Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

35. Viento de cola (Toti Vollmer)

La cosecha de su carrera como atleta de alto rendimiento había sido una sucesión de medallas de plata. Al principio celebró el segundo lugar, pero pronto, ese espacio en el podio sin himno del que no lograba ascender se convirtió en el sitial del primer perdedor.
Ante los micrófonos, lamentó la desafortunada lesión de su rival a dos meses de los Juegos Olímpicos.

34. Juegos infantiles (Borja Iglesias)

Amarré al chico hasta que quedó inmovilizado. La parte más divertida de este pasatiempo siempre es el principio. Empecé cortándole los dedos de las manos, se desmayó y le eché agua en la cara. Luego le amputé los pies y perdió la esperanza en poder huir. Después le hice incisiones en el cuerpo hasta que se desangró. Tras la euforia inicial se apoderó de mí cierta sensación de vacío.

Mi padre está orgulloso, dice que soy más habilidoso que él a mi edad y que se nota mi motivación. Solo me recalca que seamos precavidos, por las sospechas de la policía sobre las desapariciones. A pesar de eso, hoy volverá a salir y me traerá otro niño para que siga aprendiendo.

33 El último verso del último poema del último libro (Juana María Igarreta)

Cuando tienes un amigo poeta nunca te tomas demasiado en serio el mensaje de sus versos. Acababa de fallecer Gonzalo, el mejor amigo de Alberto. Leyendo su último libro, en el que todos los poemas terminaban diciendo “me estoy muriendo de amor”, todo parecía responder a una fatal premonición.

Cuando Gonzalo hizo la presentación del libro, Alberto y su mujer, Maite, acudieron al acto. Al final del mismo, su amigo les dedicó sendos ejemplares del poemario, haciendo caso omiso a la sugerencia de la pareja indicándole que con uno era suficiente.

Tiempo después, abriendo el libro dedicado a Maite pensando que era el suyo, Alberto pudo leer en el último verso del último poema: “Me estoy muriendo de amor por ti”. ¿Era un error de imprenta? ¿Ella se había fijado? ¿Tenían algo más que amistad entre ellos y se lo habían estado ocultando? Enredado en múltiples interrogantes, Alberto sintió cómo la profunda tristeza por la muerte de Gonzalo mutaba inevitablemente en una suerte de alivio e inesperada alegría.

32 ÚLTIMA SESIÓN (Toribios)

Siempre me toca recibir las bofetadas Me vuelvo y zaca, colleja al canto. Giro y me pega el tablón en plena cara. Abro una puerta y me cae el cubo encima. Prendo un cigarro y me estalla en las narices. Y además en público, expuesto a la vergüenza de las carcajadas. Y es que soy Augusto, el payaso tonto. Mi hermano Pierrot es el carapintada, el elegante, el que nunca se equivoca. Desde siempre ha sido así, y es tarde para cambiarlo.

En familia es igual. Pierrot, ya de niño era el listo, el sensato, el digno de confianza. Y yo el bobo, el incapaz, el fracasado. Uno se llega a acostumbrar, pensarán ustedes. Pues no, ya se lo digo desde ahora. La inquina y el desprecio no hacen sino irse pudriendo con los años. El trato con el otro es puro disimulo, las sonrisas enmascaran la amargura, el odio va alicatando el interior hasta la asfixia.

Justo hasta ayer, en que la troupe posaba junto a un acantilado. Mi hermano, como no, era el encargado de la foto. Él, tan entregado, tan perfeccionista, reculaba dando instrucciones y zas. Aún estoy oyendo el eco de las carcajadas.

31. ¿Políticamente correctos? (A. Barceló)

“Siéntate pacientemente junto al río y verás pasar el cadáver de tu enemigo flotando” (Proverbio Chino)

Hacía tiempo que había desterrado el odio de su catálogo de sentimientos. «El odio es una carcoma para el alma, es mugre que se oculta en los rincones de las entrañas y óxido que enrobina el corazón», solía predicar. Por eso, él ya no deseaba, como al principio, que el karma jugase con el destino de su antiguo colega igual que un gato juega con un ratón antes de merendárselo, por eso, al enterarse de que la fiscalía anticorrupción le imputaba a aquel sinvergüenza varios delitos, únicamente se manifestó a favor de la presunción de inocencia y absolutamente confiado en la ecuanimidad y la imparcialidad de la justicia. Al menos, esas fueron sus declaraciones.

