31. Aerofobia (Elena Bethencourt)
Después de realizar el curso para vencer el miedo a volar, puedo decir que estoy curado. Así que, en vez de hacer el trayecto interminable en tren, hoy voy a cruzar el país en avión.
Tal y como me han recomendado, escribo todo en mi cuaderno. Despegamos. Me siento bien. Tranquilo. Mi ritmo cardíaco parece adecuado, no me ha subido la temperatura corporal como en ocasiones anteriores, tampoco hay tensión muscular. Sonrío.
Me pongo cómodo. Observo el paisaje por la ventanilla, es relajante. Respiro hondo. En cinco horas estaremos en Los Angeles. Algunos pasajeros parecen nerviosos. Yo no: yo he hecho terapia, sé que todo está controlado.
Son solo las 8.44. Llevamos apenas treinta minutos en el aire. No puedo entrar en pánico. Suspiro. Me concentro en esta mañana preciosa de septiembre. El avión vuela bajo, muy bajo. Sobre cada asiento levita un “Oh, my God!”.
Siento la necesidad de escribir un mensaje: «Beth, te quiero», mientras por causas que desconozco, atravesamos Nueva York.
Relajarse, se relajó, desde luego, hasta el punto de evadirse de sus propios miedos, pero también de la realidad. Esos gritos nerviosos que escuchó tal vez denotaban algo tan serio como un secuestro aéreo.
Un relato que nos dice que el miedo no es tan malo como lo pintan, también es necesario en ocasiones, nos pone en guardia, afila los sentidos, en definitiva y como decía mi madre: guarda la vida.
La perspectiva diferente es un punto a tener en cuenta en esta buena historia, a partir del miedo a volar que padecen algunas personas.
Un abrazo y suerte, Elena
Gracias, Ángel. Hasta que tú no comentas, el trabajo no está hecho, jaja.
La verdad es que una de las cosas más impactantes para mí (además de las imágenes) es la reacción de la gente en esas circunstancias. Los mensajes de despedida que se grabaron desde el aire, las azafatas que alertaban del secuestro, nadie parecía haber entrado en pánico, una tranquilidad y temple increíbles.
Gracias como siempre por comentar.
Un abrazo
¡Pobrecito! Su liberación de pánicos y le toca el 11S. Para él estaba escrito, pero para ti, enhorabuena por este homenaje.
Gracias, Juan, sí yo creo que ese día se le quitó el susto, pero seguro que sintió miedo en esos minutos, aunque por última vez.
Un abrazo
El pánico escénico se hace realidad en este piloto primerizo que logra vencerlo para caer en ese terrible 11M. de Nueva York.
Suerte, Elena
Gracias por comentar. Por cierto, no es un piloto 🙂 Un abrazo
¡Jod.. Elena! Mira que superar el miedo con el vuelo dEL avión del 11S! Ya es puntería!
Buena mezcla has hecho de la aerofobia con los atentados más bestias sufridos.
Un beso.
Carme.
El resto sufrimos aerofobia a partir de aquel día, jeje.
Gracias, Carme, por leer y comentar.
¡Qué buen terapeuta el de tu protagonista! No se me ocurre mejor prueba de la eficacia de un tratamiento contra la ansiedad a volar que la de subirse a un avión suicida.
Has dado la vuelta a la ansiedad que subyace en el relato y la has convertido en pura ironía.
felicidades, Elena, por la originalidad y el desarrollo.
Un saludo.
Gracias, Antonio, qué bueno que te guste. Un abrazo.
Elena, cuentas la historia de este personaje con una soltura increible, a la vez que con la tensión que exige el momento. Muy bueno.
Suerte y saludos
A saber qué les pasaría por la cabeza de verdad en ese momento a todas esas personas. Gracias por comentar, un abrazo.