107. Del rosa al amarillo, sin transición. ¿Y qué?
Se le acabaron los dedos cuando comenzó a contar los lustros que habían transcurrido sin verla. «Sesenta y cinco años», dijo cuando el pulso se le normalizó. La adolescente que con sus trenzas doradas le robó el corazón entonces estaba allí esperando impávida —como todos los residentes— la hora de la cena. Al ver sus labios, todavía sonrosados a pesar de la edad, recordó que antaño apenas le pudo robar un fugaz y casto beso. Luego vino eso de You are the only one. Lo cantó y pensó quizá demasiado tiempo.
El rosa se aletargó en manos de ese tren que les alejó Five hundred miles, disuelto de entre aletargadas cartas cargadas de grandilocuentes intenciones. «Vivir, mejor que perder la cabeza», se impuso la practicidad. Just to past the time, como decía ese blues. Vivir a pesar de.
«¡A cenar!», gritó alguien cariñosamente en la sala. Cruzaron sus ojos, ajenos a la cola que los agolpaba a las puertas del comedor. Se cogieron tiernamente de la mano. Del rosa pasarían al amarillo, su pasión se reduciría a largos paseos, agolpadas cenas, manos entrelazadas… Pero She loves you with a love like that you know you should be glad. Yeah, yeah!