamos frío ni nos llegaron noticias de las desapariciones de niños que estaban aconteciendo en los pueblos de alrededor. Y recuerdo también que nunca faltó un hueso con el que dar sabor al agua de la sopa.

  4. TRAMPA MORTAL

    Era sabido de todos que a Andresito le faltaba un hervor y, a menudo era el foco de todas las maldades. Su madre procuraba estar al quite para evitar males mayores pero no siempre llegaba, como cuando casi le ahogan en el pilón comprobando cuanto tiempo aguantaba bajo el agua o cuando le quemaron los dedos convenciéndolo de que los mojara en un líquido ignífugo que resultó ser alcohol y los pasara por el fuego. Todo valía con tal de tener algún amigo que no fuera su gato. Hoy era un día especial, la pandilla del barrio le había citado en el descampado, se le salía el corazón según iba llegando, no vio las barras de hierro que blandían.

  5. AQUÍ NO HAY QUIEN VIVA
    El ritual del soltero del tercero derecha ya lo conocemos todos los inquilinos de la comunidad cuyas viviendas dan al patio común. Empieza con el fuego de las velas en el comedor, con toda la casa a oscuras. Después, el Bolero de Ravel. Al rato, descorche, brindis y risas. Más tarde la luz se traslada al dormitorio. Al poco, jadeos, gemidos, suspiros profundos…. Pasados unos segundos, a todo volumen, y mientras se oye correr el agua de una ducha, la marcha Radetzky, símbolo de victoria. Es entonces cuando todos los vecinos, asomados a ventanas y galerías, acompasamos la pieza, unos con palmas y otros golpeando con cucharas los cacharros de hierro, terminando con bravos, vítores y aplausos durante quince minutos.

  6. Entre dos fuegos
    Rojo vivo del hierro sobre el yunque. Ella le habla, él martillea cada una de sus frases encendidas. Las chispas huyen despavoridas. Las quejas incandescentes silban por encima de las ascuas de carbón, hasta convertirse en una letanía de reproches ensartados que se inflaman con las brasas. Por un momento empuña el degüello y una grifa; los ojos como lumbre, las venas de los brazos hinchadas, las sienes laten como un corazón. Asustado de sí mismo, deja caer aquellas armas. Echa agua para aplacar el incendio forjado. Las palabras traducidas en vapores, se disipan en el techo de la fragua. Remacha ahora con el ánimo templado. Deja reposar la pieza. Una herradura de la buena suerte.

  7. Margarita del Brezo

    ARRIEROS SOMOS
    Esta es una historia de chico conoce a chica, pero no, no es una historia de amor. Se conocieron una lluviosa tarde de primavera. Él, con gabardina, paraguas y un maletín. Ella saltaba sobre los charcos. Está loca, pensó él. Es raro, pensó ella. Y se detuvieron frente a frente, midiéndose con las miradas.
    Qué guapa es, pensaba él. No está nada mal, pensaba ella. ¿Y si…?, no se atrevió a decir él. Quizá…, se atrevió a pensar ella.
    —¿Por qué te proteges de la lluvia?
    —Porque soy de fuego —respondió él—. Y tú, ¿por qué te mojas?
    —Porque soy de agua.
    Se despidieron con una mueca de fastidio.

    —¿Y la palabra «hierro»? —preguntó Pinocho.
    —Hijo, nosotros somos carpinteros.

  8. Rafa Heredero

    ENSAYO Y ERROR
    Una visita al circo me hizo querer imitar la actuación del hombre que escupía fuego y la del acróbata que se arrojaba a un bidón de agua desde una plataforma elevada. Siguiendo el método de ensayo y error empecé a practicar tomando café recién salido de la cafetera y a lanzarme al vacío desde diferentes alturas.
    Tenía ya la boca llena de llagas y varias fracturas cuando me sedujo el espectáculo de un mago capaz de atravesar con sables afilados, o de trocear en dos mitades utilizando un macizo serrucho de hierro, a una mujer encerrada en una caja. También me propuse imitarlo. Además esta vez el método de ensayo y error no sería tan doloroso. Al menos para mí.

