Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
2
5
horas
1
6
minutos
1
4
Segundos
1
1
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

AGO102. HIELO, de María Jesús Briones Arreba

Soy un parásito, cuando, intento posarme en tus labios, como una de esas cien mil moscas , en busca de mi mínuto de orgasmo.
El manotazo impacata en mis lentes, con la embestida de aquel camión, ¿Recuerdas?
La moto sobre mi cuerpo inútil y el tuyo convertido en carámbano. después del diagnóstico. Duelen los cristalitos perforan mi carne con la provocación de tu sentimiento hostíl.
Me siento un insecto estampado en un frigorífico.

Mi vida se construye con tus pequeñas gotas de hielo , que congelan el corazón.

AGO101. EN LA BUHARDILLA, de Gabriel Bevilaqua

Los sábados de madrugada, mientras me cree dormido, mamá sale de casa y regresa siempre con un extraño. Tras cuchichear brevemente en el living, los invita a subir a la buhardilla. Con cautela, los sigo; pero como le echan llave, ignoro qué es lo que hacen. He llegado a deducir que practican algún tipo de arte marcial, porque mi mamá suele abandonar la habitación con la ropa desarreglada como en los combates de yudo. Pero tengo la seguridad de que ella siempre gana, y de que esa es la razón por la cual nunca he visto a los sujetos salir de la buhardilla. Su vergüenza los hace escapar por la ventana. Sin embargo, anoche la puerta quedó sin llave y descubrí que mi teoría era incorrecta.

Mamá se hallaba en el centro de una telaraña gigante, y a su lado yacía, medio envuelto en un capullo, el desconocido de turno. Al verme, ella ocultó su rostro tras sus ocho extremidades y me suplicó que cerrara la puerta. Desde entonces mamá se la pasa llorando en la buhardilla. ¡Y para colmo está tan demacrada! Lo mejor será que me apure en colocar el aviso ofreciendo un cuarto para hombres solos.

AGO99. TAMBIÉN HAY FLORES QUE CRECEN EN EL FANGO, de Modes Lobato Marcos

La Dama de la Guadaña se acerca, y me ofrece sus labios.
Yo, los acepto.

Que curiosa y fascinante es la vida.
Hasta hace unas horas yo era una cucaracha que vivía en El Dorado.
Mis hermanas y yo éramos dueñas de una habitación repleta de basura.
Afortunadamente, el anciano con el que compartíamos espacio, se encargaba de abastecernos cada tarde de comida fresca.
Síndrome de Diógenes lo llaman.
Pero hoy, se ha sentado en su sofá, y juro que su mirada y la mía se han cruzado.
Y en mi diminuto corazón ha estallado el big bang, y he tenido la certeza absoluta de que todo mi ser amaba a ese humano.
Después él permaneció inmovil. Durante horas.
Simplemente había muerto.
Mis hermanas olieron la presa y, como hienas, se dispusieron a devorarlo.
Y yo a defenderlo.
Juro que luché contra ellas hasta que mi cuerpo fue un oasis lechoso.
Y agonizando deseé que el destino permitiera que en otra vida, mi alma y la del anciano llegaran a rozarse.

Sí. Soy una repugnante cucaracha, pero, de algún modo, mi corazón intuye que mis sentimientos se aproximan a eso que los humanos llamáis… belleza.

SE SINTIÓ PROTAGONISTA…

Esta mañana me he encontrado a mi amiga libélula en el limonero de la entrada de mi casa, y parecía querer decirme… «un saludo para los amigos de ENTC«… 
Y aquí la he traído…

AGO97. EN EL CIRCO, de Amparo Martínez (Petra Acero)

Les dio las últimas indicaciones. Ella actuaría después, con los adultos.
—Saldréis los doce en fila… como hormigas —sonrió—. Avanzaréis con los ojos cerrados para… que no os deslumbre la luz. Recordad: ¡No abráis los ojos!… Aunque el público os lo pida.
Fuera, la animación crecía: el circo se llenaba.
—Iréis de la mano —les animó—. Las hormigas trabajan en comunidad… ¡Juntas poseen más fuerza que un león!
—Yo quiero hacer de escarabajo. Los escarabajos dan suerte.
—Yo de luciérnaga… ¿Las luciérnagas también van de la mano?
—Pues yo… ¡Yo seré el pez! —exclamó uno de los más pequeños.
Todos rieron. Sabían que los peces no podían caminar por la arena del circo como las hormigas, los escarabajos o las luciérnagas.
Ella le acarició la cabeza, y le dibujó un pez en la frente.
En las gradas, el entusiasmo del gentío silenció el primer rugido.

