Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

24. Testigo en la Tormenta

Mi cuerpo está arrugado, mi piel seca y áspera, mis brazos flaccidos y mis pies se unen al suelo con dificultad.Internamente me siento más joven que nunca, por supuesto más sabio.

Recuerdo todas y cada una de las tormentas de las que he sido testigo. La de hoy las sublima a todas.

Permanezco bajo la lluvia. Observo, escucho, huelo y siento la grandeza del espectáculo que se presenta ante mi.

El agua refresca mi ajado cuerpo desnudo, mi piel agradece su caricia.

Disfruto en soledad del silencio de la tormenta. Evoco junto a ella el pasado, a mi familia y a mis fieles compañeros de vida.

Es tal la felicidad que recorre desde mis pies hasta la cabeza, como savia nueva en primavera, que quisiera condensar mi vida entera en este instante y, simplemente, desaparecer.

¡Convoco a mi amigo el Águila, a los vientos del este y del oeste, nubes, rayos y truenos!.

Bailo con ellos su danza de furia hasta que por fin soy uno con ellos.

Desde la vida, soy fuego, soy aire, soy viento enfurecido, soy humo y soy agua….

Ahora soy tierra esperanzada de la que tal vez un día… vuelva a brotar.

23. Bajo la Tormenta

Apareciste, feliz y pura; cuando me consolaba camuflando mis lágrimas bajo las noches de tormenta.

Apareciste, inteligente y diferente, mostrándome como un mínimo rayo de luz puede convertirse en un arco iris. Pasamos noches azules, verdes, violetas…y amarillas, tu color favorito.

Apareciste, bella y reservada… y con toda esa fuerza….

No sé en que momento te la absorbí , si fui yo, o que quizás tu querías añadir mas colores a nuestro arco iris.

Desapareciste, pura, inteligente,diferente, bella y reservada, creo que no feliz.

 

Tú ya nada , yo  bajo la tormenta otra vez.

22. LOS SILENCIOS DEL CORAZÓN.

 

El hombre, sueco o finlandés, no hablaba castellano ni ningún otro idioma. Llevaba meses sin pronunciar palabra. Deambulaba  cabizbajo con una eterna postura de disculpa, sin rumbo fijo y con la mirada perdida. Solía sentarse en un banco del parque para contemplar la vida pasar. Su sonrisa se había marchitado como los hibiscus en una tarde de verano. Todos desconocían la causa de su tristeza infinita e insaciable añoranza. Por las noches, el arrepentimiento hacía demasiado ruido, llegando a ser ensordecedor para los vecinos. Pero el forastero  ya era parte de un pueblo que se había acostumbrado a sus anécdotas insonoras.

Un amanecer tiznado de melancolía, bajo la tormenta, encontraron su cuerpo inerte abrazado al cadáver desenterrado de una mujer. Afirma un lugareño que escuchó sus gritos desgarradores caer como su vida al camino de tierra. Su vacío se propagó por las calles. Fue cuando todos entendieron que al  extranjero le había atravesado el corazón, el silencio.

21. 11,30 pm

Puntualmente inicio mis rutinas. A las diez y media desconecto el teléfono, apago el ordenador, bajo lentamente las persianas y enciendo mi led de luces pastel. Umm… el aire empieza a vestirse de aromas acogedores, sándalo japonés, velas de vainilla, música barroca…

El acuario marino que me regalé estas navidades me centra, es tan reconfortante.Lo coloqué cerca de la televisión, ya casi no prendo la tele. Me aplico un masaje con bálsamo en el pecho: «Mira a lo lejos» de Alain. Uno o dos cuentos morales caen antes de atacar el sueño.

Abrazado a la almohada siento que un ruido soterrado se está abriendo camino en mi cabeza, el corazón vuelve a correr, de nuevo los ojos como platos. Retorna el ogro vestido de soledad radical, lleva cientos de cadenas envueltas en el sonido de su voz, en el murmullo quedo de sus labios, todos los ecos que intentaba taponar.

Me levanto, conecto RockFM,  Status Quo, genial.

