Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

MAMIHLAPINATAPAI

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. Comenzamos el año con MAMIHLAPINATAPAI, el entendimiento con la mirada. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de MARZO

Relatos

55. Luna sangrienta

La luz resplandeciente de la luna llena iluminaba la noche mientras la familia se preparaba para emprender juntos una excursión por la playa al anochecer.

El anuncio de una de las tres lunas grandiosas y sangrientas del verano era la excusa perfecta para » hacer familia».

Emprendieron la marcha mientras el padre les narraba historias de «hombres-lobo» o «lobishome» como se les llamaba por aquellos contornos.

La charla derivó hacia leyendas como la «Santa Compaña» y el ambiente se transformó en algo mágico.

Cuando caminaban por las dunas de la playa notaron que alguien, a escasa distancia, seguía sus pasos.

El padre, atemorizado pidió que se callaran para comprobar si les seguían, pero sólo le respondió el silencio.

Continuaron su paseo con aprensión primero, y al ver que no ocurría nada, se relajaron.

De regreso cuando los niños inventaban hipótesis descabelladas y sus progenitores hablaban de problemas mundanos se oyó a su espalda un largo gemido, que no parecía proceder de ningún humano.

Los padres corrieron abrazar a sus hijos en un inútil intento por protegerlos.

En ese instante un animal de grandes fauces y rasgos humanos transformó una apacible noche de luna llena en una trágica jornada.

53. «Un Secreto Susurrado»

Existe una Bella Pradera.

Un Lugar inaccesible a no ser Que Hayas Sido Convocado.

Un Lugar en el que Los Árboles Guardianes y La Orla Espinosa del Bosque sellan Su Acceso.

Este Lugar Sagrado se descubre hoy Para Aquellos Que Han Oído Su Llamada: Seres Elementales, Duendes, Hadas, Elfos, Entidades Angelicales y demás Espíritus del Bosque aguardan a que El Claro sea desvelado por La Luna.

La Dama De Salom Se Hace Presente.

Las primeras hebras de La Gran Luna se enroscan perfilando ondas plateadas en Su Pelo y tejen sobre Su Cuerpo un delicado vestido de Luz nacarada y ambarina.

Camina descalza rozando sutilmente La Pradera para captar, cuidadosamente, El Último Rayo de Luna Llena que entierra en El Suelo.

Cada Invitado tiene Un Don que entregar. Y con cada Ofrenda va germinando y desarrollándose Una Planta De La Que Brota Una Flor que, henchida de Amor, segrega Un Néctar Ambrosía.

La Dama Habla:

«Sioa Dare Sei Dam Sereueieyye Tahj Ham».
«Sortidei Seiram Naradei Deam Carav Thturat»
«Sza Gnorodei Diahj»
Dharát»

(El Sol Conducirá Esta Información Al Agua Del Cielo.
Es Tiempo De Que La Valentía Humana Alcance Su Vibración Más Elevada.
Al Fin Comprenderán Lo Infinito.
Así Sea)

52. No habrá más lunas llenas (Juan Antonio Vázquez)

Enfiló el pedregoso camino que subía hasta el chamizo a pesar del cansancio que hacía languidecer sus párpados. La agitación y la claridad le habían restado horas al sueño pero también le habían llenado de razones el ánimo. Su abuelo la recibió sumido entre aromas de ajedrea e hinojo, al calor de los rescoldos, arrinconado entre piedras ancestrales, máscaras y cánticos de fondo.
 
Bashira le preguntó por qué ya no había estrellas, dónde se había escondido la nívea luz que solía quebrar las tonalidades azules que otrora tiñera la oscuridad del valle y quedó expectante de saber las razones por las que el día, de un tiempo a esta parte, no encontraba fin.
 
El chamán acogió a la pequeña en su regazo y dibujó con una rama en el suelo dos esferas, una grande y otra más pequeña; mientras, la niña se recostaba sobre su torso y cerraba los ojos.
 
Con voz pausada le explicó que el Sol se había enamorado y por eso  no se retiraba al crepúsculo. Que la Luna lo rechazaría pizpireta y que el orgulloso astro acostumbrado a regir planetas y órbitas, enfadado, los inmolaría a todos.
 
Al acabar de contárselo el viejo lloraba. Bashira dormía. 

51. Bajo la Caperuza (Patricia Mejías Jiménez)

 

Le atraía el color rojo. Así que fue tras ella. La perdió de vista al doblar la esquina. Miró hacia el cielo. En lo alto, la luna llena agudizaba sus sentidos. Podía escuchar el eco de corazón y pulmones contra la caja torácica. Hasta olía el reservorio  de deseos contenidos en medio de las piernas impúberes. “Otra zorra que lo anda pidiendo”, pensó mientras la perseguía por el callejón.

Otras veces había tenido que cerrar, él mismo con su corpulenta presencia, las rutas de escape a sus elegidas. En esta ocasión, solo bastó  un golpe de pensamiento para dirigir los apresurados pasos de la víctima hacia el riachuelo. Quedó atrapada entre las escarpadas márgenes fluviales. Temblaba al verlo acercarse desnudo y con la virilidad izada por el influjo del plenilunio. Más esas contorsiones del cuerpo femenino no eran de miedo, sino espasmos para desvestirse del humano disfraz . En ese momento, deseó haberse tomado los antipsicóticos y estar tranquilo en su celda. Ahora le tocaba rechazar, con todas sus fuerzas, las caricias forzadas de colmillos y garras de algo sobrenatural.

