Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

MAMIHLAPINATAPAI

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. Comenzamos el año con MAMIHLAPINATAPAI, el entendimiento con la mirada. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de MARZO

Relatos

12. FUENTES COMO CIPRESES (Marcos Santander)

 

Y como en la Biblia, siguieron amándose hasta lo indecible. Todo había sido Génesis, hasta debilitarse sus bocas y sus miembros. Todo amor, desde los cinco puntos cardinales del Pentateuco. Los Salmos, Proverbios y alabanzas previas emergieron lúbricos y sentimentalescomo si no quedara nada por ensalzar. Fue la apoteosis del sexo y la abstracción. Cuando un brazo escalaba el monte Sinaí, unas lenguas encontraban de pronto la dureza de unas murallas agigantadas de Jericó. El placer se multiplicó como si fuera las doce tribus de Jacob, y los ahogados gritos y lánguidos susurros provenían del Cantar de los Cantares. Nada ni nadie se oponía al continuo placer de generaciones y generaciones de éxtasis procaces y armamentísticos, de bocas ávidas de placer y armas en ristre. Fue como si en las tierras de Lesbos, cada ser se hubiese conjurado para amamantar por turnos, la insaciable profusión de miles de gargantas profundas y aparatosas en busca de florecientes y fecundas fuentes como cipreses. A cada explosión de éxodos ydeuteronomios seguían los profetas anunciando nuevas y consecutivas embestidas e inofensivos embates hasta que alcanzaron, exhaustos y realizados, las amargas trompetas del Apocalipsis.

11. Decisión drástica (Ginette Gilart)

Cuando Mirina sintió en su cuerpo las señales inequívocas, supo lo que tenía que hacer. Sin que nadie la viera, emprendió el camino hacia el acantilado. Allí tomando una senda que bordea el precipicio llegó a una gruta, un lugar lo suficientemente apartado para que nadie la oyera. Ella se negaba a acatar las leyes, sabía que si daba a luz a un niño no tendría buen porvenir. En ese aspecto las Amazonas eran inflexibles, ningún varón debía permanecer en la isla.
Desde que conoció aquel Gargario ,en la cita anual, Mirina no era la misma. Ella que fue una de las mejores guerreras y cazadoras, se había ablandado y lo tenía decidido, ante el presentimiento de que iba a ser un niño, se acercaría al borde del vacío para dejarse caer junto a él.
Llegó el momento, las contracciones son cada vez más seguidas y más fuertes…
Los dioses han sido benévolos, es una niña.

09. ALMEZ (Celtis Australis) J.Redondo

La hambruna del Madrid de la postguerra terminó con los frutos otoñales de los almeces del Real Jardín Botánico. Ciertamente, muy poca chicha para tanta hambre.

Llamado también lodón,  para  bautizar a Torrelodones, lledó, para cobijar a la aparecida Virgen castellonense y posiblemente loto, el goloso placer de aquellos desmemoriados lotófagos anfitriones de Odiseo, crece, prisionero en los alcorques urbanos y salvaje en Mieza, en el almezal de las boscosas laderas de los Arribes del padre Duero.

En sus 600 años de vida, da madera para fabricar, en Jarafuel, aperos labradores,  bastones de arrieros y caminantes; con sus raíces pipas de fumador y dulce mermelada con sus pequeños frutos.

A hurtadillas, en un despiste de Palmira, orgullosa guardiana voluntaria de los árboles de este botánico jardín, robé y probé un frutito de este alirón, que también así, con este eufórico nombre, es llamado el almez en otras latitudes.

El granito que quedó, su semilla, la planté en un tiesto de mi casa. Ya no recuerdo en cuál. ¿Será el efecto lotofágico?

Visitaré con Palmira otra vez el “Botánico”, y para recuperar mi memoria mascaré las hojas en abanico del jurásico Ginkgo-Biloba, árbol que devolvió la esperanza a la devastada Hiroshima.

07. Esta noche cuento que te quiero. Capítulo V.

Mientras en el pueblo natal de Emma, su familia no había parado de buscarla ni un momento desde el día de su huída. Habían contactado con otros familiares, habían viajado hasta ciudades lejanas e incluso dentro de aquella mentalidad conservadora habían visitado aquel lugar al que llamaban «La Isla de las Mujeres» pensando que podría estar allí hospedada.

Pero la búsqueda no había dado resultado hasta aquel día en la consulta del padre de Emma.

