Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

MAMIHLAPINATAPAI

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. Comenzamos el año con MAMIHLAPINATAPAI, el entendimiento con la mirada. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de MARZO

Relatos

122. Rojo sobre blanco

El espectáculo era espantoso. Pequeños bultos redondos de piel blanca golpeados hasta su muerte o la extenuación de sus agresores. Regueros rojos desde la orilla hasta una máquina infernal donde los amontonaban. Palos y manos teñidos de rojo inocente, que gritaban y reían, que reían y juraban. De pronto alguien gritó, “me ha mordido” y soltó momentáneamente a su presa, para que otros la remataran. Me fijé que la sangre fluía de sus dedos y dejaba pequeños rastros de gotas, muy diferentes de los del resto.

Cuando todos desaparecieron, yo, La Gran Foca Madre hice un juramento, “seguiría esas huellas en la nieve, encontraría a su dueño, y me lo comería a mordiscos, y no pararía hasta su muerte o mi agotamiento”.

121. Huellas

Nieva en el pueblo y como siempre todos los vecinos corremos a refugiarnos en la iglesia. Cuando era un niño me divertía ver la urgencia de mis padres por coger unas cuantas cosas y salir pitando para encerrarnos con los demás. Mientras los mayores pasaban las horas cuchicheando, los niños jugábamos y por lo bajini pedíamos que no dejara de nevar. Durante los días de encierro estábamos libres de cualquier tarea, tan solo teníamos que evitar molestar a los adultos en sus plegarias y cavilaciones. Había una única prohibición: no abrir, bajo castigo severísimo, ni puertas ni ventanas. Cuando al fin podíamos salir del templo nos percatábamos de la amenaza al oír los sollozos de las mujeres y las miradas hoscas de los hombres, que contemplaban temblorosos, las huellas de pisadas extrañas que aparecían en la puerta del santuario y los arañazos grandes y hundidos que la marcaban. Hoy me he confinado con todos los demás y aunque ya soy un adulto sigo ignorando qué nos obliga a encerrarnos. Rezo lleno de angustia para que mi hijo haya encontrado refugio, no quiero ser uno de los que sollozan cuando esas huellas aparecen.

120. El muñeco de nieve

Se despertó con el primer rayo de sol y bajó las escaleras como lo hacía los días de excursión. En la cocina se puso de puntillas para asomarse a la ventana, pero estaba llena de vaho. Acercó su diminuta mano para descubrir que tenía el poder de hacer que se viera otra vez a través de ella. Pero en lugar de su muñeco de nieve, encontró a un ser con las cuencas de los ojos vacías, al que le habían arrancado la nariz y quitado la ropa. Ya no había una bufanda a cuadros protegiendo su cuello y los tres botones de su abrigo también habían desaparecido. Está muerto, pensó. En ese momento, entró su madre y lo vio con los ojos temblorosos ¿Qué te pasa, cariño? ¿Tienes hambre? Y le dio un beso tierno en la mejilla caliente. Pero el niño no encontró consuelo. Se quedó allí, de pie, mirando su muñeco muerto. Hasta que la ventana dejó otra vez de ser ventana, justo en el momento en que su madre abrió la tapa de la olla que había sobre el fuego, de la que emanaba un leve aroma a zanahoria.

119. Decisión

 

El recuerdo me ha invadido. Gélido y profundo.

Necesito tu calor.

No te supe valorar. Aquel día en que marchaste sola con tu dolor, no dije nada, quedé mirando mientras te alejabas.

¿Por qué no te detuve? ¿Tan importante era mi orgullo?

Desde la fotografía, tu mirada triste me condena, el tiempo no se detiene y un nuevo invierno se instala en mi alma, el frio de la soledad doblega mi espíritu, no imagino donde estarás, el espacio que dejaste sigue allí, y duele.

Desde mi puerta veo la nieve caer, en el blanco manto adivino aquellas que fueron tus huellas.

No resisto más…

Voy tras ellas.

