Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

94. ¡ Sorpresa !

Por fin, en la intimidad del dormitorio, consiguió quitarle la máscara… que  cayó de sus manos al descubrir que ocultaba el rostro de su marido.

 

93. Licántropos enmascarados

Solía pasar mucho tiempo escondido en aquel cuarto turbio y forrado de temores. Pero tenía dos buenas razones: huía de las burlas despiadadas y buscaba la paz interior.

Mi psicóloga, una mujer singular que, a su vez,visitaba al psiquiatra cada equis tiempo,me recomendó salir al mundo,abandonar mis ambigüedades y encararme con la luz.

Por carnaval decidí hacer una escapada y, con una vela encendida, me uní a la fiesta. Me mezclé en un desfile de comparsas, dancé con un cortejo de antifaces y me embriagué con el vuelo de una capa veneciana. Fueron, en resumen, tres días y tres noches de bullicio y exceso. Después regresé a mi guarida aturdido, y  escoltado por la mismísima diosa Lupa.

No negaré que hubo tensión cuando ella, insinuante, se quitó el disfraz y yo, avivado, me arranqué la máscara.Me pareció tan bella y compleja que un aullido torpe se me escapó sin querer. Me confesó que había venido para quedarse y comprendí que era inevitable el amor entre los dos.

Ahora me acepto como soy y me exhibo con orgullo por las calles de mi pueblo, mas, las noches de luna llena, el miedo me asalta.

92. Rito nocturno

Una vez en el dormitorio, se miró en el espejo. El disfraz había aguantado bien. Decidió que la peluquería podría esperar hasta el fin de semana. Se quitó las lentillas. Luego, se despojó de la camisa y la arrojó sin contemplaciones a la silla. La falda siguió el mismo camino. Se sentó en la cama, se descalzó y se quitó los pantis. Los dobló y los dejó sobre la silla. Se puso los pantalones del pijama. Se deshizo del sostén y terminó de ponerse el pijama.

Entró en el baño. Por la mañana, contra su costumbre, se había echado un poco de brillo en los párpados, que sólo Marta, la de cajas, había notado. Fue el primer sitio por el que se pasó la esponja. Siguió durante un rato, sin parar de mirarse en el espejo. Por fin acabó. Enfrente estaba una persona totalmente distinta. Ella misma. Sin la máscara diaria.

Después de aplicarse la crema nutritiva, regresó al dormitorio. ¡Estaba tan cansada! Y sólo era martes. Después de comprobar el despertador, encendió la tele. Había leído que iba a comenzar una serie nueva. Muy entretenida. Programó el televisor para que se apagara en treinta minutos. Estaría dormida mucho antes.

90. La lágrima de Pierrot, por Rueca de Aurora.

He dedicado más de media vida a la fabricación de piezas con las que taparse el rostro. Ojos deshabitados, piel de esmalte y una decoración artesana para que personas de todas partes del mundo vengan a mí en busca del preciado objeto. Mi triunfo, dicen, reside en el realismo de las mismas y no son pocos los que han intentado averiguar mi secreto.

Desde hace años llevo concentrado en acabar lo que será mi última gran obra la cual pronto verá la luz. Gracias a ti, que sin tú quererlo llevas el ornamento fundamental para finalizarla. Tuve que recorrer callejones y suburbios hasta encontrarte, el poseedor del alma más negra que produjera lágrimas igual de oscuras. Así que deja de aguantar el dolor del estilete. Vamos Pierrot, llora.

89. ¡Sálvame, corazón enmascarado!

A esta fiesta se viene con máscara, pero nadie quiere ocultarse. Todos llevan carísimas venecianas bañadas en plata o incluso oro. Los más pudientes incluso mandan incrustar esmeraldas y otras piedras.

¿Qué paradoja no? Un elemento que cubre el rostro, está siendo utilizado con el fin de ser ostentoso y por supuesto reconocido. Porque los 50 invitados se conocían muy bien. Tantos años trabajando juntos en programas del corazón los habían convertido en hábiles investigadores -de asuntos banales e íntimos sobre todo. Y en arpías claro… Todos saben que ese mundo los vuelve ambiciosos y es difícil decir ¡basta, quiero irme a casa, que nadie sepa de mis affaires!

