Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
2
6
horas
1
4
minutos
4
6
Segundos
4
9
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

04. QUE NADA NOS SEPARE ( Begoña Heredia)

Han llegado las tres, como cada martes .Elena, ha dejado al pequeño en clase de judo, Francis a su novio frente al ordenador y Ángela se retuerce de dolor.
-Esas migrañas, Ángela, deberías hacer algo con ellas.
-¿Invitarlas a una copa? Elena qué cosas tienes,¿ qué va a hacer con ellas? un analgésico y punto, le recuerdan que está aun viva, algo mayor y premenopausica, pero viva. Lo siento María, no quería decir lo de viva.
-Eres tremendamente bruta Francis. Bueno, y tú ¿qué tal con…Jesús?
– Es estupendo, creo que este me durará más que los otros
Una carcajada resuena en la habitación.
-He visto que el viernes estrenan una obra de teatro en la sala Capitol, deberíamos ir, es una de las que María estaba esperando para ver. Aunque sólo sea por eso…
-Yo no puedo Ángela, mi marido y yo tenemos una cena en casa de sus padres.
– Bien, pues entonces esperamos. Tranquila María, te la contaremos con todo detalle.
La tarde transcurre hasta llegar a su fin, se despiden de María y de su madre que paciente la cuida desde que está en coma.

03. MULATAS Y WALKIRIAS EN TOKIO (Susana Revuelta)

Cada vez que dos o más miembros de la familia Nang coincidían en la entrada o en la cocina de su apartamento, tenían que cederse el paso acomodándose como piezas del tetrix. En cuanto cumpliera los dieciocho años, Ho, el hijo mayor, pensaba sacarse el carné y olvidarse para siempre de aquellas cuatro paredes. Encerrado en el cuarto de baño, fantaseaba con Tatiana, la diosa rusa que tumbada en cueros sobre un lago helado frotaba con nieve sus pezones; con la insaciable Joanna, que jugueteaba con su lengua entre los muslos de Giselle en la orilla de una playa del Caribe; y con Sandrina, la más viciosa de todas, que chupaba y mordía la…

Toc Toc. Unos golpes en la puerta le sacaron de su ensueño.

─¡Ho, pesado! ¿Te falta mucho? ─le apremió uno de sus hermanos. Justo en el momento más crítico.

─Ya… ca… si… es… toy… ─gimió balbuceante, dejando caer al suelo la revista.

Con un trozo de papel higiénico se secó la mano y tiró de la cisterna. Aún le quedaban dos años para poder hacerse socio del sex shop del centro comercial que con grandes letras de neón anunciaba cabinas.

02. TRAVESÍA (JAMS)

Ha guardado el sobre en el fondo del bolso sin abrirlo. No ha regresado a casa, ha preferido bajar a la playa y despejar sombras. Al otro lado de la bahía está la antigua dársena: chatarra, bandadas de gaviotas y un dulce olor a herrumbre. Los vestigios del Aquilla IV le parecen un gran animal acostado, moribundo, y eso le inspira la idea de que sus ultimas semanas han sido como una galerna impenitente contra una barcaza pesada y vieja.

Siente la necesidad de reventar unas cuantas piedras contra esas vigas oxidadas. Demasiada distancia, no alcanza, pero el ruido de la piedra al zambullirse le reconforta. Inesperadamente, tira de un casco hasta desenterrar una botella que contiene un mensaje. Se sienta y lo lee dos, tres, siete veces.

“Encontré islas que guardaban prisiones y otras que escondían palacios. Algunas sirvieron de refugio y otras están por conquistar; islas imposibles de abandonar e islas inalcanzables. Tras recorrer el perímetro imperfecto de mi orilla quiero rogaros encarecidamente que jamás vengáis a buscarme.”

Deja el sobre en la arena, pisado con una piedra que no llegó a lanzar. Limpia la botella y, cuando la guarda, convierte su bolso en maleta. El viaje ha comenzado.

01. ÎLE DES FEMMES CLUB – EPÍFISIS

Nunca pensé que al llegar a esta isla, medio muerta, después del naufragio de mi matrimonio, fuera a encontrar un salvavidas como tú, Pierre, me has rejuvenecido y vuelvo a sentir lo que hacía años que mi marido me había hecho olvidar.