**

BLUESS  2-3-2014

19. SEIS SEGUNDOS

Los dos amigos eran verdaderos cazadores de tormentas, expertos en fotografiar tempestades y todo tipo de arrebatos atmosféricos. En busca de estos fenómenos habían recorrido el mundo. Uno de ellos estaba dotado de un don especial para captar la imagen perfecta en el momento adecuado. El otro, aunque buen profesional, carecía de ese talento innato, de ahí que el primero obtuviese numerosos galardones en concursos internacionales en detrimento del compañero.

 

La predicción meteorológica había anunciado dos noches de tormentas cargadas de gran aparato eléctrico en cierto país tropical, con un régimen político tambaleante y una revolución en ciernes. Nada más llegar adquirieron un pequeño revólver en el mercado negro, debían proteger los caros equipos y, llegado el caso, sus vidas.

 

Mereció la pena llegar a aquel caserón abandonado en lo alto de un cerro. Desde esa atalaya eran observadores privilegiados de la tormenta que comenzaba a formarse. Ambos desplegaron sus trípodes, los dos objetivos ajustados con idéntica apertura de diafragma. El relámpago fue majestuoso, aunque sólo uno tomó la foto mientras el otro contaba mentalmente seis segundos. El estruendo del trueno amortiguó el disparo.

18. Don Francisco de Goya (Mª Asunción Buendía)

Había asistido con gusto a aquel anciano que se granjeó su respeto y cariño. Ingresó desde una humilde residencia del barrio de Beicon Hill de Boston. Pero allí apenas sabían de él su nombre y que un despacho de abogados pagaba puntualmente su mensualidad. El director de la residencia le visitaba todas las tardes a las 5 y acompañaba el mutismo en que Mr Frank llevaba años hundiéndose.

Sin embargo con él, el más joven médico del hospital, se había abierto como se abre  un ventanal en medio de la tormenta.

Esa mañana poco antes de cerrar definitivamente sus ojos había dibujado un tosco boceto para enseñarle la que, según decía era su casa.

Su casa, pero si parecía un palacio, o una iglesia.

Esa tarde, mareado y confuso regresó a su apartamento con una copia del testamento:

Boston,  March 1, 2014

“Don Francisco de Goya y Aguirre, natural de Fuendetodos, provincia de Zaragoza, España, en pleno uso de mis facultades mentales, nombro heredero universal de todos mis bienes, y especialmente de los que hoy se exponen en la que considero mi verdadera casa, el Museo del Prado de la cuidad de Madrid capital de España, a mi médico personal.”

 

 

 

17. La familia Dumm (Susana Revuelta)

—Pero ¿cómo pudo salir el bebé despedido por el parabrisas? —preguntó el técnico a su compañero, que tomaba fotografías del cuerpo desmadejado en el asfalto a quince metros del vehículo—. ¿No iba sujeto con el cinturón a la sillita? Estas distracciones, Douglas, salen muy caras, qué desastre… ¿Dónde ha ido a parar la cabeza?

—Un lamentable error, sí —reconoció este. Metió el despojo en una bolsa que llevaba al hombro y señaló hacia las ramas de un árbol—. ¿No es aquello de allí?

Asintió con fastidio y siguió anotando en su cuaderno hasta el último detalle del accidente: al señor Dumm le habían desaparecido la nariz y los ojos tras estampar la cara contra la luna delantera. Al menos a la del asiento del copiloto se le había abierto el airbag y solo tenía algunos rasguños en la frente y varias costillas rotas.

—Queda demostrado que a noventa en una curva, con charcos y lloviendo, estos neumáticos no agarran bien, tendremos que seguir investigando. Ah, y no olvides revisar el dispositivo de apertura de los airbag.

Terminado el informe, sujetaron por las piernas a los dos muñecos  y los arrastraron hasta el almacén.

 

 

 

16. MALOS TIEMPOS (Nuria C)

En la cocina, María pela patatas cuando un relámpago ilumina la estancia. No tardará en desatarse el temporal. El estallido del primer trueno, camufla el sonido de la llave en la cerradura, y ella da un respingo cuando su hijo aparece de repente a su lado con las pupilas dilatadas. La tormenta descarga con furia dentro y fuera de la casa, siguiendo las pautas que ella conoce tan bien: el abrir de cajones buscando con avidez en el interior, el registro minucioso de armarios, y en el culmen de la ansiedad la furia que descarga sobre todo lo que tenga a su alcance. Aguanta firmemente el cuchillo y observa por la ventana como el fuerte viento hace oscilar las copas de los árboles, al igual que ella será zarandeada con brusquedad cuando le exija algo de dinero. Al final, le entregará lo que busca, y él la abrazará como un niño sollozando y pidiendo perdón.
-No habrá próxima vez- expresa en voz alta, sintiendo como una agradable calidez recorre su fatigado cuerpo, a medida que la sangre va fluyendo de sus muñecas, y una paz infinita la envuelve. Mientras, poco a poco va remitiendo la tormenta.