– Doctor, el otro día creo que vi a su hija – dijo el paciente sin aparentar nerviosismo alguno.

El médico perdió los nervios  y sin dejarlo  terminar, se abalanzó sobre él, agarrándole por el cuello de la camisa y preguntándole sin parar: – ¿Dónde? Dónde la vio?

El joven paciente sin inmutarse le dijo que creyó haberla visto en una de las calles de la capital.

El médico lo soltó, se dio la vuelta y el joven aprovechó el descuido del médico para agarrar el abrecartas de la mesa y apuñalarlo por las espaldas con todas sus fuerzas. Mientras le clavaba el abrecartas su mirada reflejaba el odio que Emma le había transmitido días antes en el salón de su propia casa.

06. TERAPIA (2050) Virtudes Torres

 

Bajo un sol tropical, que asoma entre  las palmeras, soy querido y atendido por mujeres que me adoran; pendientes de todos mis caprichos.

Cambiando cada día para que no sienta el más mínimo hastío.

¿Cómo cansarme de sus cuerpos? ¿Cómo aburrirme de sus caricias? ¿Cómo sentir apatía a sus ofrecimientos sexuales?

Tules, sedas, gasas, encajes y raso, adornan sus figuras. Transparencias con las que me seducen.

Cariñosas, delicadas, se alternan en agasajarme con caricias y besos. Noto sus dedos acariciar mi nuca. Sus labios susurrar palabras prohibidas. Sus manos masajear mi cuerpo…

Yo también deseo acariciarlas, formar parte de su juego, pero sonríen y me obligan a seguir en mi posición estática. Tras el ritual de seducción todo termina…

 

Como cada noche, la sesión acaba aquí. Mañana a la misma hora tendré turno para visionar  la máquina de realidad virtual.

Ahora en la sala de espera, otros pacientes guardan su turno para la sesión de terapia sexual.

05. Miradas malditas (Patricia Richmond)

No se atreven a mirarnos.

Al atardecer, cuando salimos de las cuevas, las contemplamos desde la distancia. Zambullidos en el agua, oímos sus gritos de admiración con cada pirueta, pero temen acercarse.

Nosotros las llamamos a través de un chapoteo de guiños escondidos, sabiendo que para ellas son reclamos prohibidos.

Advertidas del peligro de nuestros ojos, la tentación las acerca hasta la valla y, a veces, durante unos segundos, podemos sentir la caricia de sus almas curiosas. Entonces lanzamos cantos de amor para enredarlas en nuestros sueños y hoy, con el último rayo de sol sobre las aguas, he recogido un suspiro.

Pero la maldición ha actuado, como siempre, y ha escapado antes de poder prenderlo en mi mirada perdida de hombre pez.

 

04. QUE NADA NOS SEPARE ( Begoña Heredia)

Han llegado las tres, como cada martes .Elena, ha dejado al pequeño en clase de judo, Francis a su novio frente al ordenador y Ángela se retuerce de dolor.
-Esas migrañas, Ángela, deberías hacer algo con ellas.
-¿Invitarlas a una copa? Elena qué cosas tienes,¿ qué va a hacer con ellas? un analgésico y punto, le recuerdan que está aun viva, algo mayor y premenopausica, pero viva. Lo siento María, no quería decir lo de viva.
-Eres tremendamente bruta Francis. Bueno, y tú ¿qué tal con…Jesús?
– Es estupendo, creo que este me durará más que los otros
Una carcajada resuena en la habitación.
-He visto que el viernes estrenan una obra de teatro en la sala Capitol, deberíamos ir, es una de las que María estaba esperando para ver. Aunque sólo sea por eso…
-Yo no puedo Ángela, mi marido y yo tenemos una cena en casa de sus padres.
– Bien, pues entonces esperamos. Tranquila María, te la contaremos con todo detalle.
La tarde transcurre hasta llegar a su fin, se despiden de María y de su madre que paciente la cuida desde que está en coma.

03. MULATAS Y WALKIRIAS EN TOKIO (Susana Revuelta)

Cada vez que dos o más miembros de la familia Nang coincidían en la entrada o en la cocina de su apartamento, tenían que cederse el paso acomodándose como piezas del tetrix. En cuanto cumpliera los dieciocho años, Ho, el hijo mayor, pensaba sacarse el carné y olvidarse para siempre de aquellas cuatro paredes. Encerrado en el cuarto de baño, fantaseaba con Tatiana, la diosa rusa que tumbada en cueros sobre un lago helado frotaba con nieve sus pezones; con la insaciable Joanna, que jugueteaba con su lengua entre los muslos de Giselle en la orilla de una playa del Caribe; y con Sandrina, la más viciosa de todas, que chupaba y mordía la…

Toc Toc. Unos golpes en la puerta le sacaron de su ensueño.

