07. ABAJO EL TELÓN
No sé cómo mis hijas han podido salirse con la suya, pero el caso es que junto a la cabecera de mi lecho de muerte hay un cura. Me dirige algunas palabras condescendientes y me anima a mirar en mi interior para encontrar la paz en este trance. “Qué sabrás tú”, pienso; pero me zambullo en una esclarecedora oscuridad, en un resonante silencio a los que tardo en acostumbrarme. Allí encuentro la ambulancia que me arrebató de mi casa; a Mariví y Piluca empeñadas en ordenar mi vida de anciano solo; a su madre, haciendo una maleta definitiva. Rebusco los papeles del divorcio y hallo un poema a mi primera novia, cuyo nombre no logro recordar. En un fondo olvidado descubro, regocijado, mi traje de comunión sobre una silla y, en el suelo, unos ‘kiowas’ blancos; mis primeros zapatos ‘Gorila’, mi gata Nora, las braguitas de mi vecina Carmen tendidas en el patio de vecinos. Todo es exiguo en este ámbito inabarcable, donde me acurruco sobre un bienestar embriagante al que decido, ahora sí, no renunciar.
Precioso recorrido vital escrito con una musicalidad tranquila y evocadora. Me ha encantado.
Lo cual ya es mucho, demasiado, viniendo de quien viene. Gracias por pasarte, Paloma, y por tus calificativos.
Abrazos.
Dicen que al caer el telón la vida se resume en imágenes, quizá detalles que pueden parecer nimios, como esos primeros zapatos ‘Gorila’, que sin embargo, si han hallado un hueco en tu protagonista será por algo. Me gusta ese final nada trágico, sino natural, un «bienestar embriagante» al que, sin inútil resistencias, se entrega.
Suerte y un saludo, Eduardo
Perfecto resumen de mi intención, Ángel: centrar la importancia del relato en esos pequeños detalles que al final constituyen la esencia de la vida, esos recuerdos nimios que nunca desaparecen y que en este caso he querido resaltar en esa entrega «sin resistencias» (como tú dices) cuando se afronta «el telón final» del que hablaba Sinatra en «My Way».
Gracias por tu paso y por tus deseos. Un saludo y suerte también para ti.
Ese vieea vital a la inversa me encanta con clímax en las braguitas de la vecina. Cuando escribes sobre esta temática, me llegan mucho tus relatos. Suerte, maestro.
Ese viaje vital a la inversa me encanta con clímax en las braguitas de la vecina. Cuando escribes sobre esta temática, me llegan mucho tus relatos. Suerte, maestro.
¡Ay, maestro Loren, que no es la primera que vez que me confiesas esa debilidad…! La verdad es que es un tema que viene saliéndome mucho (no sé si demasiado) últimamente en los relatos que concibo. No sé si preocuparme…
Gracias, como siempre, por tu visita y por tus sabias palabras. Y que los dioses escolares (si es que los hay) te sean propicios.
Un abrazo.
Amén.
Obra maestra.
¡Y que Modes me diga esto…!
Deo gratias!
Precioso relato vital a la inversa. Dejando entrever en las pequeñeces (la vida al final son esas pequeñas cosas) la manera tan personal de vivirla de tu prota.
Gracias por tus palabras, por ese calificativo de «precioso» para mi relato. También estas pequeñas alegrías, estos halagos para nuestro soberbia, son pequeñeces importantes en nuestra vida (vamos, digo yo). Mi ego te lo agradece.
Besos.
Sólo vemos lo que significaron esas pequeñas cosas cuando nos detenemos por ya no podemos avanzar, y caemos en cuenta que fue nuestra manera de vivir.
Me encantó tu manera de mostrarnos ese momento.
Un abrazo y suerte.
«Que fue nuestra manera de vivir», dices…: «My Way». Todos tenemos la nuestra. Ojalá no sea demasiado tarde caigamos en la cuenta, así es.
Saludos.