15. AMORES PERROS (Fernando da Casa)

Salía de una relación que solo me dejó arena en el corazón. El güisqui y el humo que enrarecía el aire de mi habitación en aquel hotel de La Habana me hacían compañía, suficiente para un alma solitaria como yo. Rechacé varias veces el ofrecimiento de un daiquiri con perfume de mulata, bailado al son de caderas de vértigo. No estaba yo para multitudes.

Pero aquella tarde de tormenta tropical, con los cocoteros balanceándose al ritmo de las olas que rompían su virginidad en el Malecón, mi corazón volvió a latir. Bum-bum, bombeó  sangre con tal fuerza que la cabeza se me puso a reventar, las venas de los brazos saltaban de alegría, y un dulce danzón cubano alegró mi pantalón. La vi desde la ventana, disfrutando de la lluvia, empapada, desnuda, bebiendo de los charcos y saltando cual danzarina orisha en busca de un conjuro de fertilidad.

Un instante de racionalidad enfrió mi pasión. Cerré la ventana, me miré al espejo y me serví otro güisqui. Debía alejar ese tipo de pensamientos. Pero no pude evitar volver a mirarla. Cuando me asomé de nuevo, aquella graciosa caniche estaba siendo montada por un pastor alemán. Menos mal.

14. El regreso a casa

Todo el día tuvo una extraña sensación que la perseguía.Los huesos dolían más que otras veces.Siguió con las actividades propias de esa mañana esperando que las horas transcurrieran y ayudaran a calmar su inquietud.
Desde la ventana  un pedacito de cielo  blanco se colaba en la oficina;en pocos minutos fue quedando más oscuro.Los matices de grises se acrecentaron hasta llegar al negro más profundo.
Con el primer trueno lo recordó y el miedo quedó plasmado en sus ojos. No llegaría a tiempo si no se apuraba.
Ni siquiera pudo tomar el paraguas de arriba de la silla.Tampoco le hubiese servido de mucho para enfrentar a aquel aguacero que a modo de río lo inundaba todo.
Empapada,nerviosa,con los zapatos en la mano pensaba en lo ridícula que se vería así pero no podía hacer otra cosa que correr.
Al dar vuelta la esquina que la llevaría a su casa, el vórtice formado en el cruce de calles la dejó sin aliento.Como una boca hambrienta engullía lo que a su paso estuviera.
Justo, cuando su pequeño hijo resbalaba en ese borde acuoso y fatal ,ella se oyó a sí misma gritando.
Ya no importó soltarse del árbol al que se asía.

13. FUEGOS FATUOS – EPÍFISIS

Hace una semana,  como tantas veces, fui a por hierba para mis conejos al cementerio. Era una noche de tormenta,  me encaramé a la tapia y de un salto caí entre las sepulturas, las ropas, empapadas.

Metí en el saco hierbajos  a puñados, cuando frente a mí, una luz verdosa, fluorescente me llamó la atención, al acercarme, la lápida que pisé se hundió y caí sobre un féretro que se hizo astillas y acabé entre huesos y una calavera que me sonreía, con restos de carne y un gusano en la órbita. Grité.

Trepé como pude y al saltar el muro, los zarzales me desgarraron  el cuerpo.

Desde entonces, las heridas aumentan y un líquido seroso, hediondo y con una luz que  fluctúa por la noche, moja las sábanas.

Hoy,  la gangrena alcanza a la cintura y cuando caigo en la semiinconsciencia, noto como me licuo y como la parte inferior de mi cuerpo es una masa informe.  Nunca creí en los fuegos fatuos, pero ahora mismo que estoy escribiendo, oigo pasos tras la puerta, los cencerros de la Santa Compaña suenan y una luz se filtra por la puerta y  se une a la mía, como una aurora

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