AGO96. EL DESPEGUE, de Luisa Hurtado González

Fue un verano extraño el del 2013, en Londres hizo un calor fuera de lo normal y todos nos volvimos un poco locos, también los insectos que desde tiempo inmemorial llenaban las salas del Museo de Historia Natural.
Recuerdo que estábamos visitando la exposición de mariposas vivas que todos los años había en el jardín del Museo y que, de repente, una sombra se extendió sobre nuestras cabezas al tiempo que el aire se llenaba de un murmullo ensordecedor, algo extraño, como de millones de ángeles. Elevamos la vista y vimos cómo el Museo salía volando, dirigiéndose hacia el sur, aparentemente liviano, llevado en volandas por miles y miles de insectos resucitados y con ganas de volver a agitar sus alas, como antaño, como antes.
Hoy lo han dicho las noticias, el edificio ha sobrevolado la Península Ibérica y muy posiblemente se posará en Doñana siguiendo una ruta aún por documentar. Mientras aquí, en Londres, en el vacío dejado por el vetusto edificio, sólo pueden verse los esqueletos de aquellos dinosaurios que, quizás demasiado pesados o acaso un tanto esquivos, decidieron no emprender el viaje, decidieron no dejarse llevar.

AGO95. LA PROTECTORA, de Mariano Álvaro

Hace una semana que el bebé llegó a casa en brazos de Mamá, mientras Papá portaba todos los enseres que habían llevado al hospital, así como los regalos recibidos por todos los que habían acudido a dar la bienvenida al nuevo miembro de la familia.
Desde que llegaron los observo actuar desde un rinconcito. Me gusta ver a Mamá mecer al pequeño, susurrándole una nana. Me gusta ver a Papá levantarse en mitad de la noche para calmar sus sueños.
Me siento un extraño en esta familia con la que habito desde hace tiempo. No reparan en mí, pero no quiero separarme de ellos. Adoro a ese pequeño al que anoche protegí de un mosquito que revoloteaba a su alrededor. Quisiera poder protegerlo así siempre.
Hoy Mamá me ha mirado con esos ojillos que solo ella sabe poner. Se ha marchado sin decir nada y al momento ha vuelto a acercarse pero una intensa niebla ha borrado todo y yo he caído en una especie de sopor y me he dejado llevar mientras escuchaba su voz en la lejanía.
-Cariño, he matado una araña en la habitación del bebé. Hay que poner mosquiteras en las ventanas para protegerlo.

AGO94. APOCALIPSIS, de Arantza Portabales Santomé

Amanecí con la noticia en el telediario de que hoy se acabaría el mundo. Así que, por si acaso, he pasado todo el día preparándome. Sólo por si acaso.
He puesto la lavadora. Indudablemente la colada ya no puede esperar a mañana. He pagado facturas. He llamado a la residencia. Me apetecía oír la voz de mamá por última vez. Finalmente, he avisado a mi jefe de que no iría a trabajar. Aprovechando, le he dicho todo lo que pensaba de él. Esto último, me ha sentado particularmente bien.
Mientras estaba sentada en el sofá, ha comenzado. Desde el ventanal del salón he visto oscurecerse el cielo. Una plaga de langostas lo ha cubierto todo. Avanzan lenta e inexorablemente, arrasando la ciudad a su paso.
Están a apenas doscientos metros.
Cierro los ojos.
Lo único que escucho es el frenético latir de mi corazón, acompañado del centrifugado de la lavadora.

AGO93. LA LIBÉLULA AZUL. PÁGINA 15, de Enrique Moreno Martínez

Mi madre me dijo que desde el momento en el que fui concebida, una libélula azul apareció en el jardín de casa. Esa libélula, en cierto modo, me protegió de todo peligro durante el embarazo. Se posaba sobre su barriga y batía sus alas al ritmo de mi corazón. Ahora tú me dices que ya no eres un príncipe azul; que eres una libélula azul y que perdiste las alas en un extraño accidente; que ahora solo me quieres proteger; y que si me quedo embarazada me cuidarás para siempre. Pero tu aliento huele a sapo. Y no me creo que con aquel beso que te di te convirtieras en lo que me dices que eres ahora. Lo siento, pero te has equivocado de cuento. El tuyo comienza en la página 213, en donde están aquellos molestos moscones, y nada de azules… verdes, muy verdes.

Nuestras publicaciones