Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

OCT107. PULSO PERDIDO, de Amparo Martínez (Petra Acero)

No acudirá a su cita: es un hombre de palabra.
Se levanta, su hijo todavía duerme. Entra en el cuarto de baño, se mira al espejo. Un hombre lo tiene más difícil… El maquillaje, los colores animados de un vestido… como el que ella llevaba ayer…, una buena peluca… Se lava las lágrimas: no quiere que lo vea así. Regresa a la habitación blanca. Su hijo ya está despierto. Le sonríe, pero el joven gira la cabeza y cierra los ojos. La enfermera cambia el gotero y se va. Él se sienta en el sillón donde ha pasado la noche.
—Tenías razón, hijo… —habla como si escribiera una carta—. Debería haber conducido yo… Tu madre estaría viva. Y yo, al fin y al cabo…
El joven no responde, llora con los ojos, la nariz y el pecho.
—…Se equivocó… —continúa su vía crucis—. La Parca se equivocó de asiento…
—Papá…
—…La cita la tienes conmigo. ¡Maldita!… —exclama afónico—. El pulso te lo he echado yo.—Muestra el hematoma del último pinchazo, en un gesto de renuncia, de entrega—. ¡Deja en paz a mi familia!… Aquí me tienes… ¡Tú ganas!: no más sesiones de quimio…

UNA LISTA LARGA DE RELATOS MUY CORTOS…

En el Taller de Escritores de Barcelona se ha fallado el IV Premio de Nanorrelato.
Hemos visto que en la lista de 143 relatos seleccionados hay mucha gente conocida…
Tíndaro del Val, Rubén Rojas, Yolanda Nava, Frances Barberá, Beatriz Carilla, Joaquin Valls, Espernaza Tirado, Sara Lew, Juan Fuente… 
(No sé si se nos ha pasado alguien)
¡¡¡Felicidades a Tod@s!!!
Podéis consultar la lista completa en este enlace.
Aquí puedes leer al ganador y los finalistas.

OCT106. DEMASIADO TARDE, de Eva Moreno Villalba

— ¡Tú aquí!
— ¿Y tú? ¿Qué haces tú aquí?
— Ya lo ves, lo que no entiendo es lo que haces tú.
— Es evidente: lo mismo que tú.
— Pero… ¿tú, por qué?
— Esa misma pregunta te hago yo.
— Yo no he podido soportar que me dejaras.
— Y yo no he podido soportar que me traicionaras.
— Pero podrías haberme perdonado, mejor eso que llegar a…esto.
— He sufrido mucho.
— ¡Y yo! Perder lo que más amaba por un desliz… ¡Es estúpido!
— Lo es.
— Oye, aún estamos a tiempo.
— ¿Tú crees? Mi cita es a las ocho.
— La mía también.
— Solo falta un minuto.
— ¿Entonces? ¿Me perdonas?
— No sé, me hiciste mucho daño.
— ¡Venga, decídete!
— Es que…
— Por favor, pasemos al otro lado.
— Es que…
— Muy bien, pues allá voy.
— No, espera.
— ¿Me perdonas?
— Sí.
— Demasiado tarde. Su turno para saltar.
— ¿Ya no podemos echarnos atrás?
— Ya no.
— ¿Podemos, al menos, saltar juntos?
— Por mí, mientras salten de una vez…
— Venga, amor mío, dame la mano. Vamos allá.
— Allá vamos, mi amor.

OCT105. MI PRIMER TRABAJO, de Francisco Rubio

No conocía el famoso cuento de “El gesto de la Muerte” hasta esta misma mañana, cuando lo he escuchado en el ascensor (contado por un señor mayor vestido de negro, a su acompañante, vestido de payaso, bastante patético) mientras me dirigía a unas oficinas del centro para firmar mi primer contrato de trabajo. Los tres nos hemos apeado en el piso 38, justo cuando el hombre terminaba su cuento. Mientras daba vueltas por el inmenso pasillo buscando la puerta 38A6, los nombres de Samarra, Abdul, y Bagdad se movían por mi cabeza de un hemisferio a otro sin encontrar la salida o el almacén.
Al entrar en el despacho tras ser invitado por una voz familiar, he tenido tiempo de ver como saltaba al vacío el payaso desde la ventana situada tras la mesa que ocupaba el hombre de negro. Sin inmutarse, me ha extendido un bolígrafo y el contrato para firmar al tiempo que ha dicho: “Tendrás que ir vestido de payaso, te informo”. En ese momento hemos escuchado un clarísimo plof treintaitantos pisos más abajo. He firmado mientras el tipo ese me decía: “Mañana en el ascensor te contaré un cuento”.

