Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

63. MI OTRO YO

Es inútil escapar de uno mismo, tarde o temprano nos topamos con nuestro propio ser, nos guste o no. Es mejor llevarse bien con él. Si te enfadas, no puedes dar un portazo y dejarle plantado con un palmo de narices, siempre viene detrás de ti. Te tomas unas copas, un par de canutos y lo olvidas por una noche, pero al día siguiente, entre el dolor de cabeza de la resaca, aparece con esa sonrisa de suficiencia, como diciendo: no te librarás de mí tan fácilmente. Hace tiempo que intenté ser otro y con una máscara he engañado a mis semejantes, pero a él no puedo engañarle, aunque a fuerza de la costumbre, me ha confesado que cada vez se parece más a esa máscara esperpéntica que le he puesto. El problema es que él no me gusta, pero la máscara todavía me gusta menos.

62. NO MIRES A LOS OJOS DE LA GENTE.

Era sábado de carnaval. Una mujer se acercó y me pidió que la invitara a una copa. Comenzó a hablar mientras bebíamos. Prácticamente no coincidíamos en nada pero, a pesar de ello, establecimos una conexión de algún modo amistosa. Había algo en su aspecto que me resultaba atractivo y eso a pesar de la máscara que también cubría su rostro. Yo apenas abrí la boca en toda la noche mientras ella hablaba y hablaba. Fui perdiendo interés por lo que decía, hasta que un comentario suyo me provocó un escalofrío que recorrió mi garganta a la vez que el trago de gin-tonic. Fue cuando dijo que tenía un don especial para descubrir demonios. Según ella, bastaba con mirar a los ojos, comprobar que no eran del mismo color y que en sus pupilas se apreciara algo parecido al dibujo de una estrella. De pronto quise marcharme de allí. Aquella mujer, aquel bar de copas me estaban produciendo náuseas. Me despedí lo más cordialmente que me fue posible. Antes de salir de aquel tugurio me fui directo al baño. Frente al espejo me quité la máscara y las lentillas. Desde entonces no dejo que nadie me mire a los ojos.

61. Un ballo in maschera (Jerónimo Hernández de Castro)

Aquella tarde repasaba los paños del telón, una de las tediosas funciones de mi mal pagado empleo como responsable de escenografía. La soprano ensayaba con su viejo jersey de siempre y el tenor con esas camisas superpuestas tan inadecuadas para su edad, incapaces de cubrir siquiera el cinturón de sus vaqueros. Cuando empezó el dúo fui incapaz de continuar con los cortinajes. Non sai tu che se’ l’anima mia, el desgarrado lamento de Riccardo al tener la certeza que el amor de Amelia nunca estaría a su alcance, sonaba como jamás lo había escuchado antes.

Yo no era la única espectadora. Renato el personaje del barítono había asistido también al milagro. Cuando concluyeron la pieza un silencio respetuoso se hizo dueño de la sala. Riccardo se retiró apresuradamente y Renato corrió a abrazar a su esposa, en la representación y en la vida real.

Yo quise acompañar al tenor pero no me atreví a importunarlo en su camerino. Debí hacerlo. Su nota de suicidio expresaría con claridad su tragedia y, sin que me diera cuenta, cambió el puñal de atrezo con el que debía ser apuñalado por Renato, por uno auténtico el día del estreno. Me lo reprocharé siempre.

60. Álter ego

Mientras rebobino la película muda, una concatenación de sonidos en un idioma espectral aplaca el silencio. No son los actores los que hablan (puedo ver sus miradas de consternación mientras caminan hacia atrás, alejan la copa de los labios para beber o se quitan el antifaz para que no los reconozcan); y tampoco son los espectadores con sus cuchicheos, porque ya se han ido. Ha acabado el pase hace un buen rato y solo quedo yo dentro de la cabina. Doy dos pasos temblorosos hasta la puerta e intento abrirla, pero no cede a mis envites, que se tornan desesperados cuando se acrecienta el jolgorio alrededor del proyector. Al incesante parlotear de voces chillonas y risotadas graves se une el trasiego de tacones y el resonar de botellas y copas; todo ello animado por melodiosos acordes de violín. Creo enloquecer cuando una damisela invisible tironea de mi mano invitándome a unirme a la fiesta. Me resisto; pero ella, entre risas y susurros al oído, me quita suavemente la máscara de cordura.

