100. Pesadilla
Eres un niño feliz, estás en la cama a punto de dormirte, notas el confortable calor bajo el edredón con el que te arropas, tu gato se ovilla junto a ti ronroneando, vienen tus padres a decirte lo contentos que están porque has dejado de mojar las sábanas, apagan la luz de la habitación, no tienes ningún miedo con el pijama nuevo de superhéroes, rezas en silencio tus oraciones creyendo que va a ser una noche de sueños agradables, y entonces alguien te da una patada en las costillas y te despiertas sobre el suelo del recinto de un cajero automático y sientes frío al haber desaparecido los cartones que utilizas para taparte y ves huir aullando al perro que siempre te acompaña y oyes los insultos de dos hombres desconocidos y te orinas encima cuando iluminan con sus mecheros tu refugio improvisado y no dejas de temblar mientras acercan las llamas a los harapos que vistes y empiezas a maldecir a gritos porque sabes que esta noche no es una pesadilla del niño feliz con el que estabas soñando.
Pesadillas que se vuelven realidad, sueños regresivos que evocan un pasado mucho mejor, que prometía, con mascotas que acompañan y no huyen cuando llegan unos peligrosos desaprensivos. Está tan bien contado que dan ganas de ir a auxiliar a ese pobre hombre.
Un abrazo y suerte, Rafa
Ángel, un placer como siempre contar con tus comentarios.
Un abrazo y muchas gracias.
Me ha gustado mucho ese giro desde la placidez del niño a la dureza del suelo del cajero. Un relato con mucha fuerza. Enhorabuena y suerte Rafa.
Muchas gracias por pasarte por aquí y por tu comentario, Jerónimo.
Un abrazo.
Una historia difícil de digerir. Me ha gustado mucho la transición del sueño plácido a la cruda realidad. Mucha suerte.
Desgraciadamente esta historia ha pasado más de una vez, y cada vez se ha hace más difícil comprender que pasen cosas así.
Gracias por el comentario. Un abrazo.
Hola, Rafa.
Me encanta el tono del relato, construido al modo azoriniano, a base de comas. Y me seduce el intercambio de papeles entre el niño, el acomodado y el del cartón, que es el que está soñando. En un desdoblamiento perfecto enfrentas ambas situaciones, jugando con la pesadilla y la realidad, destilando un cierto aire de crítica social o, cuando menos, una puesta de manifiesto de una triste cuestión fáctica. Sería deseable que fuera al revés, fuera del texto, y que un niño acomodado soñara con encontrarse en el cartón y se hiciera mayor de repente, tocara poder y acabara, como los héroes de su pijama, con semejante horror inhumano. Mi muy enhorabuena. Un abrazote.
Siempre tan lúcido y generoso, Martín. También a mí me gustaría que la historia fuese al revés, pero la realidad nos puede.
Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo.
Un buen relato,tanto por su construcción como por y como lo cuenta. Me deja una pena tremenda.
Feliz invierno.
Muchas gracias por el comentario, María. La realidad es aún peor, pero siempre conviene denunciarlo.
Un abrazo.
9,9. Si en la segunda línea añades un “te” delante de “arropas”, te pongo un 10 redondo, por el contenido y la forma.
¡Muchas gracias, Edita! Se ve que tenía hambre. Ahora lo cambio (menos mal que tengo palabras de sobra, ja ja). No sé si servirá a efectos del concurso, pero de todas formas un 9,9 no está nada mal.
Y me alegro de que te haya gustado, tanto el contenido como la forma.
Un abrazo.
Aunque esté mal decirlo, bienvenidas esas pesadillas que te atormentaron de niño. Entonces no habrías sido tú, y habría que inventarte.
Muchas gracias, y un abrazo.
Hola Rafa. Excelente relato que nos sumerge desde lo onírico en la realidad del personaje, trasportándonos desde un inseguro pasado a un presente amenazante. En pocas palabras nos llevas por la vida del protagonista en su particular montaña rusa de sentimientos.
Solo puedo aplaudirte.
Un saludo.
Muchas gracias, Manoli. He querido jugar con ese contraste y hacerlo lo más duro posible. Ya sé que la vida no es siempre así, pero cuando esccho las noticias a veces lo parece.
Un abrazo.
¡Bravo! Es genial el tema del relato, el paralelismo de todo, la escena, la ropa, las compañías, ¡la mascota!… Mezclas ingredientes que nunca fallan: niños, sueños, las miserias de nuestra sociedad. ¡Perfecto, enhorabuena!
En contra de lo que decía Hitchcock acerca de que nunca había que hacer películas con niños o con perros (entre otros intérpretes), en los micros son muy socorridos, sobre todo lo de los niños. Será por poder manejarlos a nuestro antojo.
Muchas gracias por el comentario, Alberto. Un abrazo.
Sólo un maestro como tú puede escribir un relato de 180 palabras con una sola frase (además incluyendo 10 «y»), y sin que se note forzado. ¡¡Guau!!
Además nos dejas un texto dramático, con una dura historia, y un anti-paralelismo impresionante entre lo que es la dulzura del niño que duerme (con pijama de superhéroe incluído) y la injusta vida del mendigo.
¡Chapeau! Plas, plas, plas (sonoros aplausos)
Un beso Rafa.
Carme.
Hola, Carme. Muchas gracias por tu comentario. Me ha gustado mucho tu valoración de este relato con ese ¡¡Guau!! Queda perfecto con el tema de esta convocatoria. Me gusta también cómo lo has explicado (en realidad «solo» hay ocho íes griegas; lo sé porque en algún borrador había alguna más y me quedaba sin aliento). Y ya me gustaría ser un maestro de verdad.
