101. La última hoja
Cuando se abrió la puerta de la vieja mansión, descubrí un sinnúmero de máscaras flotando en el aire; algunas de a pares, como bailando; otras, en grupos, departiendo alegremente. Entonces sentí una opresión en el pecho, pero como una voz me dijo que no podía estar ahí sin al menos un antifaz, no tuve más remedio que vestir el que me ofrecía. Al instante, las máscaras dejaron de simularse deshabitadas en el aire, pasando a cumplir estrictamente con su prístina función. Ya sin miedo, me mezclé entre los invitados; y tras aceptar una copa de champán, iba a pedir permiso para usar el teléfono, cuando la vi. Era muy pálida, de cabellos como la noche y ojos de enigma labrados. Me hice de otra copa, y me olvidé de mi auto descompuesto en medio de la ruta… Bailamos y platicamos hasta el alba. Entonces, al igual que los otros, se dirigió hacia una de las paredes y, antes de que su máscara quedara retenida en la sala, me señaló mi cuerpo tumbado junto a la puerta de entrada. «Aún no sé tu nombre», le dije, y mi antifaz fue como la última hoja de otoño en caer.
Gabriel, en general me gustan tus relatos cortos, largos o menos largos, éste incluido. Me he sentido etéreo y al mismo tiempo muerto, la imagen » ojos de enigma labrados.» me encantó.
Un baile de máscaras que me ha recordado la película «Eyes Wide Shut», en fin que suerte y que nos leemos.
Abrazos
Vaya, máscaras hasta en el último baile. ¡Qué original!
Muy imaginativo y bien contado este encuentro con la muerte en un baile de máscaras. Saludos
Muy poético el final. Imaginativo y muy agradable de leer.
Muy bien recreada la escena de un siniestro amanecer..
Un saludo
JM
Manuel, Mel, Juana, Ana, Andrea y Juan M. gracias por vuestros comentarios.
Saludos cordiales
Poético y con sabor a cuento fantasmal de la época victoriana. Es muy visual.
Mucha suerte.
Besitos