109. MORDIDA
Sentado a la máquina me parecía un dios creador de mundos. Sus dedos, ágiles sobre las teclas, desataban un estruendo de percusiones metálicas. A su ritmo, la linotipia escupía mayúsculas, minúsculas y signos de puntuación que, como soldados, formaban en hileras perfectas hasta completar una página. “¡Es magia, abuelo!”, gritaba yo desde el asombro de mis ocho años. Y entonces él me instruía en su magia con palabras misteriosas: magazín, lingotes, matrices… Pero la que más me fascinaba era “caldera”, aquella marmita en ebullición cuya hambre se saciaba con plomo.
La advertencia de no acercarme a ella llegó tarde ese día: un chisporroteo de metal fundido me salpicó la mano. El agua del cubo siempre lleno para estos casos vino al rescate y, sobre el escándalo de la linotipia y mis llantos, mi abuelo sentenció: “Ahora ya sabes que la magia muerde”.
Desde entonces, una constelación de cicatrices minúsculas me tatúa en la mano la memoria de mi abuelo, y quiero pensar que también su herencia: alguna vez me ronda un rumor de dientes y, sentada al silencio de otra máquina, me atrevo a hacerla escupir letras con mayor o menor fortuna.
A mi abuelo Paco
!Qué chulo! Me encantan los dedicados porque salen de otro sitio distinto a los puramente imaginados.
Besetes y feliz año.
Hola, Ana.
Qué bueno que volviste. Faltabas, aunque no pasamos lista. Los abuelos… Quién no guarda como un tesoro vivencias con ellos. A veces, como en tu texto, de uno y otro cariz. La magia muerde, al igual que el vértigo ante el teclado, a vueltas con las palabras. El relato, en primera persona se vuelve todavía más potente. Tiene tu huella característica en letra y música. En efecto, este tipo de textos brota directamente del corazón. Y tienen, por ello, un regusto especial, entrañable. Qué bien enlazas el pasado con el presente. En fin, como tuyo que es, una maravilla.
Feliz todo para ti siempre. Y un beso grande.
Genial como siempre, Ana. Feliz año, bonita!!!!!
Te ha quedado un micro precioso, querida Ana… (otra que se hace desear)
¡Un besote!
Coincido con Javier. Sin duda tu abuelo te leería con la misma avidez que te leemos nosotros. Precioso mordisco el que juntas, con enorme fortuna. Enhorabuena
Precioso, precioso…
Qué recuerdo tan bello del abuelo y de su magia.
¡FELIZ AÑO 2018!
Precioso homenaje y muy bien escrito, aunque eso ya no sorprende.
¡¡ Feliz 18 !!
Bonita historia, como suelen ser las sacadas del recuerdo. Siempre es precioso revivir emociones de la infancia.
Un abrazo y feliz año Ana.
Qué mejor magia que la de una buena herencia, más si se trata de un tesoro inagotable en sí mismo, como es el mundo de las letras. Cuando el resultado es bueno producen placer y no solo a su autor, pero a veces duele que salgan las palabras adecuadas en el momento oportuno, es una actividad inquieta, que no conoce el reposo, en la que nunca se deja de aprender y que, a veces, hasta deja heridas.
Un relato genial, Ana.
Un abrazo, suerte y feliz 2018
Es muy bonito tu relato. Hay muchas cosas que nos dejan mordidas o huellas para siempre. Suerte y feliz Año Nuevo.
Besicos muchos.
Cuando la técnica y el corazón se unen, salen maravillas como esta.
Con bastante retraso, muchas gracias a todos los que habéis tenido la amabilidad de dedicar tiempo y unas palabras al relato. Ha sido mi primera -y única- participación en 2017 y me alegro mucho de que haya sido con un texto en el que recuerdo la figura de alguien que fue querido por muchas personas, no solo su familia. Su vida estuvo siempre relacionada con la imprenta y, en menor medida, con el cine. Me gusta pensar que de algún modo mis dos grandes aficiones me las legó él.
Un abrazo grande a todos y vamos por el 2018, que parece que va a tener mucho de sprint con eso de los 100 relatos.