106. Misión a Venus (Anna Lopez/Relatos de Arena) – fuera de concurso
Reunieron, entre todos, catorce petardos, medio litro de gasolina —robada de la vespa del padre de Carlitos—, un metro de mecha y unas cerillas. Construyeron el cohete con latas de conserva, que soldaron entre sí en clase de pretecnología, y un motor de aeromodelismo adquirido en los encantes un sábado por la mañana.
El día del lanzamiento, mientras cuatro voluntarios escenificaban una tangana que mantendría alejados del patio a los profesores, se inició la cuenta atrás. Algunos la siguieron con la boca abierta, otros cruzaron los dedos, pero cuando la pólvora prendió, gritaron todos al unísono “ ignición” y siguieron con la vista el ascenso majestuoso de la nave. Al revuelo inicial, siguió un silencio ferviente mientras el obús iba ganando altura. Observaron la trayectoria, ladeando la cabeza en un intento por corregir la leve desviación, contuvieron el aliento y algunos hasta rezaron para que la aeronave no fallase.
Cuando el cohete alcanzó su altura máxima y comenzó el inevitable descenso, hubo un alborozo general al comprobar que había superado con creces la altura requerida y que el aterrizaje se produciría, sin duda, al otro lado del muro que les separaba del patio de las niñas. Un universo aún desconocido.
Relato fuera de concurso.
Dedicado a mis compañeras /os de colegio «els millors del 66»
¡Qué bueno Anna! El título,la narración y la historia. Tanto que casi lo mejor es que va fuera de concurso y alguien -que no lo sabe- conseguirá la plaza que dejas libre.
Enhorabuena, besos.
Gracias Rafa. Eres un exagerado y te quiero.
Besos
Hola, Anna.
Este micro ha sido una vuelta a mi infancia, a la parte más «ignicionera» de mi infancia. Cómo me gustaba todo lo relacionado con fuego, cohetes… ¡Qué tiempos aquéllos! Hasta intenté hacerme mi propia bombilla.
Me parece un micro estupendo, nostálgico, de una vuelta de vista hacia esos años de niñez que, a veces, tanto añoramos (yo los añoro, al menos). Felicidades, Anna.
Me uno a ese grupo de tu colegio y me lo tomo como dedicatoria personal.
Besos y suerte.
Pues para ti también esa dedicatoria, Towi. Para ti y para todos los que se vean reflejados.
Besazo,
Qué micro tan visual, nos has trasladado a los días infantiles, de escuela y calle, mucha calle con sus juegos. Hoy sería impensable algo así y menos en el cole, por su puesto. Lo gracioso es que a pesar de esas ocurrencias que teníamos casi nunca resultábamos heridos o al menos nuestras sufridas madres lo arreglaban en seguida y además nos daban algún cachete de propina.
En fin una delicia.
Besos
Tienes toda la razón, Asunción. Ahora sería impensable algo así. Las madres, padres, maestros… nos hemos encargado de forrar todas las esquinas del mundo con espuma y librarles de cualquier riesgo. A veces, pienso si con tanta protección no les estaremos cortando las alas demasiado pronto.
Muchas gracias por tu comentario. Besos
Qué bonito Anna! Me ha gustado especialmente el final.
Un beso_
Gracias, Yolanda. Los viajes más apasionantes no te llevan muy lejos. Celebro que te haya gustado.
Besos
Muy bien contado. Me he visto rebuscando en los encantes, manipulando el cohete, elevando la vista más allá del muro… Y me ha gustado!!
Un abrazooo, Anna.
Perfecto, esa era la idea. Qué alegría me das, Amaparo.
Me alegro de haberlo compartido con vosotros.
Abracísimos
Me parece que muchos de los que andamos por aquí hemos vivido una infancia en la que experimentos como éste y otros no menos imaginativos eran posibles. Tu mérito es saber contarlo y hacernos cómplices. Efectivamente, cuando el cohete aterriza en el campo de Venus de las niñas todo comienza a cambiar, sin que ello sea bueno ni malo, sino una consecuencia natural.
Un abrazo, Anna
La infancia es una casa común, Ángel. Nos gusta ir de visita, de cuando en cuando, y rememorar nuestras hazañas, los juegos, las travesuras… el aterrizaje en otro planeta 😉
Muchas gracias por leerme.