  9. SABIDURÍA DE ABUELA
    A la preocupante llamada de mi madre, la abuela acudió quejándose de las turbulencias aéreas; había tenido un vuelo complicado.
    Puso al fuego una olla de hierro, echó en ella medio litro de agua y varios ingredientes. Tomé todo a sorbitos, y al cabo de media hora me sentí tan bien que enseguida pude desaparecer para jugar en el jardín.
    —Hija, quédate con la receta, seguro que volverás a necesitarla. Este niña pierde a menudo la fuerza, pero ya te advertí que pasaría sí te casabas con ese hombre—dijo y se marchó refunfuñando.
    « ¿Dónde estás Lisa? » Oí decir a mi madre, mientras uno al lado del otro, veíamos a la abuela regresar a casa sobre su escoba.

  10. sABIDURÍA DE ABUELA
    A la preocupante llamada de mi madre, la abuela acudió quejándose de las turbulencias aéreas; había tenido un vuelo complicado.
    Puso al fuego una olla de hierro, echó en ella medio litro de agua y varios ingredientes. Tomé todo a sorbitos, y al cabo de media hora me sentí tan bien que enseguida pude desaparecer para jugar en el jardín.
    —Hija, quédate con la receta, seguro que volverás a necesitarla. Esta niña pierde a menudo la fuerza, pero ya te advertí que pasaría sí te casabas con ese hombre—dijo y se marchó refunfuñando.
    « ¿Dónde estás Lisa? » Oí decir a mi madre, mientras uno al lado del otro, veíamos a la abuela regresar a casa sobre su escoba.

    1. Lo repito, y a ver si a la tercera va la vencida y se pega bien. Cosas del directo.

      SABIDURÍA DE ABUELA
      A la preocupante llamada de mi madre, la abuela acudió quejándose de las turbulencias aéreas; había tenido un vuelo complicado.
      Puso al fuego una olla de hierro, echó en ella medio litro de agua y varios ingredientes. Tomé todo a sorbitos, y al cabo de media hora me sentí tan bien que enseguida pude desaparecer para jugar en el jardín.
      —Hija, quédate con la receta, seguro que volverás a necesitarla. Esta niña pierde a menudo la fuerza, pero ya te advertí que pasaría sí te casabas con ese hombre—dijo y se marchó refunfuñando.
      « ¿Dónde estás Lisa? » Oí decir a mi madre, mientras uno al lado del otro, veíamos a la abuela regresar a casa sobre su escoba.

  11. Angeles del Blanco Tejerina

    NANA DE AGUA
    Camina airosa la primavera hacia la herrería, sujetando en las caderas un cántaro de agua para su hombre. Calmó su sed pero avivó el fuego. Apagaron las llamas a ritmo de rueda, pala y agua. Salió airosa y germinada, rumbo al verano. La maquinaria estaba en marcha. El otoño perdió hojas y cintura. Rompió aguas el invierno. El primer brazo que brotó era fuerte y enérgico, mineral de hierro hecho lingote. A lo lejos un hombre tararea una nana:
    Las aspas con el agua, plas, plas, plas, duérmete y verás.
    Las aspas con el agua, plas, plas, plas, duérmete y…

  12. MªBelén

    PROMESAS DESTILADAS

    Fueron los últimos rescoldos con los que avivó el fuego de la tortura. Esos que le quemaban en las manos y atizaban al hierro candente de su figura.
    El primer golpe fue certero, el siguiente a conciencia, los demás un plus a su ira.
    Nada queda de ese agua que destilaba cada mañana por las comisuras de sus ojos en forma de lágrima y súplica.
    Nada de la promesa eterna de ser saciedad en su cuerpo.
    Hoy han determinado su muerte por una convulsión extraña de energía negativa en su piel o quizá por alergia al contacto de su furia.
    Ahora, como un número más, descansa en una carpeta en un archivo con vistas a ninguna parte.

  13. SINDU EL FERRÓN
    Todos le daban por chiflado. Fabricaba las mejores herraduras de la comarca, pero las historias que contaba solo nos las creíamos los chavales que íbamos a la ferrería a escucharlas. Con los latidos del mazo y el respirar del fuelle de fondo, fraguaba las herramientas mazando con fuerza el rojo candente del hierro llevado por el fuego. Cuando templaba en agua, entre chisporroteos y vapores, hablaba de navegantes o de Aquiles, el de los pies ligeros. Al salir de la fragua, nos imaginábamos mirmidones que corríamos a tomar el pueblo armados con sartenes, escoplos y clavos.
    Cuando marchamos a la capital, Sindu tuvo que cerrar. Ahora es un museo, mas en mi cabeza aún resuenan aquellos golpes, leyendas y correrías.

