Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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32. Postizos

Odio el amarillo. La falta de pasión me daña el hígado y Clara y yo parecíamos hermanos que ni se pelean. Mi amigo Luis, que también tuvo ictericia, me confesó que él había pasado por lo mismo en su matrimonio hasta que descubrieron las pelucas y convencí a Clara para probar.  Así, de pelirroja y peinado tipo Cleopatra, se convirtió en Sonia, una treintañera que reía todas mis bromas y me hacía sentir único.

De castaña, se llamaba Lidia. Revelaba una audacia superior y dotes hipnóticas: cuando, desnudos, me recitaba versos de Benedetti, presagiaba los efectos del calentamiento global en los polos y, sin embargo, encontraba placer. Pero mi preferida era Olvido, una mulata de pelo afro y cuerpo turgente. Trabajaba como espía y ese halo de misterio me volvía loco. No podía quitármela de la cabeza, ni su maquillaje tiznando mi piel mientras hacíamos el amor.

Una tarde, Clara me recibió llorando y me entregó una carta firmada por las tres en la que le confesaban nuestras aventuras. Le aseguraban que no volverían a verme, pero lo que me desconcertó fue que escribieran que se habían enamorado de un ario rastafari. Se llamaba Günther y era mi amigo Luis.

3 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Una pareja carcomida por la monotonía decide mediante pelucas introducir variedad en sus aburridas vidas. Son tantas y tan intensas esas existencias simuladas que terminan haciéndose adictos a la variedad, al consumo rápido y cambiante, picaflores habituales, rayanos en lo enfermizo. Antes o después uno de los dos tenía que dar el paso y cambiar de nuevo, pero esta vez de forma literal, con alguien distinto y también dispuesto a entrar en un juego que solo admite dos jugadores, quien menos podía esperarse.
    Una historia de apariencias singular y muy creativa.
    Me alegra leerte, Gabriel. Llevaba tiempo sin hacerlo y siempre es un placer.
    Un abrazo y suerte

    1. El placer es mío, Ángel.
      He seguido escribiendo, pero llevo meses que sólo participo en REC, y ahí, como es habitual para mí, no me he comido un colín… 🙂
      Me alegro mucho de volver por aquí, un lugar imprescindible para los que amamos el microrrelato, y de poder aprender leyéndoos.
      Mil gracias por tu comentario, Ángel.
      Un fuerte abrazo.

  2. Cuando una relación necesita de tantos postizos para que funcione, seguro que acaba mal. Hay que amar sin artificios, aceptando al otro tal cual es. Aunque, un poco de emoción, de vez en cuando, tampoco viene mal. Jajaja.
    Buen relato Gabriel. Me alegra volver a leerte. Te deseo mucha suerte.
    Besos apretados.

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