Abrazos,
Con frecuencia los mejores argumentos no son los imaginados, sino que emanan de nuestra propia vida. Pero hay que estructurarlos y vestirlos de palabras tan bien como has hecho tú aquí para que resulten atractivos. Creo que tus millors estarán orgullosos de este relato, tanto como puedes estarlo tú. Un beso, Anna, y también suerte, que nunca está de más.
Muchísimas gracias, Ana. Tienes razón, un algo de realidad y una pizca de fantasía. Mis compis están encantados, por lo que he podido leer, pero lo mejor es que vosotros también os habéis sentido identificados, y eso, ha sido una agradable sorpresa.
Besos
Gran relato, a concurso o no. Por ello, enhorabuena Anna. Ellos, sin duda, se sentirán encantados de leerlo.
Saludos,
Ton.
Gracias, Ton. Yo estoy encantada de haberlo compartido.
Un abrazo
Qué ternura me hace sentir el último párrafo, esa ilusión de saber que el aterrizaje se produciría en el lugar deseado. Precioso. Saludos.
Objetivo conseguido, Ana. Celebro que te haya emocionado.
Abrazos
Volver a ser niño otra vez, ¡Cuanto daría! ¡Que bien lo cuentas! Sobre todo ese universo inexplorado que perseguiremos en nuestra vida…
¡Precioso!
Un gran abrazo.
Creo que he despertado sentimientos nostálgicos. Celebro que te haya gustado.
Abrazos
Relatazo, vaya uno de los que más me gustan de los tuyos y no entra en concurso. Me ha encantado.
Gracias, Lorenzo. La verdad que lo escribí con mucho cariño y creo que se nota.
Un abrazo
La verdad, Anna, es que está «chuli», como diriamos si tuvieramos unos añetes menos y siguieramos allí a donde nos has enviado.
Felicidades y abrazos
Tu comentario «mola», Javier 😉
Muchas gracias. Un abrazo
Anna, aquellos años potenciaban la imaginación en temas y relaciones de este tipo. Abrazos
Pues sí, tienes razón, Calamanda. Había que echar mano de la imaginación para casi todo. A ver si va a ser por eso que ahora escribimos historias tan imaginativas!
Un abrazo.
Una fantástica misión al pasado, a la infancia, a esos juegos que llevaban la imaginación y la habilidad de experimentar con petardos y cohetes, con conquistar las tierras aún desconocidas de las chicas.
Un aterrizaje perfecto y redondo como tu relato.
Un beso Anna.
Muchísimas gracias Belén. Me alegra tanto que te haya gustado.
Abrazos,
Estaba prohibido «pisar» el patio de los chicos… ¡qué recuerdos!
Me ha gustado mucho, Anna, un micro ameno y divertido.
Un abrazo.
Y los chicos siempre se las ingeniaban para que el balón fuera a parar a nuestro patio y tener una excusa para cruzar la «frontera».
Muchas gracias, Rosy. Un abrazo
¡Qué bueno! Cuánto me alegro de que me hicieras caso y terminaras así todos tus relatos, con ese «relato fuera de concurso» que me chifla y me da una oportunidad. Me has llevado a patio de mi cole, donde hacíamos cosas parecidas. El título es muy acertado. El relato es para enmarcar.
No te hagas ilusiones Javier que solo es un «retiro temporal»;-) Aunque luego, cuando esté en competición, seguro que no me saldrá igual de bien.
Me alegra mucho que te haya gustado; sé que eres un lector exigente. Muchas gracias.
Saludos,
Entrañable relato que nos transporta a la infancia y a ese descubrimiento del género opuesto, haciendo que viajemos hacia nuevas emociones. Abrazos, Anna.
Gracias, Salvador. Si he conseguido que viajes conmigo me doy por satisfecha.
Un abrazo,
Vaya regalo tan bonito que les hecho a tus compañeros/as de colegio, y también a nosotros, de paso. Enhorabuena.
Un abrazo.
Muchas gracias, Rafa. Lo he hecho con todo el cariño y creo que se nota. Daos todos por regalados, compañeros.
Abrazos,
Muchas gracias por el regalo. Es un gran relato. Muy bueno. Un abrazo 🙂
Gracias, Juan Antonio. Empiezo a creer que tendría que haberlo reservado para otro momento, para una convocatoria en la que no estuviera «exenta». Jajaja
Un abrazo
Bonito relato y muy bien contado.
Abrazos primaverales
Me alegra que te guste, María. Gracias.
Un abrazo