Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

83. Dulce final

Cada día discuten y luego se reconcilian en la cama, hasta hacer temblar los cimientos del edificio en el que malviven. Sin embargo, hoy no hacen el amor. Hoy, tumbados desnudos, sólo se miran a los ojos en silencio, nariz con nariz. Sonríen llenos de complicidad, olvidándose de todo lo malo, incluidas las molestas gomas de los brazos, mientras esperan, espe… ran, esp… 

82. Crisis (Aurora Rapún Mombiela)

La funcionaria y el doctor se encuentran de madrugada en el ascensor. Ella lo observa disimuladamente. Le parece que tiembla, pero puede ser una interpretación errónea. Como cuando le bajó un bizcocho tras lo que creyó que era una insinuación. El doctor sale en el tercero sin despedirse siquiera. Cuando las puertas se cierran, las golpea con el puño apretado. En el recibidor de su casa, el bizcocho, ya endurecido, lo mira con desprecio. La funcionaria continúa hasta el séptimo. Sobre el mueble de la entrada, brilla su antigua alianza. Juraría haber visto a su gemela en el dedo anular del doctor. Pero podría equivocarse, ya le ha ocurrido antes.

81. DÉJATE CONQUISTAR

Él sabía mucho de pérdidas de seres queridos. Por eso su mirada, otrora capaz de derretir un corazón frío y llenarle de alegría, se había vuelto triste.

Hasta que llegó ella, altanera, indiferente, seductora, bellísima. Sus miradas apenas se cruzaron unos segundos pero fue capaz de animarle el día. Siempre había sido muy enamoradizo, pero esta vez Cupido le había producido un boquete.

Pasaron varios días sin verla. Llegó a pensar que había sido una ensoñación. Le irritaba no poder recordar con claridad aquellos ojos verdosos, rasgados y con un toque malicioso.

El día de la fiesta, se reunieron todos los residentes en el jardín. Las fuentes funcionando y las plantas y flores, crearon una atmósfera romántica y de bienestar. Los ojos vivarachos de él saltaron de júbilo cuando ella apareció, vibrante, espectacular.

Él no pudo reprimir un ladrido de felicidad cuando la gata se puso a ronronear a su alrededor.

80. EL PROFESIONAL (Fuera de concurso)

Es superior a él y no sabe cómo gestionarlo. Tras todos estos años, y con una merecida buena fama avalada por numerosos premios, se siente desbordado. Durante su formación inicial le dieron herramientas para interiorizar los personajes y vivirlos con su mente y alma. Debía olvidarse de las experiencias propias, pues los papeles que le proponían distaban mucho de sus vivencias, y conseguía recrear un mundo ficticio para hacerlos aflorar en su manera de moverse, de hablar, de mirar… Sus ojos, definidos como los más expresivos de Hollywood, habían entrado en un saloon escrutando a los forajidos, dado instrucciones silenciosas en un sofisticado robo, mentido desafiando a un polígrafo y llorado recogiendo combatientes abatidos. Pero ahora, en la recta final de su carrera, es incapaz de mantener los ojos secos en la escena donde su compañera de reparto yace en la cama de una residencia. Esta vez puede inspirarse en sus recuerdos recientes. Y le va a la contra.

79. Ver con los ojos, mirar con el corazón

 

La niña jugaba en la alfombra con una legión de diminutas muñecas. Los abuelos sentados en el sofá, leyendo ella, resolviendo un crucigrama él, observaban con disimulo a la pequeña que era la luz de sus vidas. De improviso, la chiquilla giró la cabeza buscando los ojos del abuelo para dirigirlos a la zona alta del mueble, donde se guardaban los dulces. Como sin querer, el hombre se levantó para acercarse al armario y coger una tableta de chocolate. Con disimulo partió una onza y se la acercó a su nieta. La mujer obsequió a su marido con un prolongado alzamiento de párpados detrás de sus gafas; a la hija no le gustaba que le dieran golosinas entre semana.

Enseguida llegó la madre a recoger a su retoño que la recibió llena de alegría y ojillos traviesos. Una mancha oscura ribeteaba los labios de la pequeña y mientras los abuelos suspendían la respiración atentos a la reacción de su hija, la mujer miró a los tres y no pudo sino acercarse y abrazarles con una gran sonrisa.

78. Apariencias

Sentados en un banco ella leía, él la observaba. A ella se le resbalaron las gafas, él las recogió del suelo. Él se atrevió a decirle que tenía una pestaña en la mejilla. Ella se lo agradeció, sopló y se pensó un deseo. Hablaron en consonancia, del tiempo y de naderías. A ella le entró una risa tonta, él se ruborizaba. Él se creyó enseguida enamorado, ella se distraía. Le ofreció un cigarrillo, pero a ella no le gustaba el humo. Él quiso besarla. Ella le dijo quita y se apartó un tramo. El silencio se adueñó del parque y a partir de ahí ya no sabían. Ella consultó la hora y él le preguntó si se había dado cita. Antes de responderle apareció Clara que la envolvió en sus brazos y le regaló un beso apretado como los del primer día. Ella dejó el libro en el asiento. Él se refugió extraviado entre sus líneas. Mano en mano con su novia ella abandonó el sitio. Con alguna prisa.

