Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

NOV01. PALABRAS MAYORES, de Juan Antonio Morán (JAMS)

Está apoyado en el quicio de la ventana. Fumando. Completamente desnudo. Una nube pequeña lo oscurece todo.
-Habría que inventar una palabra para esto.
Ella está sentada en la cama, terminando de meter sus cosas en una mochila de deporte.
-Ya existe -responde- Es muy antigua.
-Te equivocas. Es una palabra estúpida y moralista, vulgar, desagradable… ¿Y dónde está la realidad? Mi vida contigo es limpia, natural aunque diferente, inesperada… como el que tiene alergia de su propio sudor.
-¿A qué viene esa obsesión tuya por aparecer en el diccionario? ¿Piensas que así te perdonarían? Es inútil. Mi madre dice que se puede pensar una cosa, decir otra, sentir otra y hacer otra distinta -responde mientras estira la colcha.
-Tu madre es una jodida loca.
Ella se acerca a la mesilla y saca un billete de la cartera.
-No creo que seas la persona más indicada para criticar a mi madre. -le dice-. Cojo 50.
La nube, lejos de desaparecer, crece por momentos. Él desiste de ver el sol y cierra la ventana.
-Si vienes el fin de semana podías traerme un poco de yerba.
-Papá, tengo diecisiete años: no puedo pasearme por ahí con el bolso lleno de marihuana…

OCT195. LA CITA, de Patricia Mejías

Los sirvientes le impedían salir más allá de los linderos de la propiedad von Duisburg. Durante meses, a través de la reja de hierro forjado, mantuvo un intercambio de confidencias con una niña del exterior. Él anhelaba la vida lejos del mármol, el granito, los jardines de flores y pinos… Algún alimento fresco, y no esos estofados con sazón de hierbas sepulcrales que degustaba a la luz de los cirios. Y esa noche, tras aquella verja, lo esperaban las promesas de un rostro nuevo y labios fragantes a humanidad.
— ¡Thomas! —El grito paternal lo detuvo—. Ella no es de tu clase. Tú perteneces a un linaje muy antiguo y superior.
El barón von Duisburg y un cerco de sirvientes le complicaban el escape.
A pesar de llevar su mejor mortaja, traspuso de un salto los portones del panteón familiar. Unos gritos estridentes al otro lado, y el padre exclamó:
— ¡Siempre fue un salvaje que quiso comer la carne cruda!

OCT194. MUERTECITA Y VÍSPERA, de Pablo Vázquez Pérez

Eva se levantó al sonar el despertador por tercera vez, aunque llevaba despierta tres cuartos de hora. Llamó al cuarto de baño: TOC-TOC-TOC. Piaron sucesivamente, su periquito, su jilguero y su canario. Tomó dos tostadas antes de volver al aseo para maquillarse. Y devoró la última, bebiendo de tres sorbos el café.
Echó la llave al cerrojo inferior, el cierre blindado y la rueda superior. Bajó por la escalera, consecutivamente, a la segunda planta, a la primera y a la baja. Salió del portal número tres de la calle Trinidad, para dirigirse al trabajo. Eva trotaba igual que un caballo del ajedrez, marcando las baldosas de la acera como escaques del tablero. Llegó a la parada del bus, sacó el monedero. Estaba vacío. Tres ancianas sentadas en un banco cercano, la vigilaban haciendo punto. La chica volvió corriendo a su casa para coger el dinero. Durante su ausencia, afortunadamente, un coche sin frenos se chocó contra la marquesina vacía. Las viejas tejedoras murmuraban enfurecidas.
– Ayer olvidó el móvil. Hoy la pasta. Pero a la tercera va la vencida. No escapará de nosotras.
Lo que no calcularon las parcas es que al día siguiente era festivo.

OCT193. SIN PRUEBAS, de Elysa Brioa Escudero

Pues ya está, este tipo me ha hecho la autopsia en un periquete y por lo que ha comentado con el policía no le queda ninguna duda, fallo multiorgánico provocado por mi afición a la botella. Qué rabia me da, ella se va a salir con la suya. Y eso que recelé cuando me convenció para firmar el seguro de vida, quién iba a pensar que la mosquita muerta aprovechara que me gusta beber para envenenarme. Si es que no se puede ser bueno, más fuerte le tenía que haber atizado. No puedo entender tanta inquina, si solo le pegaba los fines de semana y procuraba no dejarle cardenales. Es una desagradecida, no se ha esperado, no, tenía prisa por librarse de mí. Y le va a salir bien la faena a la muy zorra, con dinero y sin nadie que le tosa. Ahí entra, mírala, venga a llorar. Y es que lo hace bien, el doctor no para de consolarla dándole palmaditas en la espalda. Ahora que veo la cara del tipo, se ha quitado la mascarilla, me recuerda a alguien. Este forense se parece mucho, pero mucho a su primer novio.

OCT192. LA SONRISA DELATORA. de Laura Garrido Barrera

Buenas tardes, te dijo el hombre que abrió la puerta. Entraste en la habitación y observaste un desorden caótico. En la esquina más soleada se amontonaban blusas de mujer con las perchas camufladas en sus telas. Esparcida por la habitación, la colección completa de las novelas de Agatha Christie, con sus tapas negras formando pequeños triángulos. En otra esquina, un tocadiscos arropado por docenas de vinilos sin sus fundas. Ya ve, se han llevado todos los objetos de valor, sólo han dejado la cama, dijo el hombre cabizbajo. Tú reconcentraste toda tu atención en un cartel con un nombre de mujer y una curva febril que colgaba a los pies de la cama. ¿Cuándo falleció? El lunes, contestó él. ¿Y el cuerpo?, interrogaste. Incinerado. Te agachaste para mirar bajo la colcha que arrastraba hasta el suelo y encontraste una dentadura postiza sumergida en un vaso de agua. ¿Qué cenaron ayer su mujer y usted? Ensalada de zanahorias. Lo siento, el seguro no cubrirá este robo, afirmaste observando al trasluz el fondo del vaso tamizado por pequeñas partículas anaranjadas, y vigilen la fiebre de la pobre Ágata, que hoy es miércoles y en la curva señala que ya tiene demasiada.

