102. CONSUMO RÁPIDO
Es una cafetería de sillas calientes, como tantas otras. Sus taburetes acolchados y blancos apenas suspiran unos segundos de aire antes de que otras nalgas los ocupen. Consumen. Nadie mira a nadie. Excepto él. Pero hoy tiene una mueca agria y los ojos tristes. “Ni siquiera así” piensa. Siguen, siguen sus vidas, cronometradas, sin desviar la mirada a sus lados, concentrados en su taza de café humeante, en su bollo, en su refresco azucarado. Nadie mira a nadie. Excepto él, con su mejor traje y su maquillaje más laborioso, buscando un gesto de complicidad, una sonrisa, un instante de encuentro en el vacío. Pero no. Nadie mira a nadie. Se consume tras sus párpados blancos el amago de una lágrima huidiza.
Nadie mira a nadie. Nadie mira a nadie. Nadie mira a nadie. A fuerza de repetirlo, se refuerza la idea de la rutina, del anonimato forzoso, de la desesperación…
Como si no hubiera nadie… cada quien en su burbuja, ya lo decía Benedetti: no hay peor soledad que la soledad en compañía. Muy bien desarrollado el tema.
Saludos.
Ignacio, el mensaje es muy claro, y bien llevada la historia. Suerte y saludos
Fabuloso. Muy visual y cercano. Gracias por compartirlo y suerte, Ignacio.