  14. Martín Zurita

    LOS PIES… EN LA TIERRA
    El altivo caballero llegó a su heredad. Las fuerzas lo habían abandonado al tratar de desprenderse de la armadura de hierro. En el pecho un fuego interior estaba consumiéndolo. Veía medias lunas por doquier. Miró al cielo: no llovía. Deseó ver llover como a nada y rezó con la mente. Rompió, repentina, una lluvia que le hizo resbalar y caer cuan largo era en el suelo lleno de hierbajos. Miró al cielo y unos nubarrones daban forma a un dedo que se agitaba admonitoriamente. El agua limpiaba la armadura del polvo acumulado y de la espesa sangre reseca. Exhausto, no pudo gritar para pedir auxilio. Y mucho menos pudo incorporarse. El agua estaba inundando la armadura, poco a poco.

  15. Martín Zurita

    NO ES FUEGO TODO LO QUE RELUCE
    ¡Fuego!¡Agua!, suelto sin quitarle hierro a la expresión. Y aviso al servicio de extinción de incendios, a los bomberos, quiero decir, que para eso soy de pueblo. Y conste que no lo hago por el bosque, tan frondoso, sino por esta balconada que da gusto verla con su balaustrada y todo, y alta como la torre del penal o la veleta de la iglesia. Le insistiré al alcalde a ver si la declara el tío de interés cultural. La Pruden saltaría de contenta si nos salieran gratis las reparaciones. Pero no estoy viendo humo aunque es verano, con sus incendios. Cómo les digo ahora que se trata de las gafas del mercadillo, con la pertinaz sequía que nos sofoca.

  16. Ton

    YA TENGO TRECE AÑOS

    Le dejo la bolsa con el alcohol y el tabaco junto a la mesilla de noche. Mi madre duerme su borrachera desnuda sobre la cama. Una gota de sangre decora el hierro que taladró su vena. Otro cliente me reclama desde la habitación contigua. Viéndole desvestirse imagino cómo era mi padre. Me manosea. La peste de sus babas se adhiere a mi rostro. Adivino en él la urgencia por descargar su fuego en mis entrañas. Mientras acaba me distraigo mirando hacia la ventana. Llueve. Las gotas de agua lavan la piel del cristal. Debería llover más a menudo.

  17. La Marca Amarilla

    AHOGO

    Me hice fragua
    para moldearte
    hierro
    agua recogí
    para templar tus heridas
    y al viento
    invité a bailar
    con la forja esculpida
    mas el fuego desertó
    de mis entrañas;
    ya no hay calor.

  18. javier palanca

    Fragua

    Cuando su madre se derrumbó en la iglesia, a escasos dos metros de su difunto marido para no volver a levantarse, todos recordamos que siempre se había dicho que tenía mucho carácter y que solo él era capaz de calmarla. Yo, en concreto, pensé que en ese instante un dulce aguacero aplacaba un fuego insoportable .
    Tal como asumió sus perdidas, todos intuimos que nuestra amiga era el hierro que las llamas y el agua habían forjado, pero estuvimos seguros cuando, a no mucho tardar, se negó a la química y dejó que la naturaleza hiciera su camino a golpes de yunque tan solo amortiguados por las canciones que al oído le susurraba su amada.

    A Pepa y su Encarna

  19. Déficit de FE

    Cuando, tras hacerme los análisis del hierro, leí el diagnóstico, supe que debía actuar. Aunque nunca había sido demasiado creyente, todas las noches antes de dormir me encomendaba al Altísimo. Pero aun así continuaba pálida, débil, con sueño. Hasta que un día, de repente, tuve una intuición. Sin duda Dios había atendido mis rezos. Se me ocurrió buscar entre los recibos y vales de compra que suelo amontonar en el fondo del bolso, y ahí estaba. ¡Una receta! Desde que me tomo por las mañanas una de esas cápsulas rojas con un vaso de agua, me encuentro mucho mejor. ¡Si hasta me ha regresado el fuego al cuerpo! Todo gracias a usted, doctor, que me ha hecho recuperar la fe.

  20. MªBelén

    LENGUAS DE ACERO

    Son las palabras de fuego las que se aceleran entre los hierros de la vía abierta a tu palabra.
    Agua que da vida a mis deseos.

  21. EL RELOJERO

    Tenías siete años, muy pocos para partir.