OCT191. ASESINO PROFESIONAL, de Isabel OlIva Yanes

Hacía tiempo que venía pensando en retirarse. Dinero tenía suficiente para vivir bien acomodado hasta el final de sus días y su trabajo no le satisfacía especialmente. Se sabía el mejor y lo era. Pero conoció a una mujer especial con la que no le importaría casarse y tener hijos. Una vida normal.
El último encargo le llegó por las mismas vías de siempre. Se trataba de otro tipo más. Nadie en el mundo, salvo su jefe, sabía de su existencia y prefería que este tampoco le conociera. Investigó como siempre hacía y cuando le tuvo en el punto de mira llevó a cabo su trabajo con eficacia. Después de dispararle, dio la vuelta al cadáver y encontró a su jefe al que conocía solo de vídeo-conferencia. Esto significaba que ¡Era LIBRE! Gracias a la casualidad nadie en el mundo había visto su cara de asesino. ¿O no?
Corrió a casa de su amada y le pidió matrimonio, a lo que ella aceptó muy complacida. Después de casados, en plena luna de miel, ella le confesó que fue la artífice del último encargo. Él la besó con pasión y le rompió el cuello. Ahora sí que ya nadie le conocía.

OCT190. C’EST LA VIE, de Miguel Jiménez Salvador

Al fondo, expeliendo por igual maldiciones y esputos, como es su costumbre, el viejo Hild, normando y excontrabandista. Tipo peligroso aún la edad.
Hoy la ha tomado con ciertas mañas tecnológicas, artes propiciatorias de las tropelías espiantes perpetradas, presuntamente, por los “States”, según las noticias. Me cuenta el camarero mirándole de reojo. Lo acompaño, a él con la mirada, y a mi estado de ánimo con un encogimiento de hombros, mientras el viejo continúa su diatriba, ahora: derribando imaginarios “drones” que nos vigilarían, ajusticiando cobardes ladrones de salón, traje y corbata. Y en defensa de lo honorable de las tradiciones del cara a cara y cuerpo a cuerpo entre truhanes. La verdad es que al rato desconecto un poco, no vine aquí para eso.
Bien entrada la noche y con bastante más de la dosis recomendada emprendo retorno hacia mi cubil. Apenas reconociendo el camino, me dejo guiar al oeste por la salobre brisa que me rodea, Canebier abajo, creo.
Vislumbro el portal de mi pensión, por fin, y un fardo humano que me cierra el paso. Fijando turbio la mirada reconozco la oronda barriga abierta a cuchillo, desde el ombligo hasta debajo del esternón.
Al menos murió como quería.

http://arktos-themis.blogspot.com.es/

OCT189. NIHILISMO, de Jonathan González Almanza

El ambiente se tornó frío…

-He venido por tí Miguel. ¿Sabes? En mi trabajo no suelo dar explicaciones, pero eres un caso extraño; amas, eres amado, posees dinero y éxito en la vida, hay gente que te aprecia y admira, empero tu apatía me ha llamado.
¿Hay algo que quieras decir?

Miguel, sin dar vestigios de algún sentimiento y con la mirada clavada en su vaso de whiskey susurra:

-Tu no sabes lo que es ser diferente aquí.

OCT187. PASO FIRME, de Núria Díaz Díaz

Hace una hermosa mañana en este claro del bosque. Ante mis ojos contemplo la belleza del paisaje en todo su esplendor. La suave brisa primaveral acaricia mi rostro. Floto en el aire. Delante de mí pasa toda mi vida. Parece que fue ayer cuando nació mi primer hijo. A los seis años enfermó y ya nunca más se recuperó. Lo enterré junto a la playa, mi playa, y la de Tomás, el marido que marchó a la guerra y me fue devuelto en una caja de madera.
Ahora, en este momento, no tengo dudas. Me siento libre, en paz conmigo misma. Mi cuerpo ha dejado ya de pesar. Voy cayendo hacia el infinito, sin miedo, recordando lo que un día fui. Caeré pero de pie.

OCT185. OLIMPO, de Rubén Rojas Yedra

—Mira ese hombre, papá. Se está acercando, ¿verdad?
El hombre no supo qué responder. Examinó a su hijo de reojo: sentado con los pies colgando, la mirada tendida sobre el fabuloso terraplén. No dejaba de ser un niño normal que pasaría desapercibido ahí abajo, se dijo, si no fuera por esa mirada inmensa, de siglos, y una paciencia impropia. Desde aquella altura olímpica, observaban los puntitos con la misma humanidad que se siente ante un tullido o un ciego. Y sin embargo eran cuerpos enteros. Mortales.
—Pronto lo sabremos —resolvió.
En algunas páginas mitológicas se representa el umbral de los tiempos; limen de acceso al panteón, en la cima del monte, en el que ciertos dioses, de dos en dos, esperan para ayudar a subir solamente a los salvados.

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