118. Celebración checa

Caminaba siguiendo el rastro a través del bosque. El rojo de la sangre, sobre el blanco de la nieve, le recordó las tartas de frambuesa que preparaba su madre los días de celebración, y que comían todos juntos mientras su tío tocaba la trompeta. Lo encontró tumbado junto a un árbol, tiritando y sangrando abundantemente, así que, mientras ofrecía un cigarrillo al wehrmacht, no pudo evitar una sonrisa. No parecía tan fiero como cuando los tanques atravesaban el pueblo y las gentes se escondían en casa por miedo a esos hombres de mandíbula cuadrada y mirada asesina.

 

Empezaba a nevar nuevamente mientras Václav admiraba la escopeta de caza, regalo de su tío Kornel, el mismo que tocaba la trompeta alegremente en las fiestas familiares. Era un arma ya desgastada por el uso, pero hermosa por constituir una tradición familiar, y que había pasado, de mano en mano, desde su dueño original, el abuelo Kazimír, hasta él.

 

Fue entonces cuando el soldado alemán le sonrió, mientras pronunciaba algunas palabras indescifrables para el bueno de Václav. Y éste, apoyándose en la escopeta familiar, se incorporó y apuntó al lugar donde le enseñaron que lo hacen los buenos cazadores. Justo entre los ojos.

117. Cuando ni haciendo el indio se consigue lo que uno desea

A falta de respuesta en las misivas el hombre deja una manzana justo en el borde del nevado camino. Cree otra vez que no será en vano su cometido, y muy posiblemente, antes que llegue la noche a su punto más álgido acabará con lo que se ha propuesto. Duda. Está cansado de tener que esperar. Las esperas son a veces agoniosas, por eso antes de volverse intransigente, y perder los nervios decide cambiar de táctica. No funcionará, piensa. Quizás debería acudir a la técnica de un especialista, que le abra los ojos, y enfocar de nuevo la situación, para solucionar el problema de raíz. Duda. Se mira el torso. No le quedan demasiadas costillas. Le vence el valor que imprimió en sus primeros días, angustiándole. ¿Qué será de mi vida?. Por momentos se vuelve gélida, porque ellas borran al pasar las huellas que dejan sobre el blanquecino suelo. No quieren que nadie les señale. Para vencer la derrota piensa comprar una serpiente. Sería un atractivo añadido. ¿Picarían?. Difícil. Sabe que ninguna está dispuesta a sucumbir a la mordedura de la manzana, todo porque su físico no es el estipulado en los cánones de belleza.

116. Cazador

Seguí el rastro en la nieve hasta el bosque. Las huellas se dirigían al refugio. La encontré exánime en el lecho. Desgarré sus ropas congeladas. Expulsé el frío de su cuerpo con las caricias más procaces. Con alivio sentí la violenta erupción de los pezones contra el paladar de mi boca. Tenía órdenes que cumplir: el corazón palpitante de Blanca.

El día del nacimiento de Blanca, el espejo mágico profetizó: “Será la más bella del reino. Y al florecer destruirá a todos”.

“Matadle. Arrancad su corazón”, fueron las órdenes. Pero fue más grande mi deseo.

Escondí a Blanca en mi guarida invernal.  Y pude ver competir la hermosura, cabeza a cabeza, con la maldad. Pronto, sus ansias de poder la hicieron tener contacto con el espejo.

“¿Quién es el guerrero más bello del reino?”

“Naosim, el hijo del rey del Norte”.

A mis espaldas,  utilizó  sus artes oscuras de mujer para atraerlo. Juntos, los dos jóvenes conspiraron por la corona. Fracasaron.

Del príncipe, ya me había hecho cargo.

De ella, ya estaba saciada.

Con el puñal, extraje la víscera del pecho.  En mi cabeza, un nuevo mandato:

“Regresad al palacio, reina mía. Ahora eres la más hermosa”.

