101. En blanco
Durante la estación de los suicidas la ropa de cama se lava más a menudo. Se hace sobre todo por solidaridad, y además se utiliza agua bendita, para estar preparados, porque a ellos su decisión siempre los empuja a buscar la salida más fácil. Una ventana. Un balcón. Una azotea. Y son los vecinos quienes cogen las sábanas tendidas y las arrojan a la calle para cubrir sus cuerpos, mientras se espera la llegada de la ambulancia y el fin de sus convulsiones.
Hay días, incluso, en los que el ritmo de los suicidas es ensordecedor, en los que las mortajas improvisadas a comienzos de la estación van oscureciendo el cielo con su tristeza, y caen como una lluvia desordenada, casi a cámara lenta, flotando en el aire igual que medusas gigantes hinchadas. Y si las ambulancias tardan en llegar, desbordadas por otros saltos al vacío, es el último destello blanco que los envuelve con su bendición el que consigue apagar la sombra de su pecado.
Rafa, muy fuerte tu historia pero bien resuelta a partir de las sábanas. Suerte y saludos
Muchas gracias por tu visita y comentario, Calamanda.
Un abrazo.