OCT104. EL SUEÑO, de Rafael Aracil Alemañ

 Ignoraba como había llegado hasta allí. Lo único que recuerdo es el largo camino que anduve durante más de ochenta y siete años. Sin apenas darme cuenta me hallaba en el umbral de la vida, en la boscosa y umbría zona donde los estertores de la muerte se repiten a un ritmo frenéticamente abyecto. Una extraña dama, de negro vestido, me increpa e interroga con la certeza de que me convencerá, por mucho que resista, para que vaya con ella a los confines del mas allá donde mora lo eterno, en el templo marmóreo del interminable invierno. Me ha cogido de la mano y me arrastra, como una letanía de susurros y lamentos, al paraíso maldito donde se ahogan los sueños.

OCT103. UN CRIMEN PERFECTO, de Marcel Gris

Al abrir la puerta de la habitación aséptica, el sonido motorizado de la vida inunda mi cuerpo. Él yace en la cama y sus ojos desgatados me reconocen, tras la luz que entra del pasillo. Me siento a su lado y le cojo la mano.
– Vengo a contarte una historia, la que no has vivido pero te pertenece. Antes, quiero darte las gracias por darme la vida. Has tenido tres hijos que han seguido tu senda, el camino del olvido. La pequeña, aquella a la que quisiste de verdad, está en la cárcel, con diecinueve años, por estafa y suplantación de identidad. La mediana, “el despojo” como tú solías llamarla, por fin se ha suicidado. Y yo, el mayor, soy un simple fantasma para los que me rodean. Me dijiste una vez que no tenía que haber nacido, pues aquí estoy, para darte la estocada final, sabiendo que tu corazón ni tus ojos soportarán el dolor que tu mujer sumisa y débil te ha ahorrado durante tanto tiempo. Es el resultado de tu vida, disfrútala.
El silencio envuelve la habitación vacía, tras las alarmas y los intentos de reanimación.

OCT102. NOCHE DE DIFUNTOS, de Rocío de Juan Romero

Llegaba la noche de difuntos y, como cada año, Bastián se sometió al rito de rescatar su traje de luto, el que llevara en el entierro de su esposa, y añadir un clavel rojo en la solapa derecha. En el cementerio se reunió con Catalina, la joven “bruja” del pueblo.
-¿Qué quieres preguntarle a tu mujer?
– Pregúntale si me quería.
-Ya sabes que siempre responde que no.
-Pregúntale si quería a sus hijos.
-Ya sabes que tampoco.
-Pregúntale dónde escondió el dinero.
Catalina lanzó las tabas sobre la losa de la fallecida, y las leyó.
-Tu mujer cree que aún no has purgado lo suficiente. Vuelve el año que viene.
Bastián se quitó el clavel rojo, lo dejó sobre la tumba y, mientras se alejaba, sonrió al pensar en la imagen de Catalina, tomando la flor para adornar sus hermosos cabellos oscuros.

OCT101. EL IMPULSO, de María Sergia Martín (Towanda)

El inesperado accidente de Mariola nos sumió a todos en la más absoluta tristeza. Traté de preparar a Mavi para encajar tan duro golpe temiendo que aquella pérdida pudiera malograr su embarazo. Ambas eran grandes amiga y, aunque en los últimos meses, no se vieran demasiado mi esposa le profesaba un inmenso afecto.

El cuerpo de Mariola fue incinerado y una semana después la familia y las amistades más cercanas decidimos rendirle un homenaje, justo en el mismo acantilado desde el que se precipitó al mar que tanto amaba. Pudiera parecer morboso, pero quienes la conocíamos supimos que el evento sería de su agrado.

Se dispuso un velador blanco y, uno a uno, desfilamos todos sus amigos recordando las virtudes de la fallecida. Lo rabiosamente hermosa que era, su inteligencia, su éxito…

Nadie mencionó lo posesiva que podía llegar a ser; su afición a beber hasta perder la consciencia; lo dominadora e insaciable que era practicando sexo; el poder diabólico de su seducción y lo enganchado que estuve a ella; lo que odiaba cualquier norma… Recuerdo sus sonoras carcajadas y su firme negativa cuando dije que la dejaba… apenas unos segundos antes de despeñarse.

No pude evitarlo; amo a Mavi.