59. Danza de unión

A cada baquetazo Bana se sentía más aturdida. Permanecía expectante en el centro de la ceremonia tradicional del casamiento. Los hombres escondían el rostro tras máscaras oscuras y bailaban alrededor de la virgen con movimientos enérgicos.

Las mujeres tapadas con caretas blancas se sentaban rodeando a los danzantes a una distancia prudencial. Al cesar la percusión de los tambores, Mamadou el hechicero hizo acto de presencia. Con un golpe vigoroso de su báculo dio la orden para que el joven Lamine entrara en escena. Su adolescencia no iba enmascarada aunque cubría su desnudez con un collar de marfil sobre su pecho y un taparrabos de piel.

Los mandingues hicieron un pasillo para que el no iniciado se situara  frente a su futura compañera. La muchacha temblaba de miedo y excitación, todo a la vez. Entrelazaron las manos. Mamadou se acercó y unió sus sabias manos a las de la pareja. El brujo comenzó a entonar una retahila grave e ininteligible para los mortales. Cuando terminó su imploración al cielo y a los dioses, dio por bendecida la alianza e invitó a los desposados a tomar posesión de la chabola que les había sido asignada para la  culminación  del enlace.

58. «ECLIPSE»

Él siempre había sospechado que Eva le era infiel. Por accidente, descubrió en su correo unas breves indicaciones a su amado: » Yo de luna y tú de sol». En ese mismo instante, una idea le pasó por la mente; se acordó de su amiga y escribió: » Yo de sol y tú de luna. Y no preguntes».

        Dos soles y dos lunas en la sala: demasiada energía para un universo en miniatura . Cuatro figuras gravitando  entre las sombras de una duda en la que , a buen seguro, iba a a ser la noche más aburrida de sus vidas.
RELATO FUERA DE CONCURSO POR SER JURADO ESTE MES

57. Demasiado tarde.

Quería contribuir a una buena causa, por eso elegí mi atuendo a conciencia. En carnaval, la máscara y la capa negra me confirieron la valentía necesaria para poder hacerlo sin remordimientos; porque, como es sabido, para conseguir fines justos, muchas veces son necesarios medios un tanto oblícuos.
Me arrepiento de no haberlo hecho antes, cuando trabajaba en el bufete, porque entonces contaba con más recursos y también, con más posibles. Sin embargo, hace meses ya que, tras la carta de despido he cambiado mi vanidad por la conciencia social que durante muchos años he ignorado.

Me consta que en el banco de alimentos lo necesitaban, por eso me arriesgué. Pero sucedió que después, cuando entresaqué de mis ropajes el botín que había conseguido sisar —unos cuantos paquetes de embutido— , al alinearlo en el suelo, reparé en mis zapatos desgastados y en los roídos calcetines que éstos cubrían.
Recordé entonces la voz de mi madre que siempre decía: “La caridad, hijo, comienza por uno mismo”. Y no pude remediarlo, señor agente. Llevé todo a mi chalet deshauciado para degustarlo rodaja a rodaja sobre la porcelana fina y con cubertería de plata mientras se consumían las últimas velas que me quedaban.

56. LA ETERNA PREGUNTA

Quisiera escapar  de éste baile de máscaras  al  que irremediablemente, la vida nos obliga a asistir.

Bajo la ducha,  intento frotando con fuerza,  que el torrente de agua arrastre consigo la piel  adherida de mi máscara,  mientras me digo a mí mismo,  que yo soy diferente de  los demás.

Ellos, actores consagrados, con largos años de experiencia  en el arte de ocultar sus sentimientos.

No, yo no soy cómo uno de tantos de tus  amigos, escondidos  tras una sonrisa sincera,  pero quienes hace ya mucho te olvidaron,  porque no tenían  nada más que sacarte.

Tampoco cómo tu simpática vecina, que te abre la puerta del ascensor,  y en cambio,  espía deleitándose tus conversaciones,  con un vaso a través de la pared.

Ni soy cómo ese compañero de trabajo,  que  felicita tus logros posando  su mano sobre tu hombro, pero realmente, celebra secretamente  tus fracasos,  porque ansía tu puesto.

