10 AÑOS ENTC: SON SIN FRONTERAS
Esta es la convocatoria de celebración de 10 AÑOS ENTC.
En esta entrada del blog tenemos el vídeorrelato
SON SIN FRONTERAS, de Elisa de Armas
Ganador de la 10ª convocatoria ENTC en el año 2020.
Solo podrán participar los usuarios o participantes de ENTC a lo largo de sus 10 años.
La participación en el concurso será posible a través de este formulario desde el que se enviará el relato y el seudónimo correspondiente. La organización se encargará de publicarlo debidamente firmado con el seudónimo que nos indique en un plazo de 24 horas.
El relato será INÉDITO de un máximo de 150 palabras (sin contar el título) y tendrá que enviarse antes de las 23 horas (hora peninsular) del DOMINGO 23 DE ENERO DE 2022 cumpliendo estas dos condiciones:
CONDICIONES
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- 1 El relato responderá a una composición libre, pero deberá mostrar claramente algún vínculo en el tema, trama, personajes o ilustraciones que podéis ver en el vídeo superior… dicho de otro modo, se mostrará claramente inspirado en parte o todo este videorrelato.
- 2. En el título o dentro del texto del relato participante debe insertarse un fragmento literal de al menos 4 palabras extraído del relato del vídeo. No se permite variación de tiempo, género, número, ni orden… LITERAL. DE 4 PALABRAS MÍNIMO. Este fragmento, para que sea fácilmente identificado por el jurado… TENDRÁ QUE APARECER EN MAYÚSCULAS.
Consultadnos cualquier duda. Revisad bien el texto antes de enviarlo porque, una vez publicado no habrá posibilidad de corregir ni reeditar.
A finales de enero de 2022, el autor del presente videorrelato elegirá entre todos los presentados en esta publicación un relato que participará como FINALISTA para el concurso 10 AÑOS ENTC.
El fallo final del concurso se dará a conocer durante la celebración del 11 ENTCUENTRO celebrado en Arzúa en el próximo mes de marzo.
DE ARMAS TOMAR, de Eutiquio Rubempré
LOS BOLEROS CONSEGUÍAN QUE su reloj dejara de marcar las horas y se sumía en un trance hipnótico que solo su cómplice y aliada conseguía romper. Silenciosa por naturaleza y dueña de una sonrisa cautivadora, que conseguía abrir todas las puertas, engarzaba a la perfección con un eterno témpano de hielo como él, cuya frialdad desaparecía cuando se quedaban a solas.
Se despidieron como siempre: como si esa noche fuera la última vez. Y entonces, seguro de que ella se había alejado de nuevo del peligro, invocó a Los Panchos antes de conectar el mecanismo de relojería al explosivo imprescindible para su próximo trabajo.
UNA IMAGEN, de Campo Pardeño
El aforo estaba completo. La entrada del grupo fue muy aplaudida.
El bajo y la batería abrieron camino. La interpretación del saxo se inició con un dramatismo sorprendente. El músico, sin apartar los ojos de algún lugar concreto de la pared, emitía notas que ONDEABAN CON UNA CADENCIA PARTICULAR. Era imposible no contagiarse de tanta energía sincera, todo un torrente de sentimientos, una expresividad que combinaba rabia y dolor, también algo parecido a destellos de esperanza.
Eran ciertas las maravillas que contaban acerca de este trío, en especial, sobre el hechizo del saxofonista. Nadie sabía que el dueño del club y los compañeros le entregaban todas las ganancias, después de que un conductor borracho terminase con la vida de su mujer e hiriese de consideración a su hija.
A unos metros del escenario, una foto de la pequeña, sonriente, recordaba que quedaba menos para sufragar su operación.
VESTIRSE BIEN PARA PORTARSE MAL, de Ardilla
Todas las mañanas se repite el mismo ritual. Levantarse cuando suena el despertador, ducharse, calentar la leche mientras se seca el pelo. Desayunar y a la vez pensar en lo que se va a poner, sin duda algo bonito. Maquillarse sutilmente y conducir hasta el trabajo, con la radio a tope. Y en el trayecto ya imagina las miradas, los gestos. En los semáforos en rojo, las conversaciones, todo eso que desea decir e insinuar.
