116. La Bella Durmiente
Cuando el hada madrina llegó al castillo y entró volando por la ventana en la habitación de la princesa, supo al momento lo que necesitaba aquella joven que dormía plácidamente.
Agitó su varita y ante ella apareció.
El enorme dragón se acercó a la cama donde yacía la princesa y con su cálido aliento acarició su mejilla.
La princesa , soñolienta, abrió los ojos perdiéndose en el verde intenso de esa mirada que la acechaba. Se incorporó, sonrió agradecida al hada madrina y alzó los brazos.
El dragón la asió con mimo entre sus garras, y en la ventana desplegó sus alas desapareciendo en el horizonte.
Hola, Susana.
No he leído un texto más abierto en su final, te lo aseguro. Se enamorará también el dragón mimoso. Y cuando tenga hambre, ¿qué pasará, teniendo a la princesa tan a la garra? ¿Se la zampará de un tragón (como los ogros)? ¿La princesa era masoquista? Un texto agilísimo y muy bien escrito. El hada madrina, ¿qué se había tomado? Parece que se las sabía todas el hada. Enhorabuena.
Feliz todo para ti. Y un beso.
El mimo con el que tu dragón envuelve en sus brazos a la princesa, parece un mimo maternal/paternal.
El hada por supuesto conoce perfectamente la historia, y el amor verdadero que necesita la princesa es el del dragón.
Me encantan los cuentos de hadas.
FELIZ AÑO 2018
Si es que no hay quien venza la atracción de lo verde. Si lo sabré yo, que vivo en Galicia… 🙂