10. KV62 (Mariángeles Abelli Bonardi)
Al principio, cuando titilaba, creímos que era una estrella, pero luego, a medida que su tenue tibieza nos inundaba, supimos que todo saldría a la luz… Las estatuas temblamos, pestañearon los ojos delineados de los dioses, y una leve sonrisa cruzó el pequeño, faraónico rostro, tocado de azul y oro… La llama de la vela que aún sostenía no se apagó:
«¿Puede ver algo?», preguntó Lord Carnarvon, ansiosamente.
«Sí – contestó Howard Carter -, cosas maravillosas.»
La prueba de que el más allá, es decir, algún tipo de inmortalidad, existe, podría ser este relato. Las estatuas y la propia momia de Tutankamón, dentro de su tumba, uno de los descubrimientos más emblemáticos de la Historia, al fin ven la luz tras tantos siglos en tinieblas bajo las arenas de Egipto, con fe en que en algún momento sucedería. Que esa luz sea la llama de unos arqueólogos ingleses, cuyo nombre ya no se olvidaría, solo es un detalle. Los egipcios creyeron que todo no se podía terminar con la muerte; que ese renacer no fuese, quizá, como ellos se lo imaginaron, con dioses concretos, tampoco cambia mucho las cosas, lo importante son los hechos, no tanto los pormenores.
Un relato tan breve como hermoso, impacta y enamora. Una recreación formidable, con la luz como si fuese un personaje más.
Un abrazo, Mariángeles. Suerte
Querido ÁNGEL: para mí, tus palabras son un tesoro aun más valioso que la mismísima máscara de Tutankamón… Muchas gracias por la consabida profundidad de tu comentario y por haber interpretado a cabalidad lo que quise contar, es decir, el descubrimiento desde la perspectiva de los objetos descubiertos en los que la luz, esa pequeña y titilante llama de la vela que sostiene Howard Carter, termina siendo un personaje más… Si hay algo que me resultó esta propuesta fue desafiante, pues no es la primera vez que uso de personaje a la luz (¿te acordás de aquella foto en blanco y negro de la mujer que cuelga unas sábanas?) así que es muy de agradecer esta propuesta enteciana que me obligó a buscarle otro matiz, otra arista a la luz, y eso me tiene muy contenta…
Otro abrazo y un beso grande para vos,
Mariángeles
Me gusta. Mucha suerte, Mariángeles, saludos.
¡Qué bueno, ANA!¡Me alegra enormemente!
Mucha suerte y saludos para vos,
Mariángeles
Quietud, oscuridad y paz se ven perturbadas por una pequeña, que no insignificante, luz, pues es el inicio de la certeza en sus creencias, «la inmortalidad». Gran relato lleno de sugerentes matices, Mariángeles. Un abrazo y suerte.
Generalmente lo pequeño en principio parece eso, insignificante, pero lejos de serlo, suele ser la punta del iceberg, el principio de grandes cosas, como lo fue esa luz de la vela en manos de Howard Carter…
Me super alegra, SALVADOR, que halles matices, «sugerentes matices» en el micro…
Otro abrazo y suerte para vos,
Mariángeles
Hola, Mariángeles.
La luz tiene un enorme poder, en este caso el de mostrar «cosas maravillosas».
En tu mano lo que tiene poder son las palabras, estupendamente ordenadas para narrar en muy pocas una maravillosa historia.
Un abrazo, amiga.
Innegable es el poder de la luz, BARCELÓ querido, e innegable el poder de tu palabra, que siempre ilumina aquello que deseo contar…
Otro abrazo para vos,
Mariángeles
Una síntesis muy buena y acertada de un momento grandioso en la historia.
Felicidades y feliz tarde.
¡Muchas gracias, MERCEDES! Me alegra que te parezca acertada y grandiosa; una historia como esa no podía estar ausente en estos días de luz enteciana.
Feliz tarde y un beso grande para vos,
Mariángeles
Brillante como el oro que cubre al jovencísimo faraón es tu relato. Me ha encantado, buscarte y luego leerte.
Un abrazo grande y mucha suerte, Mariángeles.
¡Gracias, ROSY! Me encanta que el micro te encante,jaja… a mí me pasa lo mismo con tu «micro perruno».
Valoro especialmente que me hayas buscado para leerme…
Otro abrazo grande y suerte para vos,
Mariángeles