01. TE QUIERO, ALEXEI
Estudié en un colegio bilingüe hasta los diecisiete, y papá me pagó dos años en Oxford. A estas alturas puedo distinguir perfectamente a un británico por la dicción y ninguno de estos lo es. Creo que el resto de la banda son centroeuropeos, aunque pretendan ocultarlo usando el inglés. A él le llaman “the russian”, pero a mí me ha dicho su nombre. No es como el resto. Tan educado. Tan rubio. Tan… delicado. A veces me apetece decirle algo amable, cariñoso incluso. Cuando, por la mañana, abre la claraboya para despertarme y me desea buenos días con ese acento exótico. La prudencia con la que me desnuda y me viste cuando toca aseo. Ese gesto ingenuo de asombro cuando deja de vigilarme, hipnotizado por la hilera de hormigas en el piso. Cuando, tras retirarme la bandeja, me sonríe y me murmura cosas preciosas en su idioma, acercándose por detrás para aflojarme un poco las ligaduras de las muñecas.


Él último lugar donde alguien pensaría encontrar al amor de su vida sería en una prisión, concretamente en uno de los carceleros, pero tu historia muestra que cualquier cosa puede suceder en cualquier sitio y cuando menos se espera, más todavía algo tan incontrolable y no siempre racional, como los sentimientos.
Un abrazo, Juan
Uy, vaya síndrome de Estocolmo que ha desarrollado el protagonista. Y parece que Alexei también está desarrollando otro síndrome, el de Lima. Love is in the air!
Un abrazo.
Vaya con el Síndrome de Estocolmo. Buen relato pero para mí es muy inquietante porque refleja algo muy real que hemos leído y visto en las noticias en muchas ocasiones. Suerte
¡Buen texto, Jams! Hallar el amor en estas circunstancias no solo refleja que, en el fondo, encontrar el amor mismo, entre tantos millones de personas no deja de ser una serendipia, y mucho más en un lugar y en una situación como estos. Abrazo.