20. Naturaleza inocente
Una niña sentada en el puente con los pies colgando me observa con ojos inquietos. Le llama la atención el manto de piedras pulidas, los destellos que desprenden cuando reflejan la luz del sol. Levanta un brazo y hace un gesto como si imaginara tocarlas, notar su tacto suave. A su vez, yo la contemplo admirada por su curiosidad sin límites, me intriga su capacidad para asombrarse con las cosas más elementales. De repente, se acerca a mí y, llena de júbilo, la llevo en volandas como un tobogán, en constantes subidas y bajadas, inmersas en una avalancha de gritos y adrenalina, hasta que al fin, la acerco a las piedras. Primero las roza con la punta de los dedos. Luego, un impacto violento quiebra su cráneo para acabar flotando inerte a la deriva, envuelta en una bruma roja. Cómo iba yo a saber, siendo agua en descenso perpetuo, que caer pudiera ser un gesto involuntario. O cómo una niña iba a sospechar que una corriente en la que tanta vida fluye, ocultara tan bien la muerte.
Bravo, Lluís. Me ha dejado helada. Me encanta que los micros me hagan sentir así.
Te agradezco la lectura y tu comentario, Alicia. Como ya sabrás, cuando uno escribe no hay nada como saber que un micro ha sido capaz transmitir sensaciones a los lectores. Un abrazo!
Lluís, en el relato fluía la belleza y de repente nos golpeas con un final inesperado.
Mucha suerte.
Besos apretados.
Gracias Pilar. Como leí ahora no recuerdo a quien, «la naturaleza es tan ciega cuando da la vida, como inocente cuando la destruye». Mucha suerte para ti también. Besos!!
¡Me encanta ese final! Me parece aterrador y perfecto a partes iguales. Inocencia de la niña e inocencia del torrente de agua. Un gran micro. ¡Mucha suerte!