Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
2
6
horas
2
0
minutos
0
8
Segundos
4
0
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

OCT132. HORA DE MORIR, de Óscar Quijada Reyes

Ya estoy en el lugar indicado, en caso de no presentarme mis hijos estarían en peligro. Por lo menos eso fue lo que dijo la voz amenazante que habló a mi teléfono ayer, también el manuscrito que colocaron al pie de la puerta de mi casa. De acuerdo con la información, ha llegado el momento de pagar por mis errores, he de sufrir una muerte espantosa.

El silencio me aterra, no miro a nadie en esos coches, ninguna persona se ha asomado a las ventanas y nadie circula por la calle. A estas alturas desconozco si alguien desea vengarse de mí.

Ya mis nervios no resisten, no siento mi piel y cada fibra de mis músculos tiembla. Justo cuando creo no aguantar más, sin saber si han pasado minutos o segundos, escucho una voz que proviene de uno de los edificios de apartamentos:

–Hoy no te asesinaré, pero ya te he matado del susto, ¿eh?

OCT131. LA ÚLTIMA NOVELA, de Juana Mª Igarreta Egúzquiza

Mario abrió el sobre que acababa de retirar de la oficina de correos. Eran varios folios escritos a mano. Comenzó a hojearlos y no podía dar crédito a lo que leía, ¡era su propia vida contada con todo lujo de detalle! Ni siquiera habían tenido el tacto de cambiar de nombre al protagonista: “Mario Iturri”.
Perplejo y lívido, presintió que el autor de aquellas letras era Juan Estébanez, el escritor. Así lo ratificaba la siguiente nota: “Hace un tiempo, cuando todavía no habías traicionado mi amistad, te dije que tu azarosa vida daba para una novela. Ya la tienes”.
Mario pensó que debería intentar hablar con Juan Estébanez; si el texto se publicase podría complicarle seriamente la existencia; si Olga, su mujer, conociese su turbio pasado…
Recordó, en un vertiginoso repaso de imágenes, los años que Juan lo acogió en su casa. Las largas apneas que este sufría durante el sueño, y aquella copia de llaves que nunca llegó a devolverle…
——————————————————————
Cuando Matilde, la asistenta, encontró una mañana el cuerpo inerte de Juan sobre su cama, junto al cenicero a rebosar de colillas y una botella vacía de whisky, tras lanzar un grito desgarrador, dijo sollozando: —Se veía venir.

http://palabrasquedanjuego.blogspot.com.es/

OCT130. SEÑALES, de Paz Monserrat Revillo

Mi madre tenía un don especial para ver señales donde nadie más las veía. La realidad le hablaba en un lenguaje que sólo ambas-ella y la mismísima realidad-entendían.
Un día nos dijo que la vecina del edificio de enfrente había recaído. Lo decían los lánguidos geranios de su balcón. Nosotros sonreímos con cierto desdén. Más adelante nos enteramos de su fallecimiento.
Después ocurrió lo suyo.
Aquella tarde, mientras conducía hacia el hospital, explotó ante mí un atardecer insólito, eléctrico, impresionista. Lo achaqué al viento del norte. Tampoco supe interpretar la ausencia del gorrión en el camino de acceso. Pensé que por fin habrían pasado los de la limpieza a recoger aquel pequeño y molesto cadáver. Ni el cansancio antiguo que me sobrevino al subir las escaleras. Demasiada tensión acumulada, me dije.
Con paciencia infinita, esperó a que cerrara la puerta. A que nos quedáramos a solas. A que acabara de contarle de todos y de todo. A que me sosegara y la mirara fijamente. Solo entonces, comprensiva con mi ceguera ante el despliegue de señales, me avisó. Trató de explicarme, con la respiración cada vez más débil y desde su coma profundo, que había llegado el momento de decirnos adiós.

OCT129. LA CITA, de Miguel Pereira

Resultó crucial aquella madrugada lluviosa, en la que mis pasos serpenteantes se perdían en la densa niebla, vislumbrar a lo lejos el cíclico guiño de ojos sobre la roca de aquel faro, que me prevenía de la peligrosa presencia de un escarpado acantilado, en el que quedaban las olas para rugir. Pues si no fuera por el luminoso, tal vez me hubiera perdido, y pese a las copas de más que intentaban trastabillar mi marcha, no podía dejar para otro día mi perezosa cita con la muerte.

0CT128. LA SOMBRA, de Concha Morales Peinado

La verja del cementerio chirrió con un aullido lastimero. No estaba acostumbrada a que la abrieran a esas horas de la madrugada. Aquella mano había ceñido su barrote con saña. Una sombra penetró en la necrópolis y se dirigió hacia el viejo y abandonado mausoleo que presidía con triste arrogancia el tétrico paraje.
– Buenas noches. He cumplido mi promesa.
No hubo respuesta. Hasta el viento que arrastra las hojas muertas se había ausentado como un alma en pena. La luna se escondió tras un angelote gigantesco que se erguía, desafiante, sobre una de las tumbas más ilustres. La sombra se mantuvo en pie.
-Te has adelantado a la cita. Aún no me ha llegado tu último suspiro.
Una pequeña salamandra intentó seguir el rastro de la luna. Mientras arrastraba su panza cimbreante sobre la lápida contigua al panteón, el zapato de la sombra la aplastó. La alborada tembló. El pánico asoló a los gorriones dormidos. La verja del cementerio volvió a chirriar.
A los pocos minutos, un frenazo y un golpe seco retumbaron junto a la tapia del recinto.

