117. El recordatorio
Gracias a la picardía del conductor, con el largo desvío pudo ver las calles llenas de edificios nuevos, negocios en otros idiomas y aquella iglesia que se mantenía como un faro para reconocer el barrio. Caminaba por la acera, añorando el olor a serrín de las carpinterías, la grasa, el humo flotante de las gallinejas, zarajos y casquería, desterrados ahora por pizzas, kétchup, curry y otras especias que embriagaban las aceras entre una manzana y la siguiente.
Preguntó por Pedro, el dueño de la cafetería. La camarera indicó que se encontraba en el salón del fondo. El anciano se asomó por la cortina y lo vio, acompañado de su mujer, los hijos y algunos amigos. Después se acercó a la barra y encargó una botella del mejor champán para que se lo entregara con un sobre. La camarera descorchó el espumoso y se lo sirvió a los invitados al cumpleaños, mientras Pedro observó la tarjeta que contenía con la fecha de su nacimiento y esa nota con una escueta frase:
– ¡Felicidades, hijo!
La camarera le devolvió al viejo los papeles hechos pedazos. El hombre, resignado, consultó la hora, salió fuera y llamó un taxi para regresar al aeropuerto.
Hola, Pablo.
Creo que casi la única variedad que faltaba acerca de la emigración se da en un texto y, con ella, acaso el cierre de oro a esta tanda bimestral. Se trata de la emigración de un tiempo a otro ya ido, transfigurado en su correlación espacial. Es un apocalipsis personal muy bien reflejado. Y el taxi como vehículo entre esos dos tiempos. El viejo tiempo pasado ya nunca volverá físicamente, pero anida indeleble en la memoria, como un pájaro paralítico incapaz, adrede, de emprender el vuelo. El aliño familiar-sentimental redondea el texto para remarcar lo que escribía antes. Cuando vuelves, corrido el reloj, ya no encuentras lo que sigue permaneciendo en tu memoria como un tornillo bien enroscado. Magnífico texto. Felicidad, y un abrazote.
Un hijo desagradecido,implacable, que reniega de su progenitor, que ha venido desde muy lejos para verle, a quien le molesta el recordatorio de un vínculo del que nada quiere saber. No conocemos los motivos de esa actitud, pero por poderosos que sean, parecen inhumanos.
Un abrazo, Pablo. Suerte y feliz 2017