Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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106. ODILE, Baja California Sur, México. 15/10/2014 (María Ordóñez)

Después de la batalla, todo estaba desgarrado en las calles, el monte, el mar. Un gigante de miles de brazos y enormes dedos destructores, había asolado el paraíso.

Los habitantes salieron de sus escondites llorando de aflicción. Agudos y estruendosos silbidos les habían perforado los oídos. Las ramas y hojas que aquél monstruo arrancó de los árboles, los dejaron casi ciegos. El agua que escupía por sus fauces, se metió en sus casas y arrasó con parte de sus vidas. Parecía no haber futuro cuando amaneció.

Aunque Abel, el bendecido, sabía que no había de preocuparse, sus daños serían reparados y su hacienda restablecida. Como siempre. Caín, por el contrario, sabía que tendría que salir a recoger los mendrugos que dejaría caer su hermano, para levantar su choza y seguir sobreviviendo. En la miseria. Como siempre.

Dios no estaba o tal vez sí, tapando los ojos a la señora Justicia para que no viera ni lo malo, ni lo bueno. No como todos creían, que para que actuara en equidad. Y el monstruo regresaría, quizás no como ahora, cuál huracán, pero sí como siempre,  dando más a quién más tiene y quitando hasta los sueños a quien nunca tuvo nada.

31 Responses

  1. Sabía que ese terrible huracán que acabáis de sufrir te iba a inspirar una buena historia. Profundas reflexiones sobre la injusticia de que siempre sean los mismos los que se llevan la peor parte.
    Suerte María y un abrazo fuerte.

  2. María

    Muchas gracias amigo, por tu constante aliento y por creer en mí. Recordando a nuestra querida maestra Emilia que nos enseñó que debíamos de aprovechar el momento de conmoción para poder iniciar un relato. Lo que pasó fue terrible, pero saldremos todos adelante… unos más, otros menos… Ni modo, Rafa, así es esto! Un abrazo grande!

  3. A veces se dice que los pobres, tras el desastre, no pierden nada porque nada tienen. Pero eso es un consuelo de ricos, que pierden todas sus propiedades. Pero estos se rehacen pronto; aquellos viven subsistiendo. Muy buen relato.
    Un saludo
    JM

  4. dannielirazu@gmail.com

    Una tormenta que caracterizas antropomórfica y te sirve para describir sus consecuencias sociales. También aludes a la injusticia previa al huracán y no remediada después. Es una crítica contenida; sujeta a desesperanza, tal vez por la mención a Dios y a los hermanos bíblicos.
    P.D. Creo que escribes lejos de aquí, con giros de allá, y hay una frase que no entiendo: «No como todos creían, que para que actuara en equidad».
    Saludos.

    1. María Ordóñez

      Gracias por tu comentario Daniel. El drama es como lo imaginas. Respecto a la frase, me refiero a que a la Justicia se le vendan los ojos, no como todos creían, con el fin de que actue equitativamente… Estos giros: que para… dizque para que…dizque que para que, son muy mexicanos. Es un recurso para representar la duda ante lo que se expresa: Él, dizque trabaja… quién sabe de dónde saca el dinero… Bello nuestro idioma, que ha encontrado en cada lugar, nuevas formas de representar lingüísticamente, realidades muy diversas. Un abrazo desde México. María

  5. Ángel Saiz Mora

    Muy bien identificada como batalla la idea del tifón, tormenta o huracán. No me menos lúcida resulta la dicotomía entre Caín y Abel, presentado como el que tiene todo y nació de pie, frente a quien se le niega hasta el aliento, así es normal que se termine enfadando, aunque llevarlo al extremo de matar a su hermano le afee toda solidaridad que pueda causarnos como personaje.
    Buen relato, María.
    Un saludo

    1. María Ordóñez

      Muchas gracias Ángel. Te cuento: después del desastre en nuestra comunidad, vino lo peor puesto que se presentaron actos vandálicos como robos a tiendas y viviendas. Algo inusitado en una región calificada desde siempre como el lugar más pacífico y seguro de México. Todos se preguntan ¿de dónde salió esa gente? ¿De dónde salieron esos sentimientos nefastos que los hicieron robar y agredir a su «prójimo». Insulsa pregunta. El abismo entre los extremadamente ricos y los extremadamente pobres, en México y en nuestros países latino americanos es insondable. El resentimiento social ante la tremenda corrupción, permanentemente impune y perversa, tenía que encontrar un cauce para su salida. Esta fue la ocasión. No sé quién es más malo, quien roba permanentemente, escudado en su fuero y su poder, o quién en una situación desesperada reacciona de acuerdo a la nula educación que ha recibido por la nula oportunidad de mejorar la manera en la que vive. Un abrazo.