OCT100. ¿DE VERDAD QUE NOS OYE?, de Luis Cruz Cubero Villalba

Te miro. Seguimos en esta fría sala del hospital. Sí, tú sigues diciendo que no es tan mal sitio, que te tratan muy bien. Pero yo solamente veo tristeza y el vacío que nos espera. Te vas a marchar, amor. Qué injusto me parece. ¿Por qué nos tocó a nosotros? No puedo entender nada. Tú, tumbado en la cama. Hemos venido tarde. ¿Por qué todo es así?

Amor, te veo mirándome con ojos tristes. Pero yo creo que no es tan horrible. Las enfermeras me atienden en todo, tenemos televisión. Hay cariño dentro del horror. No desesperes. Se acerca mi despedida pero aunque no puedo hablarte, te veo y te siento. Ten esperanza. Quisiera pasar una luz que deslumbrara esa tristeza.

Veo a mi madre llorando y triste, mi padre no habla. Dicen los médicos que nos escucha y nos siente, pero yo solo veo la impotencia de mi madre ante el adiós. La luz de mi padre se apaga.

Papá se va. Mamá, ¿de verdad que nos oye? ¿Nos seguirá viendo cuando se vaya? Quisiera que siguieras siempre aquí.

OCT99. DÍAS DE CINE, de Jerónimo Hernández de Castro

La profesión de acomodador se extingue pero está tan seguro de la importancia de su puesto que argumenta con rotundidad: Es algo necesario, una compañía en la oscuridad, un apoyo grato mal retribuido… Me cuenta el incidente: Anoche cuando los vi llegar tarde a la película parecían una pareja japonesa con los sexos invertidos. Él, tras la chica, sumiso y cabizbajo por la recriminación de un retraso del que era inocente en su primera cita.
Cuando les indiqué que no podrían sentarse juntos, ella se dirigió con presteza a la fila de delante, y él cruzó el pasillo hasta la butaca más lejana. Ella salió sin esperar a los créditos y al no encontrarlo en el lugar donde se separaron, se fue enfadada con su paso ágil. Cuando las luces se encendieron lo encontré con la frente apoyada en la butaca delantera y esa mueca triste e irónica de los que mueren solos.

OTRA CITA… DE LEYENDA

Poco a poco se fue reduciendo, fetizándose, momificándose en vida, hasta el punto de que en sus últimos meses era una ciruela pasa perdida dentro del camisón, y el brazo siempre alzado terminó por parecer la pata de una marimonda. Se quedaba inmóvil varios días, y Santa Sofía de la Piedad tenía que sacudirla para convencerse de que estaba viva, y se la sentaba en las piernas para alimentarla con cucharaditas de agua de azúcar. Parecía una anciana recién nacida. Amaranta Úrsula y Aureliano la llevaban y la traían por el dormitorio, la acostaban en el altar para ver que era apenas más grande que el Niño Dios, y una tarde la escondieron en un armario del granero donde hubieran podido comérsela las ratas. Un domingo de ramos entraron al dormitorio mientras Fernanda estaba en misa, y cargaron a Úrsula por la nuca y los tobillos.
-Pobre la tatarabuelita -dijo Amaranta Úrsula-, se nos murió de vieja.
Úrsula se sobresaltó.
-¡ Estoy viva! -dijo.
-Ya ves -dijo Amaranta Úrsula, reprimiendo la risa-, ni siquiera respira.
-¡ Estoy hablando! -gritó Úrsula.
-Ni siquiera habla -dijo Aureliano-. Se murió como un grillito.
Entonces Úrsula se rindió a la evidencia. «Dios mío -exclamó en voz baja-. De modo que esto es la muerte.»

Gabriel Gárcía Márquez. CIEN AÑOS DE SOLEDAD.

OCT98. DESCUIDO EN AZUL, de Miguelángel Flores

Angelín cae por el hueco de la escalera mientras su madre limpia boquerones. Nadie se explicará cómo pudo abrir la puerta. Se ha estrellado a los pies de la señora Engracia, arrebatándole en la caída la docena de lionesas que traía de la confitería. Tras unos instantes de alaridos trenzados, del cuerpecito sin vida, salpicado de nata, van naciendo mariposillas blancas que, al echar a volar, dejan huecos sin niño donde antes había dulce. Y estas, a medida que ascienden, se tornan azul eléctrico. Los curiosos, atraídos por el espanto, admiran embelesados la metamorfosis múltiple, póstuma y maravillosa de Angelín. Sólo la madre, rabiosa, intenta cazarlas a manotazos con olor a pescado. A pescado azul.

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