85. TRISTEZA CIEGA (Sara Lew)
El que está sentado a mi derecha lleva tiempo mirándome. Lo sé porque me arde la mejilla y me palpita la oreja. Los cuchicheos de la gente indican que llama mucho la atención. Antes, cuando me acerqué a la barra para pedir este imbebible café pastoso, me choqué con él. Me extrañó el tejido áspero y acartonado de sus ropas, que desprendían ese olor a alcanfor tan característico de lo largamente guardado. Quizás lleva puesto un traje antiguo, o uno de esos atuendos estrafalarios que usan en la ópera. O tal vez un disfraz, como el que guardaba el tío Bill en el arcón de la buhardilla desde su época de clown, y que el bellaco de Jimmy se ponía las noches que me quedaba a dormir en su casa. Sabía de mi terror por los payasos. Recuerdo la última vez que lo vi: la tela larga de rombos, los volantes almidonados del cuello y ese sombrerito ridículo que le caía sobre la cara blanqueada, que ya no era la de mi primo, sino una máscara con las cuencas vacías, que venía hacia mí exigiendo llenarlas.
Mientras remuevo el café, me siento observado por mis propios ojos.
¡Terrorífico!
“me siento observado por mis propios ojos”, casi nada.
No sé por qué siempre he asociado los payasos con el terror. Recuerdo de niña, en la primera fila de un circo, el payaso que se acercó a hacerme gracias, y yo no paraba de llorar 🙂
Un saludo.
Sara, buena historia, muy abierto su final, de original planteamiebnto. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda. Me centré en el hombre de la izquierda de la fotografía, el de las gafas oscuras. Y esto es lo que salió.
Un saludo.
Mas que triste terrorífico, al menos para mi.
Un micro con muchas historias que crece con cada lectura.
Felicidades
Es verdad, Luisa. Con las prisas de no acabarlo a tiempo (lo escribí en un par de horas) lo mandé con este título, y luego me pareció que no reflejaba bien el terror al que va encaminado el relato; pero pensé que el jurado ya estaba deliberando, y que no era momento de cambiarlo.
Un saludo.