Un abrazo.
Ayyyyy, que tenemos razón los dos…
Resulta que hay 10 «y» pero un par de ellas se hallan acompañadas, en «creyendo» y «oyes», jeje.
Y me reafirmo en lo de maestro 🙂
La realidad siempre dispuesta a solapar nuestros sueños. Poco más se puede decir, además de que tu relato es una maravilla. Enhorabuena, Rafa. Suerte y saludos.
Y debería ser al revés, pero nuestros sueños son más frágiles o la realidad es invencible. Muchas gracias por tus palabras, Jesús.
Un abrazo.
Crudo contraste entre la placidez del sueño y una ruda realidad que nos trae imágenes tristemente conocidas. Y todo ello con la maestría habitual de mi amigo tocayo.
Suerte y un abrazo.
Muchas gracias, tocayo. Siempre traes una palabra de aliento que aunque tú no lo sepas, no sabes cómo te agradezco.
Un abrazo.
Directo y conciso. No te ha hecho falta más que una frase. Larga, pero sólo una para denunciar el delito de odio al pobre (no me acuerdo cómo se llama, pero da igual). Tan extendido en estos días de odiar todo lo que no sea uno mismo y sus circunstancias. Aunque los que no estamos tan así nos enteremos de algún que otro caso sólo cuando se han “pasado”.
Enhorabuena, Rafa. Y suerte.
Aporofobia es como se llama, y desde hace varios años está tipificado como delito. Lo triste es que se hayan tenido que inventar esa palabra, cuando nunca debería haber existido.
Muchas gracias por comentar, José Luis. Un brazo.
Soñar no cuesta nada, dice el dicho. Pero aquí lo duro es despertar.
Tremendo y aleccionador relato.
Un abrazo y suerte.
Así es, Moli. Y casi siempre es duro despertar, pero a este hombre se le ha venido el mundo encima.
Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.
Terrible pesadilla Rafa, una pena que esta vez no sea sólo un sueño. Y es que los seres humanos podemos llegar a ser terriblemente crueles con nuestros semejantes, bueno, y con los que no se nos asemejan tanto… Somo crueles, punto.
Suerte con este duro relato.
Son terroríficas esas pesadillas reales que nos cuentan de vez en cuando las noticias, pero tienes razón, somos crueles desde que somos humanos, y parece que no vamos a cambiar.
Muchas gracias por tus palabras, Maribel. Un abrazo.
Rafa, me encanta tu «pesadilla».
Me encanta tu narración, tu forma de contar los hechos. Lo q cuentas y cómo lo cuentas. La pesadilla (la dura realidad) y el sueño (el recuerdo feliz de su infancia pasada).
Te felicito, Rafa.
Un abrazoooo
Muchas gracias por tu felicitación, Amparo. Que un relato llegue de esta manera a un lector es una satisfacción enorme.
Otro abrazo para ti.
Simplemente magistral. Un relato redondo como el cien que te ha correspondido en el orden de relatos. Un abrazo, Rafa
Qué amable, Belén. Me gustaría saber hacer un comentario redondo para agradecer el tuyo, pero me voy a tener que conformar con este.
Muchas gracias y un abrazo.
Rafa, demuestras una gran maestría al enlazar, de manera suave y progresiva, sin estridencias, el recuerdo o sueño del niño con la realidad del indigente adulto. Mi más sincera enhorabuena por tan magnífico relato.
Un abrazo.
Muchas gracias por tu comentario, María José. A veces nuestros sueños o recuerdos de la infancia están tan cerca de la realidad que cuando volvemos a ella de manera inesperada nos quedamos sorprendidos, o como le pasa a este mendigo, aterrados.
Un abrazo.
Rafa, que buen ritmo tiene tu historia de la cruda realidad de algunos indigentes. Suerte y saludos.
Gracias por tus palabras, Calamanda. Desgraciadamente hay personas sin techo con las que además se ensañan de diferentes maneras. Ojalá nunca vuelva a suceder.
Un abrazo.
Últimamente no tengo mucho tiempo y dejo menos comentarios de los que quisiera. Pero no puedo pasar sin detenerme para felicitarte y decirte que me gusta mucho este relato donde el sueño se transmuta en pesadilla sin pestañear, es decir, sin un solo punto. Besos y suerte.
Muchas gracias, Ana. Tus comentarios son siempre de agradecer. Recuerdo un relato tuyo hace unos años, también en esta página, que «dejaba sin aliento», más que justificado.
Un abrazo.
Un sueño que nos evoca una infancia feliz y el orgullo de vencer una enuresis nocturna. Pero la cruda realidad golpea cuerpo y mente y vuelve a orinarse, aunque esta vez de miedo. Dos animales testigos de una vida donde sueños y pesadillas conviven. Genial, Rafa. Abrazos y suerte.
Muchas gracias por el comentario, Salvador. La realidad siempre acaba por golpeados de una u otra manera, y aquí parece que dos animales con piernas se van a encargar de ello de la peor manera.
Un abrazo.
Excelente, Rafa. No quiero repetirme, pero es difícil con todo lo que se ha dicho ya en anteriores comentarios. El salto de lo onírico a la realidad, el mazazo en la conciencia, el paralelismo entre el niño que ya no moja las sábanas y el adulto que se orina de pavor ante sus (seguros) agresores.
Estoy haciéndote la ola, Rafa (aunque no me veas)
Un abrazo
Hasta esta orilla me han llegado los ecos de tu ola. Un placer contar siempre con tus comentarios, Anna. Muchas gracias por tu generosidad.
Un abrazo.