Y cuando al fin, él se digna a aparecer, la boca se seca, la lengua enmudece, siente el sudor en la espalda, el rubor en las mejillas, el latido del corazón, los nervios tensionados en el estómago. Ni siquiera es capaz de comunicarse con el lenguaje de signos. Y le dedica LO MEJOR DE SU REPERTORIO, una mirada intensa, triste, suplicante, reclamando lo que ambos saben nunca podrá concederle.
CHAMBERÍ, de Belfegor
La vida en el Madrid de la guerra era estar todo el día en un sobresalto.
Cuando las sirenas empezaban a sonar, todo el mundo echaba a correr hacia las estaciones de metro más cercanas.
La mía, era la de Chamberí y allí nos juntábamos gentes del barrio.
Con las explosiones, los niños lloraban y las mujeres gritaban, todas menos una joven que a mí me empezó a gustar.
Era muy valiente, siempre estaba tranquila, sentada, leyendo.
Un día por la calle, la vi hablando por gestos con una amiga.
Desde entonces estudié LA LENGUA DE SIGNOS, DECIDIDO A CONTARLE, lo enamorado que estoy.
Una tarde no bajó al andén.
Las explosiones se oían muy cerca, me preocupé y subí los escalones de tres en tres.
Me la encontré muy cerca, reventada, me eché a llorar y con mis manos le dije que la quería.
OFUSCAMIENTO, de Amanita
Aunque llevan varios años divorciados, siguen reuniéndose por Reyes con el propósito de elegir entre los dos un regalo para el hijo. Normalmente, consensúan rápido, pero este año el asunto se enreda. El padre, músico profesional, propone comprarle un saxo semejante al suyo; la madre objeta que su vástago es sordo, como ella. Además, asegura que al cuarto del niño no le queda espacio suficiente para armatostes. Él defiende su postura un buen rato, pero harto de discutir con gestos, finge rendirse. En realidad, le resulta indiferente escoger cualquier obsequio; si acepta seguir participando en semejante despropósito, lo hace por compasión. Ya ha perdido la esperanza de recuperar la sensatez de su exmujer. No lo conseguiría ni dedicándole LO MEJOR DE SU REPERTORIO. Es imposible convencerla de que ese infante solo existe en la imaginación de ella y en los deseos frustrados de ambos.
ENAJENADO, de Egomet
Desde que ella desapareció embaucada por el del saxofón, Agustín ya no es el mismo. Incapaz de olvidarla vive enajenado, perdido en un tiempo que se fue tras la luz del último verano. Pero, hay veces que de pronto su recuerdo se torna presencia viva y la ve PASAR CAMINO DEL ANDÉN. Con su gracia y su salero, toda puro bamboleo, con su cuerpo hecho rehén de un ritmo de aquí te espero. Es entonces cuando Agustín, sumido en tan vívida ilusión abraza una guitarra y, tocado por el duende hace vibrar las cuerdas al ritmo de sus caderas. Antes de caer exhausto, suele culminar su trance con un interminable rasgueo.
Apostados tras los cristales del bar de enfrente, algunos clientes beben azuzados por la cruda realidad, mientras se atragantan con cerveza entre estentóreas carcajadas.
NOTAS CELESTIALES, de Bartleby
Edwin Parson es un músico polifacético, capaz de interpretar con su saxo piezas de jazz, bossa nova, salsa, bolero o cualquier otro género. Actúa habitualmente en el parque, al aire libre, donde los transeúntes suelen detenerse a escuchar LO MEJOR DE SU REPERTORIO y dejar unas monedas. Hoy, un ave, abstraída en su vuelo, deja caer su deposición sobre el pentagrama de Edwin que, siempre atrevido y abierto a nuevas notas, no duda en tocarla.
