116. Quizás (Gabriel Bevilaqua)
Morir en combate era realmente divertido. Y no había nadie en el barrio que lo hiciera mejor que Matías y yo. A tal punto que muchos de nuestros camaradas nos pedían consejo, y empezamos, por así decirlo, a tener discípulos. La frivolidad del éxito no vaciló en abrir entre nosotros una competencia feroz e inesperada. Ganamos en teatralidad, en agonía, en meditados discursos antes del aliento final. Pero perdimos, casi sin darnos cuenta, nuestra preciada amistad. De un día para el otro dejamos de compartir pupitre. Y de saludarnos ―sólo lo hacíamos, y con una cortesía desbordada de odio, en el campo de batalla―. Durante meses vivimos esclavizados a esos meros instantes de gloria que nos proporcionaba la ficción de la muerte. Hasta aquella remota tarde en que Matías arrancó un cerrado aplauso de todos y cada uno de los combatientes, y ya no se levantó más. Aquella tarde también fue mi última batalla; quizás porque disparé la bala que detuvo su corazón… o quizás porque supe que jamás podría reunir su coraje.
Gabriel, cuantos sentimientos encontrados nos muestra tu cuento, bien contado, y cuantas interpretaciones. suerte y saludos
Muy duro, sí, pero con varias interpretaciones.
Aprecio mucha ironía para expresar una terrible realidad.
Muy bien narrado.
Sí, desde el título, todo es duda, y el final así lo deja. Fabuloso, sin vacilación.
Un saludo
JM
La recreación de la muerte en el juego infantil es algo que resulta inquietante a los adultos (cargados de prejuicios y supersticiones). Es posible que sea por esto que tu cuento nos genera dudas, que tu alimentas de forma muy inteligente con ese título.
Saludos,
Como siempre para mi es una gozada leer tus relatos tan bien logrados.
Felicidades
Calamanda, Mª Carmen, Ana U, María Jesús, Juan M, Anna Lopez (tal cual, Anna) y María Rojas, gracias a todos por vuestra lectura y comentarios.
Saludos cordiales
Curioso relato, su lectura me ha atrapado hasta el final, que me deja -cómo el título sugiere- desubicada.
Nos has descrito muy bien esa mirada de niños. Y lo has teñido de una fatalidad que te hace un nudo en el estómago. Mucha suerte 🙂