Tuve dudas al venir, de tanto llorar, estaba seca, pero fue tirarme al agua para que el barco no me llevara al fondo, que el ansia de vivir me obligó a bracear, como esos niños cuando aprenden y llegar a esta orilla.

Tu dulzura, tu comprensión y tu belleza, cuando te conocí, hicieron el resto.

Mañana no sé, por ahora, abrázame, déjame sentir tu cuerpo pegado al mío, deja que me humedezca al sentirte tan duro y como te restriegas contra mis caderas. Sigue con tu boca en mi oreja, dime que me deseas, échame tu aliento caliente en el cuello, muérdeme el lóbulo, tira de él, lo siento, como si fuera en el pezón, pon tu mano en mi culo y aprieta, estoy sudando, la música, el baile, el alcohol y tú, me hacen débil. Estoy notando tu miembro y ya siento como me penetra, como se abre entre mis labios. Sujétame por favor, me voy.

Un beso de gratitud

Micaela, que ya había cumplido los ochenta, pasaba grandes ratos con expresión meditabunda y nostálgica ante su vasta biblioteca. Ella, que nunca tuvo hijos, miraba a sus libros con la preocupación que una madre enferma observa a sus pequeños, pensando en qué sería de aquellos ejemplares cuando ella faltase. Esos libros a cuya lectura debía tantos viajes desprovista de maleta y equipaje. Ávida de saberes y sentires, sus ojos habían deambulado entre los textos como zahoríes en busca de las fuentes del conocimiento.
El día que Micaela barruntó cercana la muerte pidió a su asistenta que le pintara sus ajados labios de rojo carmín. Seguidamente ordenó que le acercase cada uno de aquellos viejos tomos. Con manos trémulas los fue abriendo uno a uno depositando un fervoroso beso en el interior de sus páginas, al tiempo que decía con voz queda y ojos llorosos “gracias compañero”, en un íntimo acto de gratitud y despedida. Esos libros habían llenado de plenitud su larga vida aferrada a una silla de ruedas.

LA CARTA

Desde la muerte de la única hermana de su madre, hacía ya 6 meses, era la primera vez que Paula visitaba el viejo caserón donde su soltera tía se había dedicado al cuidado de sus abuelos.

La casa de estilo colonial que fue mandada construir por su bisabuelo, un indiano que hizo fortuna en las Américas, estaba rodeada de frondosos árboles que apenas dejaban pasar la luz del sol. Incluso en aquella soleada tarde de principios del otoño solamente unos pocos rayos lograban traspasar la espesa vegetación.

Nada más entrar en la vivienda, Paula se dirigió al salón. Al abrir el amplio ventanal, un rayo de sol atravesó la estancia yendo a parar a uno de los libros de la vasta biblioteca familiar. Se trataba de “La Montaña Mágica” de Thomas Mann, uno de sus autores predilectos. Al tomarlo en sus manos notó que había algo en su interior. Entre sus páginas descubrió un sobre dirigido  a su tía pero sin remitente. Sacó la carta de su interior y leyó:

“Querida Irene:

Como todos los jueves, estoy impaciente por amarte otra vez.

Te quiere. Andrés”

 

¡No me lo puedo creer! Exclamó Paula. Y yo que creía que a ella no le habían gustado los hombres….

140. LA SUSTITUCIÓN

Ana salía de la cabina de grabación cuando se cruzó con el redactor jefe.

– Necesito que sustituyas a Isabel que ha tenido que marcharse urgentemente por un asunto familiar. Entras en dos minutos.

Se sentó. Comprobó que las grabaciones estaban en el servidor. Vio sobre la mesa de su compañera la carpeta donde guardaba los textos. Ambas preferían el papel a la pantalla del ordenador para leer.

Corrió al estudio de informativos.

Dio un sorbo de agua y respiró profundamente. Sintonía, luz roja y señal de control. Saludos, ráfagas y titulares. Sintonía y primera de Congreso.

El directo siempre la ponía algo nerviosa.

Segunda de Congreso. Total del portavoz de la oposición. Sintonía y Tribunales. Conexión en directo desde la Audiencia Nacional. Sintonía y Paro. Ráfaga y paso a la DGT. Entra la grabación, Ana se relaja y espera para despedir.  Mientras escucha ordena los folios y encuentra un dibujo infantil traspapelado.

