103. LA EDAD DE LA INOCENCIA
A solas frente al espejo ensaya las muecas y sonrisas que interpretará en próxima actuación. Después pinta su cara de blanco y se pone la nariz roja de payaso y la pajarita a juego.
El toque final de su disfraz, una peluca azul, no le haría falta, pero aun así se la pone por los viejos tiempos.
En el pasillo la esperan sus compañeros de trabajo. Caras de tristeza y preocupación bajo el maquillaje. Todos juntos recorren el pasillo que separa las habitaciones.
Al entrar, los payasos dejan tras la puerta todas sus preocupaciones y momentos después de hacer su aparición, un niño se siente feliz y olvida que se encuentra postrado desde hace meses en una cama de hospital.
Más tarde, mientras recibe la quimioterapia a través de un gotero, el niño descubre que la mujer con la cabeza rapada al igual que él de la camilla contigua a la suya, tiene restos de pintura blanca detrás de la oreja. Ahora sabe la verdad, los payasos no existen, y por lógica Papá Noel tampoco.
Así que no sirve de nada pedirle volver a estar en casa de nuevo por Navidad.