El espejo empañado,  me devuelve  una imagen distorsionada de mí mismo, similar a la que exhibo ante  quiénes jurarían conocerme.

Cuando el vaho desaparece, descubro un par de ojos observándome  en el espejo, los tuyos.

¿Qué ves realmente  cuando a solas, te miras a ti mismo?, ¿tú también llevas una necia máscara?

55. Enmascarados ilustres

Después de firmar unos cuantos autógrafos a los fans que llevan horas esperando en la calle y de atender brevemente a la prensa, saludo al organizador del evento y entro. Los músicos de la orquesta llevan antifaces de fantasía, guiño evidente a los ilustres enmascarados en cuyo honor se celebra la fiesta.

Robin cuchichea algo al oído de Batman. Éste asiente y le da un trago a su combinado. Probablemente hablan de Spiderman quien, acodado en la barra, se mantiene a prudente distancia. No es ningún secreto que ambos superhéroes no pueden ni verse desde el rodaje de su última película. Bailan animadamente El Zorro y El Llanero Solitario. Localizo a El Hombre Elefante con el saco de arpillera habitual. Y a El Hombre Invisible. Estrena vendaje. ¿Dónde estará El Fantasma de la Ópera? Lo busco con la mirada. El Hombre de la Máscara de Hierro se disculpa tras pisarle la capa a El Guerrero del Antifaz. Desde la distancia diría que va medio trompa.

Cuánto tiempo, dichosos los ojos, me alegro de verte, me dice El Hombre Enmascarado y me palmea la espalda. Y yo, incómodo, le pregunto ¿y las chicas?, ¿es que no hay chicas en esta fiesta?

53. REALIDADES PARALELAS (Concha García Ros)

No, esa noche no fue a la fiesta. La consigna, “máscara y capa negra, nada más”, le había resultado demasiado atrevida. Estaba adormilado viendo una película, cuando sonó el timbre.

Abrió y se quedó perplejo. A pesar de la capa negra que le llegaba hasta los pies y  de la gruesa máscara tras la que se ocultaba,  aquella figura le resultaba familiar.

Sin dejar de mirarle, la desconocida le cogió las manos y las llevó bajo su capa. Sintió la suavidad y la tibieza de aquella piel, la que presentía en la mujer con la que soñaba todas las noches.

El baile transcurría lento, en un deleite para los sentidos. El ritmo se elevaba poco a poco. El cuerpo rotundo de ella, ya sin capa, sobre el suyo. Su pelo, ondeando rítmicamente, y la máscara impertérrita le excitaban sobremanera. Cuando se acercaba al éxtasis quiso arrancársela, para descubrir el rostro de la mujer amada. Entonces, el cuerpo de ella se desvaneció entre sus brazos, desapareció.

Despertó en el sofá, junto a la máscara y la capa que no se había atrevido a usar la noche anterior. Un delicioso perfume de mujer flotaba en el aire.

52. RENACIMIENTO (Esther Gómez)

Caminaba absorta en sus pensamientos cuando fijó la vista en aquél contenedor, algo llamó su atención. Desde lejos no alcanzaba a distinguirlo, la curiosidad se apoderó de ella acelerando sus pasos.

Entre la tapa y la cubeta asomaba un trozo de tela que parecía escapar de tan innoble morada, levantó la tapadera, en ese enjambre de desperdicios encontró un vestido de novia.

Al cogerlo entre sus manos, la vaporosidad del tul se cimbreó con decisión dejando en su caída una majestuosa cola. El poderoso blanco dejaba paso a un gris mortecino, algunos botones estaban desprendidos y diversos descosidos salpicaban su estructura.

Sus ojos se iluminaron mientras lo rescataba de la basura, al amparo de la imaginación empezó a tratar aquella prenda. Preparó un barreño de jabonosa agua, sus puños frotaron con delicadeza sus manchas. Se hizo la luz.

Cortó el vestido por la cintura, con la parte de arriba hizo un turbante al que cosió cintas de colores. Caía en cascada el arco iris. La falda la remangó en las caderas, por detrás, suelta y orgullosa la larga cola.

Aquel vestido en su transformación renacía a otra posibilidad.

Don Carnal invita al disfraz. El baile de mascaras queda inaugurado.

 

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