    Fabriqué unas ruedecillas con conchas pulidas por las olas. Cavé un agujero en la playa que contuvo una buena cantidad de agua y sales marinas; dejé que cristalizara y creé una esfera. Luego, al calor del fuego, sequé unas algas que unirían las piezas. Por último, con precisión, en el hueco que dejaba el corazón mientras iba perdiendo pulsaciones, introduje la maquinaría; sería más fuerte y eterna que el mismísimo hierro, tanto como el propio mar.

    Has cumplido ya treinta años.
    Solo tu madre y yo sabemos porqué te emociona el oleaje y porqué cuando te preguntan la hora, tú contestas: « Falta poco para que suba la marea»

  22. VELADAS CON LA MUERTE EN LA MINA
    Horas sin sol, sin apenas aire y con la única compañía de una tenue luz; el repicar de los picos es la melodía más común en tan dantesca escena, a veces le acompaña una voz rota que canta canciones de compañeros perdidos en los abismos de la mina.
    Aunque estamos codo con codo, y el sudor empapa nuestro cuerpo como agua negra, hay días que sin apenas darte cuenta desaparece un compañero, sin entenderlo; como si una bola de fuego lo calcinara y lo hiciera desaparecer. Y tú con lágrimas en los ojos lo asimilas, sabiendo que la mina dicta su propias reglas y piensas con pena que por un puñado de hierro poco vale una vida.

  23. Salvador Esteve

    EL FINAL DEL TÚNEL

    Espada contra espada, despojos de gloria.
    Cañones rugiendo, cuerpos en silencio.
    Bayonetas caladas, jornaleros de muerte.
    Balas volando buscando al hermano.
    La tierra acoge al hierro, cárcel de sangre.
    Pecados a fuego y agua expiados.
    Espíritus de fortuna anhelando la luz, ¡despertad!

  24. Blanca Oteiza

    Sin testigos

    El agua resbala por el cristal de tus pupilas que clavan la vista en el humo que fue fuego antes de la lluvia. Ves cómo se retuerce, como hierro fundido, en las sombras que proyectan las luces del ocaso. Grita, aunque no te importa, ya no. La observas con la prisa de quien detiene las manecillas del tiempo. Agujereada, dolida, partida en mil pedazos. Le das la espalda cuando ves su silueta inmóvil bajo las estrellas de una noche que no quiere mirar.

  25. Blanca Oteiza

    Decisión

    El fuego de tus ojos me abrasa cada noche. Cada vez que llegas a casa me marcas con el hierro del miedo que me paraliza y enmudece, como el ganadero a su res.
    Esta noche, en cambio, te espero con un jarro de agua fría que apague tu llama y cierre mi herida.

  26. NI PATRIA NI POTESTAD
    Iba a ser una cena muy especial. Habían llegado hasta los primos y los abuelos de Francia y sabíamos que ya nunca volveríamos a coincidir la familia al completo. El agua, en la olla grande de hierro, al fuego, empezaba a borbotear reclamando sustancia. Ninguno recordaba la última vez que habíamos comido carne. Sin embargo, cuando ya empezábamos con los preparativos llegaron los funcionarios de Servicios Sociales con la orden judicial y todo se fue al traste. Intentamos convencerles de que pospusieran su cumplimiento, les argumentamos, les suplicamos, les amenazamos; nada, todo fue inútil, no hubo manera. Al final se llevaron a Javito, que era el único que no parecía contrariado. Esa noche solo tomamos la guarnición.

  27. Desbarate
    Cuando el orfebre la vio por primera vez se encaprichó. Se encerró en su taller. Era difícil modelar el metal hasta dar con aquella nariz de línea celestial y acentuar las mejillas que albergaban hoyuelos, dibujar unos labios carnosos tan lejanos de la frialdad del hierro. Tardó en cruzarse de nuevo en su camino. Para entonces tenía terminado el busto. Se dio cuenta de que, aparte de no parecerse a su estatua, iba colgada del brazo de otro hombre. Metió la obra malograda en el horno de la fragua. El fuego se ensañó durante horas con la figura. Fuera, en la calle, el agua de la lluvia era una cortina.

