Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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105. Ladrones de sombras

Cuerpos y sombras pasean por la ciudad en perfecta coordinación, pues es un día soleado y alegre, uno cualquiera de primavera. Las sombras, ágiles y livianas, siguen los movimientos de sus dueños con precisión quirúrgica, aunque permanecen alertas. Saben que en cualquier momento podrían ser separadas de sus cuerpos. Si esto ocurriese, producirían un especie de grito, un sonido metálico entre el dolor y el placer, parecido al maullido de un gato en celo, que nos pondría los pelos de punta. Si pudiésemos oírlo. Porque no podemos. Porque solo las sombras son capaces de escuchar a las sombras. Entonces todas ellas, siempre tan dóciles, tomarían la iniciativa y se girarían hacia el lugar de donde proviene el grito, descoordinándose de sus cuerpos durante unos instantes, sin que nos diésemos cuenta. Muchas intentarían taparse los oídos; otras se encogerían; algunas se estirarían buscando esconderse debajo de los coches, hasta que poco a poco todo iría recuperando la normalidad y antes de que nos hubiésemos dado cuenta ya estarían reproduciendo otra vez nuestros movimientos. Será unas horas más tarde cuando alguno de nosotros empiece a echarla de menos.

2 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Las sombras, esas figuras paralelas que también viven en un mundo paralelo, no son tan diferentes de los dueños que dibujan sus siluetas con su cuerpo. También pueden expresar temor, hasta gritar, son capaces de coordinarse, de tener alguna iniciativa propia y de preocuparse por una semejante que ha sido robada. Me pregunto cuánto puede tardar un humano en echar de menos su sombra. Peor aún, quién o qué y con qué motivo se ocupa de robarlas.
    A partir de algo tan cotidiano que ni le prestamos atención, has recreado un universo propio, con sus problemas específicos, que genera inquietud.
    Un abrazo, Ernesto. Suerte

  2. El mundo de las sombras, ese mundo aparte y tan cercano a la vez, qué bien dibujas sus sensaciones, sus sentimiento, ellas también tienen miedo a ser desgajadas. Pero ¿Y nosotros? ¿Qué pasa con el humano que ha sido despojado de su sombra? Me dejaste intrigada.

    Saludos Ernesto, buen relato, mucha suerte con él.

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