– Esta mañana, sobre las ocho y media se ha producido un terrible accidente en la A-6. Un vehículo en el que viajaba un adulto y dos niños que responden a las iniciales …

Ana creyó adivinar, miró a control y Ángel asintió con la cabeza.

139. El estrangulador

Me ha seguido hasta casa y ha conseguido, no sé cómo, vencer la resistencia de la cerradura y abrir la puerta. El estrangulador ha apartado el sofá del salón de mala manera creyendo que yo estaba oculta detrás y ha empujado el colchón al suelo, convencido de encontrarme aovillada debajo de la cama.

A través de las rendijas de la puerta corredera del armario lo he visto dirigirse hacia mi escondite. Lo ha abierto con violencia y ha mirado en el interior. La penumbra está siendo mi mejor aliada, si bien dudo de que acabe dándose por vencido. Se ha girado, ha echado un vistazo a la colcha, en el suelo, con su quemadura de cigarrillo, y, tras un instante de duda, ha vuelto sobre sus pasos. Ha metido la cabeza en el armario y ha tirado de una de las sábanas del montón bajo el cual me cobijo.

Sin darle oportunidad de retirar ninguna otra más, me he incorporado rápidamente y he corrido, evitándolo con un empujón, hacia la esquina de la página. La he pasado y lo he dejado allí atrás, vociferando y lleno de rabia, en el último párrafo del capítulo nueve.

138. Eclesiastés 3 (miguel Jiménez)

Vagamos por estanterías repletas de almas vírgenes, de vidas por conquistar; la elección siempre es un misterio. El inicio es un lamento sobre la hoja en blanco, el prólogo de un nosotros. Ávidos, como un vaso vacío.

Los primeros capítulos marcan la trama y la urdimbre. Aquí y allá nos siembran de los detalles, pero somos jóvenes y los detalles no son nuestro camino. Somos fuertes, todo es posible; somos la idea clara de lo que debería ser. Cada vuelta de página es un estímulo, cada descubrimiento un hechizo.

Hacia la mitad, o un poco antes, tenemos ya una cierta idea de lo que no será, pero aún nos quedan bastantes probables. Un poco más adelante empezamos a notar el cambio. Al principio no más que una leve pendiente, agradable, casi bienvenida.

Fluimos. Contemplamos el paisaje, disfrutamos de sensaciones. Reconocemos los detalles que dejamos pasar en el segundo párrafo y nos lamentamos, o no.

Aceleramos. Apuramos apuestas. Ya la mano izquierda pesa claramente más que la derecha. Quedan pocos capítulos y ya sabemos que nos quedará tanto por leer, tanto por decir.

La ladera se vuelve barranco.  Aferrados a la última, colgando, nos queda decidir si valió la pena.

¿Fin?

136. Negros

El humo de un cigarro parece sustituir al de un café ya frío. Sobre la mesa libros de viajes, los tomos desordenados de una enciclopedia, algún bolígrafo aquí y allá y un mar de folios a medio escribir, sobre los que navega el portátil. Los dedos de Ana teclean con agilidad y su mirada inquieta va y viene de un lado al otro de la pantalla. Las ideas bullen tan deprisa en su cabeza, que casi no hay tiempo para que la memoria encuentre un resquicio mientras escribe. Sin embargo a veces consigue colarse y recuerda. Recuerda a unos padres que la llevaban al colegio, la preparaban la comida, la compraban la ropa. Algún te quiero fingido, cada noche el mismo cuento. No recuerda sus nombres ni si siempre fueron los mismos. ¿Murieron? Recuerda a su grupo de amigas y las fiestas a las que nunca iba. Recuerda su boda, a la que no asistió, a Javier su marido, que vive con ella, y a los casi cien invitados a los que no conoció. Pero deja resbalar una lágrima cuando cada noche, Javier se acerca despacio y, con un beso de buenas noches, se va a la cama de otra.

135. FINCIPIOS

Empezó coleccionando “Fines”  de todo estilo y grafía.

Cuando consideró tener un  número importante empezó a acumular “Érases”. Consiguió  otra ingente cantidad.

Dicen que ha logrado una fortuna, vendiéndolos a afamados  escritores, en el mercado negro.

En su biblioteca, cual Hospital de Letras, un montón de páginas  adolecen de sus heridas.

Nuestras publicaciones