 

30. GRUPO DE APOYO (Mariángeles Abelli Bonardi)

Para no ser menos que los kalópsicos, que veían bellas fealdades muro de por medio, habían creado el suyo, y desde entonces, la asistencia había crecido hasta llenar la sala.

Cómodamente sentados, chupando caramelos de miel, solían empezar los más chicos: que cómo habían llenado de goles el arco del otro equipo, que cuánto se habían reído a costas de tal o cual, que cuánto miedo metían y lo mucho que les gustaba hacer bullying… Los adultos aplaudían viéndoles futuro, y buscaban, por su lado, hacer escuela: había quien filmaba vergüenzas y fracasos para luego subirlos a las redes sociales, y los más hipócritas planeaban resonantes estafas sin la menor compasión… ¿Por qué no disfrutar del sufrimiento ajeno, si para eso estaba? La alegría inocultable de saber en desgracia a aquel envidiado, el sádico placer de enterrar el cuchillo en otro cuerpo, el político deleite de saberse seductor e impune… La reunión se cerraba con broche de oro, ese proverbio que el grupo ya se sabía de memoria:

«Cuando cayere tu enemigo, regocíjate,

y cuando tropezare, que se alegre tu corazón,

para que el Diablo te mire,

y así le agrades.»

29. La novia (Susana Revuelta)

Mientras la vestían para la boda, fantaseaba toda histérica con que el gato le rasgara con las uñas el velo nupcial o se le rompiese un tacón. O una pierna. Se tranquilizaba imaginando que, al apearse del coche engalanado de flores, una furgoneta derraparía a su lado sobre un charco y la salpicaría entera. Cualquier cosa, lo que fuera, con tal de suspender la ceremonia.

Pero entró a la iglesia sin contratiempos. Espectacular, sí, aunque también sudorosa: demasiado encaje, demasiada gasa, demasiado brocado y tul, demasiada gente mirándola. Y entre eso y los nervios empezó a temblar y a notar cómo se derretía el maquillaje: desde las pestañas le goteaba el rímel y un manchurrón le ensució el escote. Tan atacada estaba por este percance que confió en que quizás, ahora sí, ante tamaña adversidad, no se celebraría el enlace.

Al llegar al altar, el novio la miró divertido, le susurró cariñoso «estás preciosa» y le besó delicadamente el cuello. «Podría» ―pensaba ella aún, sin poder dominar el pánico de interpretar el papel de protagonista―, «dar un traspié, desestabilizar ese cirio y ponerme a arder como una tea». Pero en vez de eso se oyó diciendo, con voz segura, «sí, quiero».

 

 

28. Nos quita mucho tiempo (Jesús Miguel Valls)

Toda la familia tenemos prisa por el asunto de la herencia y la enfermedad terminal de mi marido nos está quitando mucho tiempo. Sabemos que hay muchas razones para que la muerte se lo lleve pero parece que la Parca tiene mucho trabajo pendiente y no acaba de llevárselo a la otra vida. Tras un tira y afloja con la familia, hemos decidido hacer trampa con la medicación y yo misma le he administrado un surtido mortal de pastillas.

El efecto ha sido instantáneo. Mi marido ha saltado de la cama con una inexplicable energía, se ha puesto a agitar los brazos, como si de las alas plateadas de los querubines se tratara, se ha lanzado al vacío por la ventana y en cuestión de segundos se ha estrellado en el pavimento. Que desgracia. Después de todo solo agilicé su transición. Quise sentirme culpable pero no lo conseguí.