PURA, de Tender
Mientras vemos en la tele un programa después de dar la cena y acostar al abuelo, Pura señala la pantalla y me dice que me fije en los labios carnosos de una, en el culo respingón y las tetas firmes de otra, en AQUELLA CINTURA DE GUITARRA de la de más allá. Y, de manera inconsciente, se lleva las manos a su tripita y a su seno derecho, el otro no está, y la veo tan triste que le tomo suavemente de la barbilla, giro su cara hacia mí, beso sus párpados, su nariz, hasta que consigo sacarla una sonrisa, y sigo besando sus patas de gallo, sus arruguitas de reír, sus ojeras hinchadas y siento en lo más profundo de mi corazón que es del todo imposible amar a nadie así.
EL VIRTUOSO DEL SAXOFÓN, de Ladybug
Los acordes de «Esta tarde vi llover» cautivan la estación. Si bien hace un mes que no la ve PASAR CAMINO DEL ANDÉN, él no pierde la ilusión y sigue dedicándole cada melodía que brota de su corazón. Igual que la primera vez que la vio y le encandiló. Lo recuerda bien porque ese día moría el viejo saxofonista del que heredó su bien más preciado, al que acompañaba desde que era un chiquillo, al que ahora honra tocando en el mismo lugar donde lo hacía él.
Aunque saben que toca de oído, que no sabe leer ni escribir, acaba de rechazar la oferta de una prestigiosa orquesta de su ciudad. Es un bohemio que vive de espaldas al mundo. Quizá por eso también desconoce las últimas noticias…
«Arrestado el hombre que asesinó a una joven en los lavabos del bar de la estación Central».
MANOTEOS Y MUECAS, de Matilda Johnson
Su mundo había sido demasiado pequeño y ella había estado muy sola, lo comprendió después de estar durante horas CONVERSANDO POR GESTOS CON su amiga. Algunas semanas más tarde, sin embargo, creía que no estaba exactamente en lo cierto aunque tampoco es que fuese mentira; se había enamorado y no había nada más excitante que hablar con ella, sentir sus manos revoloteando por el aire y posar los ojos en sus labios para ver cómo se fruncían.
LEJOS DEL HOGAR, de Carballo
El viejo guitarrista le sonreía CADA MAÑANA AL VERLA PASAR camino al trabajo en el metro de Las Tablas.
Ella siempre le dejaba una moneda y él le daba las gracias con una educación infinita y ese acento porteño.
Su timidez le impedía trabar una conversación para preguntarle que hacía un hombre tan educado y con tanto talento tocando en las calles.
Ahora, desde el verano no ha vuelto a verlo y le intriga saber cuál ha sido su destino.
Por eso se arma de valor y le pregunta la vigilante: ¿Qué le ha pasado al guitarrista que tocaba aquí?
Y él, le contesta. Ah, ¿no se ha enterado? Entre el frío, las aglomeraciones y el terrible COVID se puso muy malo y tuvimos que llamar a una ambulancia.
Luego algunos nos acercamos al Hospital a preguntar, pero nos dijeron que había muerto, allí, solo, lejos de su tierra…
MELODÍA Y RITMO, de El Principito
Él sirve cucuruchos en la zona turística de la ciudad, se pasa la jornada detrás del mostrador atendiendo a los guiris y nunca habla, le basta con que le señalen el sabor, indiquen con los dedos una o dos bolas y los precios los tiene anotados en un cartel gigante.
Ella se dedica a tocar el violín en la rambla, justo enfrente de la heladería, su música es hipnótica comentan los transeúntes que le echan monedas en la funda del instrumento.
Él también lo piensa porque cuando la mira es capaz de sentir su melodía y bailotearla con ritmo. No sabe que ella sigue con agrado la cadencia de sus movimientos, mientras repasa mentalmente LA LENGUA DE SIGNOS que está aprendiendo para invitarlo a cenar.
CERO, de Elder Lamaleta
Sube la tele, hijo… con el mando de Netflix. ¿Oyes…? Pues eso, nada. Esas personas ni hablan, ni conversan, ni dicen media palabra. Como un saxofonista sin saxo. No hablan quienes ajustan SU PASO AL RITMO de las explosiones. Pero vaya sí comunican. Nada bueno está pasando cuando observas todo un repertorio de caras desencajadas, miradas perdidas, movimientos exactos. Cuando ves meter la vida en estrechos coches y atarla a panzudas camionetas como exigua esperanza de futuro. Debes aprender esa suerte de señales. Ir allí y ponerte gafas y mascarilla, sentir la tierra moverse bajo tus pies y la ceniza caer sobre tus hombros. Es increíble, pero acabas enamorándote de esa increíble fuerza de la Naturaleza sin apartar la mirada o esconder los oídos al réquiem de desolación escrito a fuego y lava sobre la piel de La Palma. A mi me pasó.