 

 

 

115.CAVA LA SULTANA (II)

Suena el despertador y recuerda que no tiene que levantarse. Se enoja por haber olvidado silenciar el reloj ya que es día de descanso. Al cabo del rato se ha desvelado y decide levantarse, podrá aprovechar para desayunar con tranquilidad y de paso, escuchar los discos que le regalaron para su cumpleaños. Se coloca un batín, descorre la cortina, sube la persiana y el espectáculo es asombroso. Ha caído una fuerte nevada y todo aparece blanco, así que ya no habrá música por el momento, sino que se irá a pasear por las murallas y arrabales de la fortaleza; igual tiene suerte y se tropieza con Cava La Sultana, donde dicen aparece en días de fuertes nevadas caminando con babuchas de lentejuelas, traje de seda malva y velo del mismo tejido. La leyenda cuenta que si te cruzas con sus bellos ojos negros, tendrás el soplo de vida que solo ella infunde, adquirirás la sabiduría de los emires que vivieron entre las murallas y podrás gozar de la alegría del agua que fluye en los manantiales, por lo tanto, se lanza a la aventura y a la vuelta, nos contará que sucedió.

114. Ventisca

Era medianoche cuando la tormenta de nieve, hielo y granizo, la más dura desde hacía cientos de años, empezó a arreciar. El viento atormentaba las ramas de los árboles, la ventisca se acumulaba entre las hojas perennes, el río corría veloz, como tratando de escapar y resistirse a la lentitud y muerte de la congelación.

El ruido y estruendo salvaje no dejaban oír nada más.
Ningún ser vivo osaba salir en esas condiciones. ¿Ninguno? Una sombra corría veloz, como pez en el agua, entre la nieve, una sombra de cuatro patas y tamaño descomunal, un ser de otro lugar que sólo salía cuando este mundo se escondía.
Recorría los senderos, de un salto se encaramaba en las copas, cubría con sus alas desplegadas los cielos tan pronto como volvía a estar de nuevo en el suelo marcando su territorio.
Sin embargo…. tras su rastro por la nieve, lo único que sembraba era calma.

 

 

113. CAMBIOS

No era cazador ni pretencía serlo, pero tenía un don que le permitía seguir cualquier rastro. Tampoco era detective o abogado, que le ayudara a esclarecer casos.

Hoy tenía un gran reto al que nunca antes se había enfrentado. De pronto, tras varios días de una gran tormenta de nieve, una ola de calor se había instalado en la zona. El cambio climático estaba haciendo de las suyas y tenía que darse prisa, antes de que la nieve desapareciera del curso que su última amante había dejado. Él no podía vivir sin ella.

112.La leyenda de la montaña.

La primera parte de la escalada fue larga y pesada. El frio penetraba en mis huesos haciendo de mis torpes movimientos un lastre para la expedición; aunque en ningún momento hubo queja, y eso es algo que siempre agradeceré.

Apenas había tenido entrenamiento para enfrentarme a la montaña, pero las necesidades nos hacen valientes y los sentimientos decididamente temerarios.

Tras el imprescindible descanso, la montaña pareció reconocerme y nos dio la tregua necesaria para que el ascenso al siguiente campamento fuera menos costoso. Al llegar me estremecí al sentirte cerca y pedí a la montaña que me concediese el deseo de encontrarte.

Nadie intentó seguirme al alba cuando salí en tu busca. Caminé varias horas desafiando al frio sin rumbo fijo pero con la esperanza intacta, hasta que por fin te vi.

Cuenta la leyenda que la montaña acoge a los visitantes caídos concediéndoles la inmortalidad en forma de árbol. Coronabas un pequeño claro y tus ramas se alzaban al cielo repletas de hojas. Cuando me llamaste corrí veloz a abrazarte, y ella hizo el resto.

111. PLANES

Tras varios días de búsqueda lo habían encontrado. No muy lejos del pueblo, en el fondo del barranco nevado. Terminó para Carmen la impaciente espera, la angustia de ver caer la nieve que ocultaría el cuerpo de su marido. Lo han rescatado y Manuel ya no es un desaparecido, sino un muerto de verdad al que llorar en alto y decir adiós. Ella podrá por fin vestirse de negro, poner la esquela, enterrarlo, llevarle flores al cementerio los domingos…

Pasado algún tiempo, no sabe cuándo, quizás una primavera más bella que otras, Carmen podrá por fin dejar de comprar flores, olvidar la tumba y la culpa, abandonar el luto. Y recuperando su alegría, volver a casarse. Con Juan.

Siempre que nadie sospeche de ellos.

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