27. EN PAZ

Mi vida ha sido desgraciada, y tras la sentencia, además será corta, pero recuerdo momentos dichosos. De niño, como castigo por haber fumado en los retretes, inscribieron a toda mi pandilla al coro del colegio, donde acabé odiando semejantes himnos sobre la viña del señor. Pero lo que menos me gustaba, de verdad, era escuchar la voz de aquella repelente de la primera fila, Sibylle creo que se llamaba, una niña zurda que además era sobrina del cura, un tipo siniestro. Parece ser que todo el mundo alababa a la chiquilla como a una figura del bel canto y no era más que una enchufada que lucía los mismos tonillos que una oveja afligida.
Nada me sonreía, hasta que vinieron a hacernos las pruebas de voz y el profesor del conservatorio, frustrado por mi falta de oído, le dio el tono y la vicetiple, que trató de seducirlo con esos gorgoritos, a lo que el maestro respondió con un desabrido «deja de balar y mira la partitura de una vez por todas» que la dejó helada y abatida. Al verla salir llorando del aula, allí descubrí la felicidad.
Qué pena no tener más tiempo para recordar.

26. LA MIRADA DEL CAZADOR (Crónica alternativa del 13º encuentro de ENTC)

Se conocieron en el Sendero entre empanadas, cervezas y abrazos. La mirada de carnero degollado de ella y los ojos verticalmente estrechos y hundidos de él indicaban que entre ellos había conexión. Ella me rehuía; él estaba exultante como el cazador que cobra la presa. Al bajar a Cabezón, para tomar la penúltima en el Ecobar, sus roces y cuchicheos confirmaron mis sospechas. El sábado, mientras comíamos en El Cruce, otra enteciana me dijo escandalizada que mi mujer estaba en el baño besándose con un tipo y tuve que contarle que lo nuestro terminó hacía meses. Tras la entrega de los premios anuales él alardeaba de que, sin haber escrito ni un microrrelato, salía del centro cultural con el mejor trofeo. Se sentaron a cenar en las mesas altas de El Café, alejados del resto. Entre canapé y canapé percibí que el cazador me miraba suplicante. Su euforia había desaparecido; le habían bastado unas horas para descubrir que con determinadas presas es preferible errar el disparo. Pedí un vino, invité a otro a una camarera que no me quitaba ojo, y con la guitarra de Manuel de fondo brindamos para que el cazador sufriera a mi ex durante muchos años.

25. Vudú (Adrián Pérez)

Me está encantando clavarle agujas a este muñeco. Primero en pies y manos, que son zonas aparentemente menos dañinas. Cuando llego a la región lumbar, cierro los ojos para sentir con más intensidad cómo el aguijón atraviesa, primero, la fina tela y, acto seguido, el burujo de algodón. Al pincharle la cabeza, mis pensamientos se desovillan y empiezo a ser consciente de lo que está pasando. Luego llega el turno de los ojos, el abdomen y, por fin, el corazón. Segundos después, el cuerpo del hombre en el que me he convertido cae inerte sobre la alfombra, como un insignificante muñeco de trapo.

24. El discurso

Mi amigo Jorge nunca llegó a sentirse feliz durante esos años placenteros en los que suaves nubes de algodón arropaban nuestras vidas, alejadas de cualquier peligro. Mi amigo Jorge luchó contra su voluntad para que su mano izquierda no cogiera jamás el lápiz para escribir; sufrió jornadas enteras el dolor de las varas de metal que le habían impuesto para corregir sus piernas arqueadas. Aunque su mayor desgracia radicaba en su oratoria. Mi amigo Jorge se atascaba con frecuencia en determinadas sílabas, las repetía constantemente y no logrando superarlas caía en la más profunda desesperación. En ese momento se convertía en el hazme reír de toda la clase, en especial de Arturo. Se ponía delante de él y repetía el sonido gutural de un mono, decorando la burla con movimientos acordes. Yo cogía de la mano a mi amigo Jorge y lo alejaba de aquella manada.

Años más tarde nuestros caminos se separaron. Un día los altavoces de mi aparato radiofónico emitieron un discurso elocuente y sin ningún error. Arturo, como todo el país, escuchó con ojos de cólera aquella voz del tartamudo ahora coronado, que instaba a los mayores de dieciocho años a partir para combatir en la guerra.

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