49. Lunas llenas

Por las noches me escapo a fumar un cigarro al jardín. Casi siempre está allí. Debe rondar los dieciséis, pero siendo percha en la inmensidad deforme de su pijama azul, apenas aparenta doce.
Al principio hablábamos, nos contábamos obviedades que no supusieran una apertura interior, poníamos a parir a las enfermeras, criticábamos al cocinero de planta, hasta que un día no tuvimos nada que decir.
Ahora nos sentamos en un banco y miramos al cielo. Cuando hay luna llena nos permitimos unas miradas cómplices y algún comentario jocoso sobre su parecido con nuestras cabezas. Cuando hay luna nueva nos cogemos fuerte de las manos para no pensar.

48. Selena

Varias de las grietas de la luna rezuman sangre. Así el cielo se tiñe de un color rojizo amenazante. Los mayores recuerdan áun las primeras fisuras y bajan la voz cuando, por descuido, alguno menciona los períodos aciagos de lluvia púrpura. Nosotros no hemos conocido tales calamidades pero nuestros progenitores, alarmados por la falta de hombres y leales a una responsabilidad heredada, han dado sus vidas para procrearse y traer varones al mundo. Aunque los abuelos no temen salir a la calle se guardan muy bien de dejar salir a sus nietos. Los más cautos y sabios se apresuran a buscar ofrendas. Muchachos de esos, sin parientes que los protejan y, de preferencia los de vida disipada. Saben que no hay escapatoria y que los sacrificios humanos son necesarios para apaciguar a la bestia.

47. Alguien cuenta

A la luna llena baja vino y, bajo ella, llena de dudas, la muchacha se sentó. Tan redondo el astro descolgado que acogió, como propia, la o redonda que en redondo la boca roja suspiro: “oh…”. De vuelta devolvió la luna el lamento con la letra, polvo blanco como lluvia empolvando su melena. Se miran entonces al espejo: una desde abajo mira arriba, otra desde arriba mira abajo.  Pesares compartidos en la noche que alguien cuenta.

46. Tenemos un problema

Cuando cerró la escotilla y se puso al mando del módulo que los llevaría de regreso a casa, Collins echó un vistazo celoso y afligido a la superficie de la Luna, que tan cerca tuvo y nunca más volvería a tener tan a mano. Sus compañeros se desprendían del traje espacial y rebajaban su euforia tras tan singular hazaña, pero él dispuso todo para que la maniobra de reentrada se realizara con el mayor rigor. El espacio, la atmósfera, el rescate en pleno océano… Su parte de mérito quedaría eclipsada por aquel breve paseo, dos frases ingeniosas, tres rocas y muchas fotos. Era como si el confeti cayera solamente sobre sus compañeros.

Su mujer trataba de disimular el enojo con caricias impostadas para que las cámaras no desvelaran tal frustración.

—Tu hijo necesita una figura heroica en quien reflejarse—daba a entender la mirada de su esposa.

Pero él no habría podido poner en peligro la misión por un capricho. Los héroes no son únicamente los que se arriesgan, sino, sobre todo, los que saben guardar la calma.

45. Bajo la luna llena (Jesus Lara Vanegas)

Aquella noche juraría que estaba en buenas condiciones, pero mis amigos decidieron lo contrario, optando por mandarme a descansar.

Despés de tanto discutirlo me largué sin pestañear, fuí directo al coche y salí a toda prisa dirección a casa. Enfadado, daba tragos a la botella de whisky para olvidar lo sucedido.

A pocos kilómetros me percaté del mal etado en que estaba. Sudaba sin parar y mi corazón latía a mil por hora, pero que diablos, no quería darles la razón a unos hijos de puta que me hechan de su fiesta.

Poco después, observé un puto conejo sobre el capó de mi coche. Saltaba sin parar mientras me gritaba: «no pares..sigue, sigue».

Asustado, decidí parar y tomar el aire bajo la luz de la luna. A penas logro recordar lo que pasó despúés. Intenté centrarme en aquella luna. Podía sentir su luz envolviéndome por completo y no sé porque coño lo hice, pero recuerdo que caminé hacia ella y sin darme cuenta tenía el foco de un maldito trailer sobre mi cara…

Hoy por hoy, no sé como carajo terminé en una bicicleta, con una botella de whisky en la mano y más aún discutiendo con un puto conejo…

44. DELIA LUNERA

Cuentan que a Delia le entró una noche la luna llena en su cuarto. Que le pilló desprevenida y no pudo hacer nada por evitarlo. Ni tampoco supo luego cómo echarla. Que la dejó jugar a las comadres con la luna de su armario. Hasta que se cayó en el vaso de agua que tenía sobre la mesilla, y se deshizo como una pastilla efervescente. Que creyendo hacer lo que debía, se la bebió de un trago. Y que es por eso que a todos los niños que sacan a pasear en cochecito, Delia se los quiere comer a besos.

43. La noche en que Manhattan se convirtió en navío

Otro milenio. Noche de agosto. Enorme luna llena. Desde el Brooklyn Bridge Park mirábamos Manhattan. La esfera plateada me entró por las pupilas e impactó en mi cerebro.  Cine, ciencia ficción, los cuentos de mi infancia… De repente la isla se convirtió en navío. Dos mástiles gemelos se elevaron audaces, e innumerables palos, sin velas pero henchidos, arbolaron el barco, sus torsos erizados de fuegos de San Telmo.

La nave cobró vida.

Ya apuraba mi ron bajo the Jolly Roger, cuando de pronto, ¡zas!:

―Imagina cuánto dinero se mueve ahí todos los días.

Mi acompañante me disparó la frase a quemarropa. Su torpedo hizo blanco y nos hundió a la nave, al ron y a mí en el Hudson, entre fango y cadáveres de tantos sueños rotos.

(Relato fuera de concurso)

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