  28. Begoña O. Cotero

    UN HIERRO NO TAN “DULCE”

    Cada vez que se alejaba de casa sentía un cierto desasosiego que le golpeaba por dentro.
    Su inquietud despareció el día que llevó a cabo su genial idea.
    Mientras rebaba la pieza, para que no se corte los labios, una sonrisa de satisfacción se dibuja en su cara. No ha sido una tarea fácil pero ha merecido la pena soportar un fuego de 1.200ºC para eliminar el agua de la vena. Machacar y cribar el mineral calcinado para conseguir más pureza y facilitar su fundición en el horno para conseguir el “hierro dulce”.
    Pero a partir de ahora, con aquel cinturón de castidad, ya podía dormir tranquilo.

  29. María Rojas

    Encantamiento

    Cades apareció tendida sobre un charco de agua frente a la ferrería. Un forjador le exploró el corazón y dijo que parecía moldeado en hierro y que latía igual que los de las mujeres amadoras. Después llegó el muchacho traga fuegos que vive en el molino y, de una llamarada, levantó a la mujer. El inspector informó que era un caso difícil de resolver, ya que estos bosques están rodeados de cuevas habitadas por seductores duendecillos.

  30. María Rojas

    Alma negra

    Vibra en su mano de hierro la motosierra. Toda maldad y violencia.
    Las chispas de fuego tiemblan altaneras en el aire y en el agua.
    Descuartiza, silencia, destroza: cuerpos, ilusiones, naturaleza.

  31. DE HIERRO Y PLATA
    El amor entre un soldado de hierro y una sirena es imposible por cuestiones obvias. Pero la imaginación de un escritor medio loco fraguó la loca historia de su enamoramiento y soldado y sirena tienen que conformarse con ardientes miradas. Las de ella están hechas de fuego y han terminado fundiendo el cuerpo de él que, derretido a pie de playa, fue devorado por las olas. El orate que creó la historia no se dignó nunca contar el final, pero dicen los vecinos del lugar, que desde entonces el mar aquel luce un extraño tono ferroso con reflejos de escamas plateadas.

  32. Perdón, no puse «agua»

    DE HIERRO Y PLATA
    El amor entre un soldado de hierro y una sirena es imposible por cuestiones obvias. Pero la imaginación de un escritor medio loco fraguó la loca historia de su enamoramiento y soldado y sirena tienen que conformarse con ardientes miradas. Las de ella están hechas de fuego y han terminado fundiendo el cuerpo de él que, derretido a pie de playa, fue devorado por el agua. El orate que creó la historia no se dignó nunca contar el final, pero dicen los vecinos del lugar, que desde entonces el mar aquel luce un extraño tono ferroso con reflejos de escamas plateadas.

  33. “SUEÑOS DE GRISÚ”

    Todos los días, una jaula de hierro sepultaba nuestros sueños. El día se convertía entonces en noche cerrada, sin estrellas y sin aire. Pero aquel día (aquella noche), cuando intentábamos contener una vía de agua, las entrañas de la tierra escupieron fuego y tuvimos que interrumpir nuestra jornada.

    De vuelta a casa, un personaje enjuto y bien vestido, me recibió en el ascensor con una sonrisa.

    ─Buenos días.
    ─Arriba, por favor. ¡Ah, y no se le ocurra hablar del tiempo!
    ─¡Vaya! Tiene usted mala cara.
    ─Un mal día, solo eso.
    ─Ya puede apagar la lamparilla.
    ─¿Me ayuda? Este dolor… me está matando…

    Poco después, sobrepasadas las últimas nubes, desapareció por completo aquel maldito frío y la presión en mis pulmones.

  34. Alberto Benito

    TRAS LAS HUELLAS DE UNAI (VIZCAÍNO EN CADES II)

    Tristán, apasionado del hierro, iba a cumplir su deseo de conocer la Ferrería en la que murió calcinado su tatarabuelo Unai.

    Estaba en Cades, a orillas del Nansa. Compró su entrada, y quiso reservar una noche en alojamientos de la zona que le habían recomendado.

    Lo intentó en Senderos del Agua, pero ese fin de semana había un ENTCuentro de escritores y no quedaba ningún apartamento libre. El Molino de Bonaco también estaba repleto; acababan de reservar su casa Fuego, la última que quedaba libre. Los escritores habían arrasado, no quedaba ni una habitación en la comarca.

    Llamó a la Ferrería para devolver su entrada, pero al enterarse que era tataranieto de empleado, le reservaron la “suite” del maestro ferrón.