OCT127. ABADÓN, de Emilio Magdalena García

La sonrisa del peque iluminaba su cara mientras jugaba en la calle. Corría con una ramita de árbol en la mano, moviéndola arriba y abajo por una pared. Como dibujando sueños. Y cada poco se paraba y brincaba de alegría alborotando sus rizos rubios. Es un ángel, pensaba todo aquel que lo veía.
Las lagartijas discrepaban.

OCT126. ASESINO PASIVO, de Anna López Artiaga

Su primera cita con la muerte fue muy temprana, a los ocho años sobrevivió al accidente de coche en el que murieron sus padres. Su abuela se hizo cargo y lo educó tan bien como pudo. La pobre murió antes de que él acabara la secundaria y, de nuevo, se encontró solo en el mundo.
También fallecieron su primera novia, su compañero de piso y un perro que había recogido de la protectora.
Se obsesionó con la idea de que todos los que establecían un vínculo con él acababan muriendo y eso le llevó de cabeza al diván de un psiquiatra. El tipo se empeñó en que le hablara de su padre, pero a las dos semanas falleció de un ataque cardíaco dejando la terapia a medias.
No le costó mucho tomar la decisión de dedicarse profesionalmente y sacar algún beneficio de su extraña habilidad. Así fue como se convirtió en asesino a sueldo, asesino pasivo por supuesto.
Pronto empezaron a lloverle los encargos a aquel asesino amable, que conducía a sus víctimas hacia su fatal destino a base de frases amables y detalles afectuosos.
Un día me sonrió.
—Parece que va a llover— dijo.

OCT125. DIFERENTE, de Puri Otero Domarco

Se vistió de blanco, cogió una flor en la mano, se puso una peluca rubia, se calzó unos zapatos de cristal,cubrió su espalda con una estola de armiño,pintó sus labios de rosa, adornó sus dedos con anillos de oro, disfrazó su boca con palabras de amor y sus sonrisa dejó ver unos dientes de perlas.
Despues de verse al espejo sonrió y cogiendo su agenda salió a trabajar.
—Pero a donde vas así- le increpa su superior- no puedes mostrarte de esa guisa, perderás prestigio,serás el hazmerreír de toda la profesión, cuando aparezcas nadie te creerá.
—Por eso lo hago, estoy harta de que todos lloren al verme llegar.
—Y crees que así será diferente.
—Si no lo intento nunca lo sabré.

OCT124. LA OBEDIENTE TÍA MARGA, de Mercedes Jiménez Rueda

La tía Marga cumplió siempre con su deber. Renunció a ir a la escuela para poder cuidar a sus hermanos pequeños y, cuando éstos se casaron, atendió a sus padres en su enfermedad.
Nada más morir mi madre, la tía, ya casi centenaria, decidió venirse con nosotros para ayudarnos. Desde el primer momento llenó nuestras vidas de rígidas costumbres y de un olor a flores rancias. Durante el día iba de tarea en tarea, sin permitirse una distracción y, por las noches, rezaba durante horas con la lamparita encendida y hablaba en voz alta con sus familiares fallecidos. A mí me daba un poco de miedo y además, como compartíamos habitación, no me dejaba dormir, así que me quejé a mi padre.
-¡Déjese de rezos, mujer!-le regañó- . ¿No ve que la niña necesita descansar? Piensa usted más en los de allá arriba que en los de aquí abajo. Más le valdría estirar la pata y reunirse con ellos.
Al día siguiente la tía Marga amaneció sin pulso. Papá la contempló pensativo unos instantes.
-Esta mujer-dijo al fin con cierta admiración- ha sido obediente hasta para morirse.

OCT123. LA LLAMADA, de Lorena Jiménez Justicia

Al llegar a casa, se metió la mano en el bolsillo para sacar las llaves y tocó un pequeño trozo de papel. Lo miró: era un número de teléfono. Se preguntó de quién sería, pues no lo tenía en su agenda. Quizá aquel camarero tan simpático se lo había deslizado en el bolsillo sin que se diera cuenta. Emocionada y nerviosa, decidió marcar. Algo le decía que detrás de ese número se hallaba su destino. Cuando descolgaron sus miembros se paralizaron, el teléfono resbaló de sus manos y cayó al suelo dando su último suspiro.

OCT122. EL MUNDO AL REVÉS, de Luisa María Pérez Díaz

El mundo al revés por un instante y… Un abrazo cualquiera de mi hijo al salir del colegio. Durmiendo antes de parir a mi hija. Mi primer beso, sensación decepcionante. Primer momento delante de un micrófono en la radio local. Aquel vuelo eterno, tan soporífero. Delante de una vaquilla, ebria. La ruptura, convertida en liberación. El casete que grabé en la adolescencia con canciones deprimentes y que escuchaba una y otra vez. La fiesta de empresa, ebria. La muerte, una a una, de los abuelos. La libertad que sentía conduciendo a solas. Las comidas familiares, ebria. De vuelta a casa de noche. Oscuridad.

OCT121. ETERNA IMPUNTUALIDAD, de Belén Molina Moreno

Siempre llega tarde. A todos los sitios. Los amigos, ya le conocen bien, quedan con él media hora antes. Ha encontrado un trabajo en el que cumplir el horario no es importante. Se ha perdido alguna película por haber llegado demasiado tarde y no haberse vendido ninguna entrada a la hora de la proyección. A las citas con el médico llega sistemáticamente tarde para no esperar en esas sillas tan incómodas que le dejan doloridas las piernas. A la última cita también llegó tarde. Un amasijo de metales, plásticos, aceites y fluidos varios fue el testigo que dejó la encapuchada de la guadaña en el lugar donde habían quedado. Ella sí había acudido puntual, pero se cansó de esperar.

Nuestras publicaciones