CORAZÓN, CORAZÓN, de Doña Urraca
Atravesabas cansada el puente camino del trabajo con tu maletín y la mirada perdida, y te parabas a echarle unas monedas a una saxofonista, joven y descarada, que marcaba cada día tu forma caminar con el RITMO DE LA MÚSICA, hasta que una mañana faltó y tiraste al río las monedas que tenías preparadas para ella. Te pareció que al chocar con el agua te devolvieron un eco con las primeras notas del vals corazón corazón, que siempre tocaba ella a tu paso.
Pasado el tiempo, volviste a oír en el puente las notas de corazón corazón que interpretaba una joven violinista. Te asomaste al río y te viste reflejada en el agua, joven y descarada y al lado, muy desdibujada, la imagen de una mujer que, aislada en sus pensamientos, iba cansada al trabajo con su maletín y la mirada perdida, quizás en otro tiempo.
SIAMESAS, de Wenceslao Izquierdo
Sabia que odiaba la canción, pero le cedió el arco del violín POR SI ELLA QUISIERA QUE LA INTERPRETASEN AL ALIMÓN.
EL SAXOFONISTA DE LOS NIÑOS, de Onírica
Cada vez que se acercaba algún niño, EL SAXOFONISTA LE DEDICABA LO MEJOR DE SU REPERTORIO. Aunque no conocían el tipo de melodía ni quién era el autor de la pieza que Rodolfo interpretaba en cada momento, sólo ellos, con sus ojos clavados en él y sus caritas iluminadas por la dicha, eran capaces de escuchar y de acompasar sus ágiles pasos al ritmo silencioso de unas manos vacías.
EL RELATO NÚMERO 21, de Agüerojero
A un ritmo de dos o tres al día escribí los relatos del concurso, es un placer y es de ley cumplir con el homenaje.
No lo ves fácilmente. El mal se llama Neurofibromatosis tipo II. Los nervios periféricos del sistema central sufren de tumores por el déficit de merlina, una proteína, que produce el gen NF2 del cromosoma 22.
Puedes nacer con este mal y no enterarte hasta cumplir los veinte años en que los tumores han crecido de tal forma que anulan la función de tus nervios facial y auditivo, y otras funciones entran en peligro.
Renuncias al sonido y a las muecas de la risa y del dolor. Solo te quedan los ojos para expresarte y la memoria de la palabra, sin las labiales, y te apoyas en LA LENGUA DE SIGNOS.
Elisa, tu relato me ha parado en seco, gracias a Dios que es el último.
SIN LÍMITES, de Carlos
Pasan los meses y los amigos lo comentan. Insisten: Olvídate de Kabila, es demasiado cara para ti. Podía raptar a la novia, en espera de que las cosas cambien, a esto no se puede oponer el padre, pero no les dará su bendición. Es tal la tristeza de Simón y Kabila, que su madre y otras mujeres de la familia, conmovidas por tantas tiernas muestras de amor, consiguen que el padre ceda y consienta la boda. Aceptando el pago de la dote a plazos.
Simón lleva más de treinta años casado, DESDE ENTONCES ESTUDIA LA forma de no descuidar, a pesar de su ceguera, la búsqueda de trabajo y la buena administración de sus ahorros. Así un mes detrás otro, les abona lo que no pudo ofrecerles al contado. También se lo prometió ayer Kabila, minutos antes que se reuniera con sus espíritus negros.
MÚSICA DE JAZZ PARA UN FELIZ RESCATE, de Respiración
CADA MAÑANA, AL VERLA PASAR me sorprende la gracia de sus pasos y no puedo dejar de seguirla.
Practica esquí acuático sobre tabla. Se le nota que está aprendiendo, pero es hábil y capta rápidamente las lecciones. Desde el malecón contemplo sus avances.
