107. Metralla en el corazón
Tiene manos de pianista. Su tez blanca y su delgadez extrema contrastan con el solemne color negro de su vestido y su pañuelo, que cubre una cabellera aún joven. Pasa los días en silencio, sentada en una vieja silla de mimbre, justo donde estaba la entrada de su casa. Mi madre se empeña en que le lleve a diario una ración de lo que nosotros hayamos comido, y un mendrugo de pan. Me siento a su lado, en el suelo. La silla es tan bajita que casi estamos a la misma altura. Sus ojos parecen haber envejecido de golpe. Aunque los abre al máximo, y con un cierto brillo de esperanza, cuando dirige su mirada hacia el cielo; anhelando ver caer las bombas junto con la tarde. Y la encuentren en casa, en lugar de en la cola del pan. Mientras espera desmenuza el mendrugo entre sus dedos, y yo estoy tentado de hablarle, pero no lo hago. Saber que la guerra ha terminado no va a sanar sus heridas.
Esa locura que se inventan los hombres para matarse en masa deja miseria y víctimas, no solo las que desaparecen. Muchos supervivientes ya no vuelven a ser los mismos. Algunos no son capaces de superar ese trauma, el bucle en el que están encerrados.
Tu protagonista ha perdido las ganas de vivir, no tiene motivos, le faltan todos los alicientes. No conocemos las causas exactas que le han conducido a su estado, aunque esa «metralla en el corazón» (un título lleno de fuerza) puede sugerir heridas que no sanarán nunca, pérdidas irreparables de seres queridos (viste de negro), el deseo que la guerra concluya lo que empezó al dejarla tan sola, que se la lleve a ella también, ya que no tiene ánimo para vivir ni para quitarse una vida sin sentido.
Un relato de una tristeza sin paliativos, a la que solo se puede asistir como espectador y con respeto, como el muchacho (o muchacha) que le lleva comida a diario. Una historia que es la denuncia del espanto, y que sobrecoge.
Un abrazo y suerte, Bea
Hola Ángel,
Tus interpretaciones a nuestros relatos siempre le otorgan de una belleza y redondez extra, incluso cuando hablamos de tristeza o de guerra. Siempre es un placer leerte y que compartas tu visión tan medida y estudiada. Eres un auténtico ángel 🙂
Mucha suerte y un abrazo enorme, Ángel.