  6. María José

    Buen relato, María.Siempre son los mismo los que pierden, siempre la misma injusticia, en cualquier parte del planeta. Esa oración de «los ricos menos ricos, los pobres menos pobres» no sirve ni para decorar la choza de Caín. Mucha suerte. Y un abrazo.

  7. Curiosa manera de hilar la batalla contra un desastre natural, con la realidad de que los pobres son siempre los que más sufren en cualquier situación. Y de paso recuerdas que el buen dios se tapa los ojos ante tanta injusticia.
    Todo un relato de concienciación social, original manera de tratar el tema del mes.

    Saludos

  8. Isabel

    María, qué bien nos haces ver el modo en el que afecta a cada uno la tragedia. Lo que uno siente un rasguño para otro es una ruina. Y esa pregunta: ¿Dónde está Dios ante tanta injusticia?…Espero que algún día tengamos la respuesta.

    1. María Ordóñez

      María Jesús, agradezco tu comentario. La gente suele referirse a esta parte de nuestra península como «el paraíso». En muchos aspectos lo es. Un abrazo grande.

  9. Lorenzo Rubio

    María, son muy buenas las metáforas que has usado formando una alegoría del huracán y cómo no afecta del mismo modo a unos y otros según la suerte o sus recursos ante estos gigantes. Solo he advertido por ahí una coma entre sujeto y verbo en el primer párrafo que creo que no toca y una tilde por ahí en aquél, te lo digo por si le quieres echar una revisión. Pero destaco que es muy bueno tu relato.

  10. María Ordóñez

    Lorenzo ¡eres un sol! Mil gracias. Claro, mi aquél, es un adjetivo determinativo y no tiene por qué llevar acento. ¡Madre Santa! creo que me pasa mucho, también se me escapa de la misma forma en éste… Y la coma. Así es. También es un error muy recurrente en mi escritura. Te agradezco infinitamente que me lo hagas notar. Estaré más atenta porque cómo se me antoja esa coma siempre, para recalcar lo que digo del sujeto, pero es verdad que la regla no lo permite. Gracias, gracias. Ya lo digo siempre: todos ustedes son magníficos escritores y aprendo día a día con los magníficos relatos que publican y sus comentarios tan valiosos. Ahora estoy de viaje y llevo así todo el verano. No he podido dar seguimiento a la página y apenas veo cómo le fue a mi texto, pero ya llegaré a casa y me pondré al día. Un abrazo enorme, Lorenzo!

  11. Salvador Esteve

    María, qué bien has reflejado las desigualdades sociales aprovechando una batalla de la naturaleza, que hace aflorar más si cabe estas injusticias. Muy bueno. Abrazos.

  12. Sí, las desgracias no afectan por igual a los ricos que a los pobres. Los primeros siempre tienen ventaja hasta en la peor de las adversidades. Aquí tenemos un refrán que dice «A perro flaco todo son pulgas» que va en el mismo sentido. Me ha gustado mucho tu manera de denunciar las diferencias entre unos y otros a partir de una catástrofe natural. Suerte y saludos, María.

  13. Había una canción de un grupo llamado Barón Rojo. Creo que era así: la biblia cuenta una historia, de un Dios terrible dictor. El drama de dos hermanos, el justo y el traidor…
    Me la has recordado con este texto lleno de tan buenas metáforas. Mucha suerte 🙂

  14. María Ordóñez

    Hola Juan Antonio. Gracias comentar y gracias por la referencia. Buscaré la canción. Nada como el arte para expresar con realismo crudo, aunque sea metafórico, lo que sucede en la vida. Un abrazo grande!

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