Entró la invitada más rezagada, muy elegante aunque se notaba que no había pasado tantas horas entre peluquería y maquillaje como el resto. Llevaba una delicada máscara de plata con perlas naturales. De repente encontró en su bolso la máscara que su hijo le hizo para el baile, que por supuesto no pretendía utilizar. Pero según transcurría la noche, y veía en otras colaboradoras como podía acabar, guardó su lujosa careta y se plantó con la de cartulina y pegatinas de su pequeño, orgullosa como nadie y sintiéndose un poco salvada.

88. JUGANDO AL ESCONDITE

Java, mi hermana pequeña, la única que tengo, se asusta cuando me ve aparecer con la máscara. Entonces, mi madre me la quita y la esconde, pero suelo localizarla rápido; conozco bien el laberinto, incluso a oscuras puedo recuperarla. Tiene un pequeño orificio y ya no sirve para nada, sin embargo es mi trofeo. Cubría la cara del hombre con casco que se abalanzó sobre Noa, mi hermana mayor, la que ya no tengo. Eso ocurrió hace un año, el mismo día, que al darme cuenta de que las niñas se habían quedado rezagadas, sin temor a los gases ,salí del refugio y apreté el gatillo de un fusil, mientras seguían sonando las sirenas.

87. La cruzada de Marcelorámix, por Javier Ximens

En el año 2000, toda Hispania estaba ocupada por los cristianos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles toledanos resistía aún al evangelizador, por ello, la jerarquía romana envió al padre Marcelo Rámiz, extremeño, un auténtico templario, para que les sometiera a la Fe Verdadera. Al llegar a aquel pueblo perdido entre los montes tuvo que decidir si exterminaba a los nativos con plagas celestiales o se integraba en sus costumbres paganas y —lobo a oveja— atraía a las bestias al rebaño divino. Don Marcelo vio la oportunidad cuando el cielo les cayó encima y el diluvio se llevó el salón de baile.

Catorce años después no se entiende ningún carnaval sin la fiesta de máscaras organizado en las dependencias parroquiales. Adelanta el tapado de imágenes para que no vean el bautismo de vírgenes, la comunión de nalgas, la confirmación de perversiones sexuales, la consagración de deseos y la resurrección de pasiones jubiladas. Mientras entre los bancos, capillas y confesionarios se festeja la bacanal de la carne, con la pila bautismal rellena con el mejor vino de misa, el cura Marceloramixdesde el púlpito— hace inventario de los ausentes para el informe al obispado de los cristianizados en el ejercicio.

86. En directo

Todas sus amigas (y también sus enemigas) se habían operado. Era la última locura del mundillo de la televisión. Todas se operaban y la animaban para que también lo hiciera.

—Es “supersencillo” tía, no sé por qué no te animas— le había dicho la becaria del programa.

Eso fue lo que la decidió. La becaria, jovencísima, intentaba escalar posiciones y Carla no podía ponérselo más fácil aún. Además era cierto, la operación era muy sencilla, bastaban dos pequeñas incisiones para acortar ligeramente los músculos faciales y fijar para siempre una sonrisa en el rostro. Sonreír era parte del trabajo.

Dos semanas después se produjo la tragedia. La noticia conmocionó al mundo. Los muertos se contaban por cientos y, al ser Navidad, muchos eran niños.

Desde el plató, Carla dio paso a la becaria, que había conseguido un puesto en la unidad móvil, y la vio paseándose entre cadáveres cubiertos con mantas, luciendo aquella sonrisa imborrable. Sus ojos estaban húmedos y sus labios temblaban, pero su boca sonreía dándole una expresión de máscara bipolar.

Cuando le devolvieron la conexión, Carla se cubría el rostro con las manos, avergonzada.

—Publicidad, nos vamos a publicidad— murmuró el regidor.