*cuando caigamos
Ya sólo con el título me he arrellanado en el sillón para disfrutar de la obra, pero no me queda más remedio que levantarme y aplaudirte.
Saludos
¡Uff, Margarita, muchas gracias! Pero tampoco quiero que te canses, jajaja. Quédate sentada y disfruta, como dices: es lo mejor.
Agradecidísimo por tu visita y tus comentarios.
Un saludo.
La última película de nuestra vida, esas instantáneas de cotidianidad en nuestro recorrido, y al final nos damos cuenta de que lo realmente importante es vivirla. Muy bueno, Eduardo. Abrazos.
Muchas gracias, Salva, por ese superlativo «muy bueno» que no sé si merece el relato, aunque desde luego sí lectores como tú. Porque, en efecto, lo importante de la vida es vivirla, y con la lectura y gente como tú cerca, seguro que es más agradable.
Un abrazo.
Eduardo, positiva forma de afrontar su vida. Lo cuentas con ritmo y excelente ambientacion. Suerte y saludos
Gracias por tus deseos, Calamanda, y por tus calificativos sobre el ritmo y la ambientación del relato. En cuanto a lo de la positividad a la hora de afrontar su propia vida por el personaje, me temo que es que no hay otra: somos los que somos, duramos lo que duramos, y si no somos capaces de ser asertivos sobre nuestra propia existencia, entonces apaga y vámonos. O al menos así lo creo; y por eso me habrá salido este relato.
Gracias por pasarte y opinar.
Un saludo.
Eduardo, me parece un relato de esos de escritor mayúsculo, y no es el primero que te leo así. Creas un vínculo con el lector muy personal. Mucha suerte 🙂
Gracias mayúsculas, maestro superlativo. No sabes cómo me agrada que subrayes ese vínculo personal con el lector que dices que logro crear: ojalá sea así, porque ese afán mío por pulir el relato responde siempre a ese deseo de cautivar, de ganar la complicidad del lector. Pensar que lo he conseguido me da un no sé qué…
Un abrazo.
Curiosos los recuerdos que le vienen en ese momento… Componen un «suave» relato.
Me gustan las calificaciones: esclarecedora oscuridad, y resonante silencio , muy logradas.
Un saludo.
Carme.
Sí, M. Carme, llevas toda la razón: es un relato «suave», de contenido amable, casi tierno, y que pretende ser muy evocador. Me alegra que te haya gustado.
Saludos.
Buen relato. Efectivamente la vida hay que vivirla a nuestra manera. Siempre procurando no causar daño a nadie.
Abrazos.
Efectivamente, vivir a nuestra manera no tiene por qué estar reñido con el respeto a la vida de los demás.
Muchas gracias, María, por tus comentarios. Un saludo.
Qué hermosa manera de despedirse de la vida; entre recuerdos queridos y reconfortantes. Muchas felicidades, Eduardo. Me ha encantado. Un abrazo!
María, muchas gracias por tu visita y por detenerte a comentar. Ojalá todos tengamos la oportunidad de despedirnos de la vida como esta se merece: sería un excelente indicador de que la vida nos ha tratado bien incluso en el momento de echar el telón.
¡Abrazos!
Son los pequeños detalles los que marcan nuestras vidas. Cuando hacemos un resumen de ellas o nos vienen a la mente en el último suspiro, son las que evocamos y nos provocan una sonrisa y con ella puesta en los labios tu protagonista decide pasar por fin a la otra vida.
Me encanta el tono, el mensaje y la forma que le has dado.
Un abrazo Eduardo.
Muchas gracias, Mª Belén. Es verdad que el mensaje pretende ser esperanzador, además de intentar animar a la bonhomía, si es que puede hacerse. En cuanto a lo del tono y la forma, me alegra especialmente que te gusten: es un placer agradar a quienes nos leen. Gracias por haberlo hecho, en mi caso, y por comentar.
Un saludo.
Y tras tan diestra manera de contar cómo se cierra el telón, sólo me resta por decir aquello de «Buenas noches y buena suerte».
Saludos cordiales.