117. ANGEL DE LA GUARDA
Negrete, el perro de Don Daniel, era el habitante más odiado del asilo. Allá donde se dirigiera el can, provocaba a su paso miradas de aversión y a él iban dirigidas las peores maldiciones. Tanto era así, que a todos los ancianos sin excepción se les había pasado alguna vez por la cabeza la idea de envenenarlo.
La razón era el extraño don que poseía: Predecir la muerte.
Si Negrete se sentaba en el umbral de la puerta de una habitación, quien la habitaba amanecía muerto.
El día que Don Daniel Murió, Negrete siguió al coche fúnebre hasta el cementerio y una vez sepultado su amo, se tumbó sobre su Tumba. Nada pudieron hacer por echarlo de allí.
Transcurrieron dos semanas sin ningún fallecimiento y en el asilo habían comenzado a olvidarse de él hasta que una noche, mientras todos dormían, apareció en la puerta principal ladrando como un poseso.
Uno a uno, todos los ancianos fueron saliendo al patio hasta tenerlo rodeado. Entonces, uno de ellos tiró la primera piedra y los demás le siguieron.
Hola, José Ángel.
Muerto el perro se acabó la rabia, debieron pensar los ancianos al regreso del Ángel de la Guarda, el nuncio de la de la guadaña y la túnica negra. Y pusieron manos a la obra, la de lapidar al can. O a lo mejor les gustaba ese saber la muerte por adelantado, que el cánido del servía en bandeja para irse preparando y demás, y como el don del perro pareció adormecerse… No sé cómo he osado comentar después del fino comentario de mi amigo y predecesor, pues porque soy muy atrevido. Muy interesante la pequeña enmienda formal que te propone. Un abrazote.
Este relato nos habla de muchas cosas interesantes: de como con la edad y el abandono nos volvemos desconfiados; de esa leyenda de que los perros predicen la muerte; del cariño, inamovible, de las mascotas por sus dueños; de la forma de actuar de la masa, cobarde, hasta que alguién se decide a lanzar esa primera piedra… A mi me gusta, José Ángel. Un saludo y suerte.
José Ángel, cuentas bien y con detalle las sensaciones que mortifican a algunos ancianos ante la muerte; y su desconfianza. Suerte y saludos