  35. CONDUCTAS APRENDIDAS
    Despacio asomo la punta de la lengua entre los labios hinchados para lamer la sangre que escurre de la cortadura. Sabe a savia nueva y a hierro. Mi imagen se me ofrece multiplicada en las gotas de agua que suda el espejo y comprendo entonces que nunca he estado sola. Como tantas otras veces, él se ha saciado y ha bajado a la calle, pero mi hijo no para de chillar aferrado a mi pantorrilla. Y estoy cansada. Una zarpa rasga la envoltura de algodón que defiende mi cerebro, y lo lanza sin freno entre ambas sienes. De una feroz patada me libero y lanzo al crío al suelo. Ahora yo también entiendo el fuego.

  36. ERUPCIÓN
    El cojo Vulcano derrite su despecho en la fragua, que ha avivado con el fuelle de la furia. Su esposa, la hermosa Venus nacida del agua, y el poderoso Marte, cuya armadura él mismo le forjó con hierro dulce, son descubiertos en trato adúltero y desterrados al fuego por su potente brazo. El cuerpo blanco de la diosa se sublima en vapor casi instantáneamente; tan sólo permanece suspendido en el aire un aroma virgen que escapa por la chimenea. El crisol frío atesora la amalgama pura del deseo de aquel que domina los volcanes, los huesos del guerrero amado que le traicionó doblemente sin quererlo.

  37. BOLA DE SEBO

    «¡Vamos, gordo, te toca!» Le dieron varias vueltas y le pusieron un bate de HIERRO entre las manos. «¡Venga, inútil, que los tienes delante!» Y otra vez las risas, los insultos… el ridículo. Un sudor de FUEGO recorrió sus venas, resbaló por su frente, empapó la venda de sus ojos y se concentró en el bate. Se adelantó unos pasos. Hubo un golpe seco y un líquido pegajoso le salpicó la cara. Silencio. Vino otro golpe, y otro, y otro… eran golpes rotundos que lo excitaban y sumergían en una borrachera de liberación como nunca había sentido. No podía detenerse. Disfrutaba. Podrían ser melones, botijos de AGUA, piñatas o… quizás cabezas, pero ¿quién podría culparle teniendo los ojos vendados?

  38. María José Escudero

    MEDIEVAL
    Aquel día aciago, las nubes se tiñeron de rojo al caer la tarde. Y, mientras sus lágrimas se fundían en el agua silenciosa de la alberca, una muchacha moría lentamente en la Casona con un hierro clavado en las entrañas.
    Era un hombre corriente. Sólo por ella tuvo, alguna vez, fuego en la mirada. Pero regresaba lastimado de la guerra y, al verla danzar feliz en el sobrado, con el vientre prendido y el pecho rebosante, sintió un dolor que le ultrajaba y, cegado, ejecutó a su mujer. Después se arrojó sobre su hermano.
    Un olor a desengaño se propagó por el Valle y, como un fantasma mutilado, regresó a las Cruzadas con su lanza, su blasón y su caballo.

  39. María José Escudero

    CITA EN LA FRAGUA
    Él era un hombre de hierro. Ella, clara como el agua. Él la perseguía, ella lo buscaba. Fuego eran cuando se encontraban.

  40. Laly Del Blanco Tejerina

    PACTOS

    El llanto del recién nacido es la señal para encender el fuego. Debe hacerse bajo el solitario árbol que corta el horizonte desde siempre, sacrificando una de sus ramas.
    Ungen la frente del pequeño con ceniza de la hoguera y marcan en su pecho con hierro incandescente la señal :O: Unas gotas de agua del manantial maldito que riega sus raíces, cauterizarán la herida del nuevo inmortal.
    Al oscurecer, el Árbol del Diablo ya no esta tan solo. Otra doncella pende de sus ramas mientras llegan los ecos, desde un poblado cercano, de un tañido de campanas.

  41. Su última voluntad

    ¡Ay cariño, qué dilema tengo!
    El ánfora que habíamos acordado que te compraría… ahora, no sé si usarla para que Golfo beba agua o para guardar sus chucherías;
    ¡Es tan bonita y tiene tan buena pinta…!
    Espero comprendas, que no quiera desperdiciarla para el fin que pretendías darle. Pero tranquilo, que no soy tan desalmada —aunque a veces parezca de hierro—, pues tengo in mente como grabado a fuego, del pánico y de tu exacerbado pavor a que te echasen tierra encima… antes, taparé tu cara con una toallita.