El conductor de la lancha pone música de Jazz a todo volumen, algo inusual, que impregna la bahía de magnetismo. Ella, mi desconocida, danza sobre la tabla bebiéndose la vida sin más preocupación que disfrutar del instante.
Los transeúntes se contagian del espectáculo y terminan tarareando y bailando.
Hoy, algo no va bien. Se cae de la tabla y sus brazos se mueven gesticulando grotescamente, arriba y abajo. Mientras, en tierra ríen sus gracias y hasta el conductor maneja la embarcación sin percatarse de lo sucedido.
Sin pensarlo, me lanzo al agua. Sus brazos se aferran a mi cuello. Música de jazz para un feliz rescate.
EMANCIPACIÓN, de Procrastinator
Tengo un problema que va camino de convertirse en una tragedia. Ante cualquier sonido rítmico mis piernas se ponen a bailar y ya no puedo pararlas; tienen vida propia. Su independencia es tal que el resto del cuerpo va donde ellas quieren. Pero el cerebro aún me es fiel, y la inteligencia, mi arma. Me he puesto unos tapones: ahora leo los labios para comunicarme. Si no escucho nada, mis malditas extremidades se dedican a lo suyo, caminar.
Esta mañana, cruzando la avenida, mis piernas se han parado en medio de la calzada. El autobús venía lanzado. Instintivamente me he quitado los tapones. Al hacerlo, a lo lejos escucho, providencialmente, un sonido CON UNA CADENCIA PARTICULAR, un músico callejero. Mis piernas, a ritmo de bolero, evitan el choque.
Ahora hemos llegado a un acuerdo: dos horas al día son para saciar su gula rítmica. Ellas a cambio me dejan vivir.
EL LUTHIER, de Elón
Mientras la observa bailar al son de su última composición, recuerda AQUELLAS NALGAS, REDONDAS Y DURAS, que se movían a su aire en las escaleras del metro, las de la sordita a la que propuso tocar al alimón y se negó en redondo. “Ni muerta”, contestó por señas. “Ironías del destino, no podía imaginar lo bien que se ajustaría su piel a los timbales”, sentencia embelesado con el vaivén de la espalda de su última captura. Necesitará pequeños ajustes, pero parece perfecta para el nuevo bombo, el que acaba de fabricar con los huesos de la sordita. Pronto saldrá de dudas y sabrá si presenta batalla al ver el escalpelo; odia la paciencia y precisión que requiere reparar el género dañado y, a decir verdad, el sonido nunca resulta tan limpio si la extracción no se hace en vivo.
NADIE ES PERFECTO, de Billy Wilder
CADA MAÑANA, AL VERLA PASAR, yo sabía que ella era perfecta para mí. Bueno, y que en realidad no era ella. Luego, cada noche, lo escuchaba tocar el contrabajo en la orquesta de señoritas, acompañado siempre de su amigo el saxofonista. Que los dos estaban disfrazados y que se escondían saltaba a la vista para cualquiera que no se dejara distraer por la tosca sexualidad de su amiga, la rubia del ukelele. Yo prefería sus caderas rectas, sus hechuras hombrunas, su peluca y su boca enorme, como la mía. Es duro ser feo y homosexual en estos tiempos. Todo salió según lo planeado. Bastaba con exhibir mi riqueza y ponerme a tiro. Hacerme el tonto. Siempre nos toman a los feos por tontos. Y ahora que les estoy apoyando en la huida, él será ya mío para siempre.
PASO A NIVEL, de Glauka
Todos los días desde mi ventana la veo PASAR CAMINO DEL ANDÉN, su grácil paso me deja embobado y no puedo retirarme del alféizar hasta que la veo desaparecer . Supongo que ayer tenía prisa y corría desesperadamente pero cuando ví que cruzaba el paso a nivel con la barrera echada y la sirena atronando casi me arrojo al vacío en su ayuda. Hoy estoy junto a las vías, no puedo permitir que lo vuelva a hacer, mi pulso se acelera cuando la veo aparecer, viene con una amiga y está agitando las manos,¡ un momento!
Mañana me matriculo en un curso de lengua de signos, tengo que hablar con ella.