77. Una segunda oportunidad

Absortos, observamos cómo se va consumiendo lentamente la vela que nos separa. La llama dorada se agita de un lado para otro con la alegría que hace tiempo hemos perdido. Al lado de la vela se encuentra el documento redactado por el abogado. Esos papeles que al firmarlos daríamos por concluidos diez años de matrimonio y como víctima colateral, la custodia compartida de una niña de ocho años. Analizo el documento recordando el pasado y sopesando el porvenir. Él le dedica una mirada amarga. Ninguno de los dos quiere ser el primero en coger el bolígrafo para estampar la rúbrica definitiva. ¿Cómo habíamos llegado a esa situación? Los dos teníamos parte de responsabilidad. Hacía tiempo que las líneas rojas ya se habían desvanecido para ambos. Fui yo la que di el paso al pedir al abogado que redactase ese escrito frívolo y contundente. Después de un largo tiempo de meditación, tomo los papeles y los coloco encima de la vela. Presenciamos cómo la llama los va devorando ferozmente. Él posa su mano sobre la mía sin decirme una palabra, lo miro entre las sombras y adivino unos ojos llenos de lágrimas.

76. La última bala (Borja Iglesias)

El padre y su hijo observan cómo las olas cargadas de ceniza rompen una tras otra en la orilla. Le pide que recuerde el momento más feliz de su vida. A lo lejos se distingue ya la horda de harapientos. El hombre empuña el revólver y le pide al niño que mire al mar.

75. Cuestión de espacio (Montesinadas)

A mi novio parece que no le encajo del todo. Lo miro a los ojos y en ese abrir y cerrar los párpados, adivino lo que me quiere decir: no soy yo, es el tiempo que todo lo mata. En mi cabeza no cabe que haya otra y pienso que la única razón por la que no entro en él como antes es mi talla. Esos kilos de más que he cogido, pocos, pero suficientes para que mis muslos queden atascados, aunque él abra mucho la boca. He probado al revés, primero un brazo, luego el otro, me agarro a su garganta y meto la cabeza, pero de caderas hacia abajo todo queda fuera. No hay manera, empieza a toser, se sofoca y me expulsa, por no decir que me vomita. Ya me avisó, hace poco, cuando empezó a trabajar en el nuevo instituto y me dijo que no tragaría con todo. En un último intento he pasado de cerca por su corazón y he comprobado que me miente. Muy acurrucadita, como una mosquita muerta, hay una chica joven muy delgada que se ajusta a la perfección a sus entrañas

 

74. Fui paciente (Jesús Miguel Valls)

Le pedí que abandonara mi cama. Ella se aferró a la almohada y dijo que no estaba dispuesta a abandonar su territorio, que ese era su mundo. Fui paciente, quise convencerla de que aquello no podía salir bien. Le miré a los ojos, pero ella me mantuvo la mirada con tal desprecio que el miedo sacudió mi cuerpo.

No sale del cuarto desde ese día. Por las noches no duerme, se desliza en mis sueños y cada día pierdo unos gramos y estoy más pálido. Cuando despierto todas las mañanas la encuentro a dos dedos de mi cara, mirándome impasible, con evidente repulsa.

Un día abrí la ventana, salí de la habitación y cerré la puerta con llave con la esperanza de que muriera o que se tirara por la ventana. Desde entonces no he vuelto a entrar en el cuarto.

Pasado el tiempo, conocí a una mujer que nunca preguntó por aquel cuarto cerrado. Dormíamos y hacíamos el amor en el sofá. Con los años tuvimos hijos que heredaron mi palidez y la fragilidad de mi cuerpo. Cuando, por casualidad, mi esposa me mira fijamente a los ojos siento un escalofrío que recorre mi cuerpo.

73. Dejar que pase un tren

Todos los días coinciden en el mismo vagón. A las 07:40. Todos. Con las mismas caras de sueño y el mismo silencio entre tanto ruido del metro. Pero hoy uno de los dos intenta que sus miradas se encuentren más que de costumbre. Hoy ha dedicado mucho tiempo al blanqueador dental y ha limpiado sus gafas con ilusión para que se vieran mejor sus ojos. Y los de ella. Hoy lanza una sonrisa cada vez que levanta la vista del móvil. Ella se fija en él. Cómo no hacerlo, si siempre está ahí, con esa cara avinagrada y su horrible sonrisa. Siente más asco del habitual. Odia esos dientes encalados en exceso. Y hoy, más. Hace tiempo que le gustaría decirle que deje de mirarla. Agradece que han llegado a una parada y un grumo de turistas se interpone entre ambos. Está harta. Desde mañana, se levantará diez minutos más tarde.

72. Miradas

Me acostumbré a descifrar miradas. A ver el enojo en los ojos de Lucía cuando entro mojado y le piso la tarima dejando charquitos. Creo que ella también comprende mi súplica callada de perdón.

 

Aprendimos a leernos la complacencia mutua, ambos mirándonos sin decir nada, cuando me quedo quieto en mi lado del sofá, ni un centímetro fuera de la manta que ella coloca para mí. «Si no, dejas marca, me dice».

 

Veo perfectamente en su mirada cuando se levanta de buen humor y ni siquiera hace falta que se acerque. Nos observamos en silencio mientras deambula por la habitación, vistiéndose, y yo sé que ese día va a ser de los buenos.

 

También sé que a veces tiene un día malo cuando me mira a los ojos e intuyo que está calculando el tiempo que llevamos juntos y cuándo nos despediremos.

 

Aún así yo amo cada centímetro que ocupa, estar a su lado y hacerla feliz. La quiero y eso nunca cambiará. Aunque esta mañana, por primera vez, haya sido incapaz de descifrar el mensaje cuando me ha abrazado y, con lágrimas en los ojos, se ha marchado dejándome atado a una farola en mitad de esta calle desierta.

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