Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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50. Maniquíes

Mi afición a la taxidermia llegó por contagio en una casa que parecía el arca de Noé. Recuerdo especialmente la felicidad de madre cuando nos traían ardillas.

––¡Cuidado con los perdigones! ––nos decía mientras comíamos el arroz. Bueno… para qué contaros cuando entraban cárabos, milanos, zorros o abubillas.

Y allí, en la penumbra del taller, rodeado de cuchillos, alambres, bórax, ojos desparramados por la mesa y cabezas de animales atravesando la pared, me transmitió padre su pasión. Tendríais que haber visto su elegancia con el bisturí, su deleite curtiendo las pieles, la precisión para oprimir el pecho de las lechuzas vivas y pararles el corazón sin estropear las plumas. Luego modelaba sus nuevos cuerpos con viruta y bramante; los cosía y pintaba hasta darles una expresión mística, mientras ellas retorcían su espíritu sobre las cepas de parra. Una expresión que nunca pudo conseguir con el mármol o los lienzos, en sus años de juventud y de bohemia; y es que padre siempre fue un artista.

Desde hace tiempo, llevo el taller en solitario y me consta que, tanto padre como madre, estarán orgullosos de mí. Lo sé. Lo noto en sus ojos de vidrio que me observan desde la vitrina.

22 Responses

  1. Gracias, Juan. Te eché de menos el mes pasado, porque sabes que te busco, te persigo.
    Un abrazo. Y no pude comentar tu «turuvelántropo», no por tiempo, sino porque me supera. Necesito «massss» lecturas.

  2. Towanda

    Hola, Luis.

    Vaya con tu taxidermista. Pudo más la afición por la taxidermia que el amor a sus padres. Confío en que los disecara de modo diferente a la lechuza.
    Jó, qué bueno, Luis.
    Me encanta.
    Un abrazo y muchísima suerte.

  3. Gracias, Towanda. ¿Recuerdas que en la quedada, me daban ganas de utilizar mis artes taxidermistas? Je, je. ¡Cuánto genio allí reunido, y especialmente en nuestra mesa!
    Por cierto enhorabuena por tus recientes éxitos. Ya te he visto en alguna foto de Aluche. Yo no tuve tiempo para hacer un relato tan largo.
    Besitos.

  4. Qué felicidad la de tu personaje, Luís, haciendo un trabajo que le entusiasma bajo la mirada orgullosa de sus progenitores. Una imagen muy tierna. De maestro. Enhorabuena y suerte.

  5. Hola, Edita. No creas, hay quien guarda a sus ancestros en un jarrón presidiendo el salón, y mi protagonista quería que le acompañaran mientras viviera. Viviera él, claro. En ese sentido sí puede ser una historia «tierna», como dice Rafa. ¿El fin justifica los medios?
    Un abrazo.

  6. Ángel Saiz Mora

    Vaya monstruo peculiar que has creado, Luis. Por un lado hace pensar en lo mucho que quiso a sus progenitores y en cuánto los echa de menos, pero por otro su conducta no deja de ser extraña; no quiero ni pensar lo que puede suceder el día que le guste una chica y quiera retenerla a su lado.
    Un abrazo y mucha suerte

  7. Mar Horno

    Luis, que casualidad, el mismo tema, jajaj. Es que mi tío era taxidermista y toda la familia tenía algún zorro con paloma o un pato. Y a mí me daban un miedo… Mucha suerte

  8. Ton Pedraz

    Todo un experto, ese personaje tuyo, en cometer atrocidades. Lo cierto es que la taxidermia se presta.
    Mucha suerte.

  9. Hola, Mar. Mis padre lo era. Aunque oficialmente lo era mi madre, porque mi padre no podía ejercer (por dedicación exclusiva a la Guardia Civil). Ha muchos rasgos de verdad en mi historia, como lo de las ardillas. Yo he vivido historias que son verdaderamente merecedoras de relato. Había por ejemplo (no sé como lo hacía), un cazador que nos traía rapaces vivas.Siempre me dijeron que las cogía a lazo. Supongo que colocándolo alrededor del nido… En fin, aprendí bien la técnica y supongo que podría hacerlo ahora… si tuviera estómago.

  10. Menudo elemento tu taxidermista,un verdadero monstruo del disecado,se atrevía con todos,fue un buen alumno,aprendió bien la lección.Lo que no sabemos es si los mató antes de disecarlos, o se murieron ellos solitos
    Besos Luis.

  11. Hola Puri. Pues depende de lo monstruo que quieras que sea. Imaginemos que la crisis provocó un bajón en sus encargos. Imaginemos que quería ensayar nuevas técnicas. Imaginemos que pilló una rabieta con sus padres. Imaginemos que, por la intención de conseguir el premio nacional de escaparatismo, probó nuevos elementos. Imaginemos que se lo dieron. Imaginemos que a partir de entonces le llovieron los encargos. Imaginemos que los grandes almacenes que ocupaban el edificio de enfrente le pidieron una serie de maniquíes con la misma naturalidad y realismo (consiguiendo de paso dimensionar su plantilla). Imaginemos…
    ¡Malditas 200 palabras! Por cierto, ni una más ni una menos.
    Besitos, Puri

  12. Mª Belén Mateos

    Estupendas 200 palabras. Se nota tu arte y sabiduría en el mundo de la taxidermia. Terrorífico y genial relato que te deja helado con ese final de ojos vidriosos.
    Un abrazo

  13. Gracias, Mª Belén. También mis ciervos, que se asoman impotentes a través de la pared «se están fumando un cigarrillo de tregua con el tiempo», como dices en tu relato. Un cigarrillo eterno.
    Suerte, Belén.
    Bsss

  14. Me parece un micro de manual. Lo tiene todo. Además lo has vestido de gala con esa capacidad de detallar que lo acaba haciendo tan redondo. Lo has dejado muy arriba. Mucha suerte para subir ese último escalón. 🙂

  15. Pues qué decirte, Juan Antonio. Estoy tan encandilado todavía con tu «monstruo», que tu comentario me sube la moral de una forma especial. Un relato candoroso, natural y escrito con maestría. Ese es un relato.
    Abrazos.

  16. Jo, siempre me ha puesto los pelos de punta todo lo que tiene que ver con la taxidermia. Tu relato es magnífico, tiene una tensión y un ritmo que atrapa. Me voy corriendo antes de que me diseques. Un abrazo.

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