85. LA GEISHA (Paloma Hidalgo)

La primera lágrima, negra y amarga, cae en la taza de té que prepara para su cliente; las siguientes, tras recorrer la fina máscara de porcelana de la geisha,  vuelan libres durante unos instantes antes de estrellarse en el suelo de bambú. Minúsculas gotas de azabache, brillantes como los koi que nadan entre las flores de loto del estanque,  que acaban varadas a los pies del hombre que la ha escogido, para formar un pequeño mar de cristal en el que naufrague el deseo.

Se pregunta entonces a cuántos hombres más conseguirán derrotar esas lágrimas sinceras, que manan del alma de varón que vive presa en su cuerpo.

84. Noche de máscaras

En la noche de las máscaras no hay normas, es un ritual que invita a romper todas las reglas; pero es sólo UNA NOCHE después todo vuelve a ser normal, la cotidianeidad retorna al pueblo con su ritmo habitual. Pero esa noche todo está permitido, las mujeres correctas son infieles, los niños comen caramelos hasta hartarse, los borrachos se tiran en la calle a beber el vino robado,  los hombres casados se sientan a jugar al poker mientras las bailarinas se refriegan en su regazo, los envidiosos asesinan a sus envidiados y las abuelas se sacan las medias cancán y en calzones se echan en el jardín a tomar cerveza y comer salame sin pan y a mordiscones.

En la fiesta de las máscaras nadie juzga a nadie, los crímenes no se condenan y todo queda en el olvido al día siguiente cuando el dolor de cabeza de los excesos despierta a los hombres comunes.

83. JUEZ Y VERDUGO

Según su hermano iba disfrazada de monja putona. Según su madre, de bruja yeyé. Su padre murmuró: “¡Ajá… Hum. Ajaá…!”, como siempre que Adriana le consultaba algo.

El gimnasio del instituto parecía un cementerio brumoso. Estaba muy bien conseguido. Berta se había encargado del atrezo, como el año pasado, aprovechando viejos decorados del teatro que dirigía su tío. Consiguió  seis ataúdes con mecanismos chirriantes. Al levantarse cada tapa se incorporaba un muerto viviente… Excepto el muerto de verdad: el ex novio de Adriana.

Cuando Adriana llegó a la fiesta se tranquilizó al ver aquellos coches de policía bloqueando la puerta del instituto, y disfrutó con la explicación quejumbrosa que Berta daba a los agentes: “Se trataba de una escenificación con zombis  -hipaba Berta-. ¡Qué tragedia!… ¡Adriana, Adri, ha sido horrible!”.

¡Todo estaba saliendo según lo planeado! Adriana tenía coartada familiar y su amiga no la necesitaba… Cómo iba a saber Berta que el cerdo de Manu era alérgico a esa marca de Ketchup, justamente la utilizada para la sangre de los zombis…

Adriana iba disfrazada juez, y Berta de verdugo. Pero las dos amigas parecían plañideras enlutadas. En carnavales, ya se sabe: ¡nadie es lo que parece!

 

82. SOLO CUATRO DIAS

 

Tenia que llevar aquella máscara durante 361 días, ahora durante cuatro se la quitaría y se mostraría ante los demás tal y como él quería ser; un hombre sencillo, amante de su mujer, padre ejemplar, educado con sus vecinos, buen jefe con sus trabajadores, solidario, risueño, y un monton de excelentes cualidades que lo convertían en otra persona.

Muchas veces durante esos 361 dias tenía la tentación de dejarlo todo y volver a sus orígenes, aquella vorágine de poder y placer lo había convertído en todo lo que el siempre odiaba, pero el regreso a la nada le daba pánico, por eso decidió esos dias de carnaval quitarse aquel disfraz que tanto le pesaba y por el que muchos le admiraban.

No era fácil pero la recompensa le proporcionaba momentos de felicidad que le servían para luego poder seguir con su vida el resto del año: la sonrisa de sus hijos, las palabras de amor de su mujer, los saludos de sus vecinos, la amabilidad de su empleados, el abrazo de su madre, la mano extendida del necesitado, todo eso era lo que él buscaba ,aunque solo fuera durante aquellos cuatro dias.

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