  42. javier palanca

    Aires difíciles

    Antes solo llovía agua. Leí que a veces también lo hacían ranas, pero yo siempre lo esperé sin suerte.
    Eran los días en que jugábamos chapoteando en los charcos o haciendo navegar en ellos barcos de papel o cascaras de nuez.
    Ahora que llueven sapos venenos y víboras de fuego, intentamos seguir jugando entre hierro y cascotes para sobrellevar el momento, aunque cada vez seamos menos.
    Madre dice que, a no mucho tardar, todo será como antes, pero sus ojos parecen trazar un duro camino que nos llevará a tierras lejanas y tal vez poco hospitalarias por su tendencia al olvido.

  43. Inexplicable
    Cuando mamá desde el sofá, ahogó un grito y aseguró que no podría terminar la mantilla rosada que tejía, papá no le prestó atención. Pero, cuando dijo que había roto aguas, se puso en pie como un resorte de hierro.
    ¿Cómo se rompe el agua? ¿Con fuego, quizá? Llamaron a la tía como hacen cuando quieren quitarme de en medio. ¿Ya va a nacer Raquelita? pregunté entre idas y venidas. Apenas pude darles un beso antes de marchar.
    Tampoco me explicaron nada cuando mamá regresó a casa con la mirada perdida. Menos aún, cuando la encontraron tirada en el patio de luces. Supongo que ella tampoco entendía por qué Raquelita no ha querido venir a casa. Pero no lo sé.

  44. Día de limpieza
    Cuando a mi madre le ataca el síndrome de la limpieza general, no solo nos saca de la cama un sábado a las ocho de la mañana. No, además tenemos que ayudar.
    Entonces colgamos el mundo de la soga del patio. Pero antes barremos playas, encausamos cursos de agua, destapamos volcanes, apagamos el fuego de los bosques y recogemos ciudades. Con el polo norte hacia abajo, los primeros en gotear son los osos blancos. Después, todas las especies forman un colorido charco sobre las baldosas. Jirafas, hipopótamos, cebras y por último los pingüinos.
    Al terminar el domingo todos estamos agotados, pero ella, con su plancha de hierro en la mano, aún espera a que el mundo termine de escurrir.

  45. PROBLEMAS COTIDIANOS DE FÍSICA CUÁNTICA:

    Compruebo la temperatura del agua de la bañera, antes de dejar al niño jugando con su patito de goma. De un salto, me planto en la cocina a tiempo para remover la sopa que había dejado en el fuego. Salto y regreso frente al ordenador, donde parpadean datos de mi último experimento en el acelerador de partículas. Salto, pero tropiezo con la pata de la cama —de hierro —y me hago puré el dedo gordo del pie izquierdo. Cuando intento saltar de nuevo, me sorprende una lluvia de electrones escapados del laboratorio. Salto una y otra vez, me teletransporto a la velocidad de la luz: cocina, laboratorio, bañera. Mi hijo ríe al verme empapada. La sopa se ha quemado.

  46. Ton Pedraz

    MALOS TRATOS

    Deseaba hacía tiempo que le tocara.Sospechaba que no iba a ser tan traumático como vivir. Cerró los ojos y, mientras se desvanecía, dejó absorberse por la oscuridad. Y por la luz. A continuación no fue nada. Si acaso ondas, de las que reverberan sobre el agua tras lanzar una piedra.
    Aunque el silencio se rasgó de repente. Justo antes de sentir cómo una voz se propagaba hacia ella. Si no llega a ser por el fuego que anidaba en aquella mirada, no le hubiera reconocido. Había transcurrido tanto tiempo. La pista definitiva, se la dio el punzón de hierro que él, todavía, llevaba clavado a la altura del corazón.

  47. Pintor Muñoz Fco. Javier

    CONTINUIDAD

    Dejaba correr el agua sobre su cuerpo. Había vuelto a tener aquella extraña pesadilla. Un incendio atroz lo atrapaba en un comercio, el fuego envolvía los cuerpos de quienes le acompañaban. Gritaba desesperadamente, y… nada más, la sensación de pánico que le invadía cuando despertaba súbitamente. Las gotas conducían ese pavor al olvido. Su trabajo -técnico en prevención de riesgos laborales- le ayudaba a desprenderse de la imágenes nocturnas. Hoy no, un caso de estructuras de fibras finas de hierro que habían entrado en ignición mezcló visiones. Y recordó, se vio en la cama de un hospital, y puso nombre a aquellos cadáveres,… Las lágrimas recorrían su rostro cuando entendió la irremediable soledad que precedía sus sueños.

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