─¡Ho, pesado! ¿Te falta mucho? ─le apremió uno de sus hermanos. Justo en el momento más crítico.

─Ya… ca… si… es… toy… ─gimió balbuceante, dejando caer al suelo la revista.

Con un trozo de papel higiénico se secó la mano y tiró de la cisterna. Aún le quedaban dos años para poder hacerse socio del sex shop del centro comercial que con grandes letras de neón anunciaba cabinas.

02. TRAVESÍA (JAMS)

Ha guardado el sobre en el fondo del bolso sin abrirlo. No ha regresado a casa, ha preferido bajar a la playa y despejar sombras. Al otro lado de la bahía está la antigua dársena: chatarra, bandadas de gaviotas y un dulce olor a herrumbre. Los vestigios del Aquilla IV le parecen un gran animal acostado, moribundo, y eso le inspira la idea de que sus ultimas semanas han sido como una galerna impenitente contra una barcaza pesada y vieja.

Siente la necesidad de reventar unas cuantas piedras contra esas vigas oxidadas. Demasiada distancia, no alcanza, pero el ruido de la piedra al zambullirse le reconforta. Inesperadamente, tira de un casco hasta desenterrar una botella que contiene un mensaje. Se sienta y lo lee dos, tres, siete veces.

“Encontré islas que guardaban prisiones y otras que escondían palacios. Algunas sirvieron de refugio y otras están por conquistar; islas imposibles de abandonar e islas inalcanzables. Tras recorrer el perímetro imperfecto de mi orilla quiero rogaros encarecidamente que jamás vengáis a buscarme.”

Deja el sobre en la arena, pisado con una piedra que no llegó a lanzar. Limpia la botella y, cuando la guarda, convierte su bolso en maleta. El viaje ha comenzado.

01. ÎLE DES FEMMES CLUB – EPÍFISIS

Nunca pensé que al llegar a esta isla, medio muerta, después del naufragio de mi matrimonio, fuera a encontrar un salvavidas como tú, Pierre, me has rejuvenecido y vuelvo a sentir lo que hacía años que mi marido me había hecho olvidar.

Tuve dudas al venir, de tanto llorar, estaba seca, pero fue tirarme al agua para que el barco no me llevara al fondo, que el ansia de vivir me obligó a bracear, como esos niños cuando aprenden y llegar a esta orilla.

Tu dulzura, tu comprensión y tu belleza, cuando te conocí, hicieron el resto.

Mañana no sé, por ahora, abrázame, déjame sentir tu cuerpo pegado al mío, deja que me humedezca al sentirte tan duro y como te restriegas contra mis caderas. Sigue con tu boca en mi oreja, dime que me deseas, échame tu aliento caliente en el cuello, muérdeme el lóbulo, tira de él, lo siento, como si fuera en el pezón, pon tu mano en mi culo y aprieta, estoy sudando, la música, el baile, el alcohol y tú, me hacen débil. Estoy notando tu miembro y ya siento como me penetra, como se abre entre mis labios. Sujétame por favor, me voy.

Un beso de gratitud

Micaela, que ya había cumplido los ochenta, pasaba grandes ratos con expresión meditabunda y nostálgica ante su vasta biblioteca. Ella, que nunca tuvo hijos, miraba a sus libros con la preocupación que una madre enferma observa a sus pequeños, pensando en qué sería de aquellos ejemplares cuando ella faltase. Esos libros a cuya lectura debía tantos viajes desprovista de maleta y equipaje. Ávida de saberes y sentires, sus ojos habían deambulado entre los textos como zahoríes en busca de las fuentes del conocimiento.
El día que Micaela barruntó cercana la muerte pidió a su asistenta que le pintara sus ajados labios de rojo carmín. Seguidamente ordenó que le acercase cada uno de aquellos viejos tomos. Con manos trémulas los fue abriendo uno a uno depositando un fervoroso beso en el interior de sus páginas, al tiempo que decía con voz queda y ojos llorosos “gracias compañero”, en un íntimo acto de gratitud y despedida. Esos libros habían llenado de plenitud su larga vida aferrada a una silla de ruedas.

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