118. COMÍ UNA MORA, de Moral
Escuché susurros y silencio, agua, trinos y berreos. Olí frescor y compañía. Toqué hojas y caricias: sentí ternura y libertad. Comí una mora. Vi hormigas moviendo un tesoro, y abetos vivos, sin regalos ni luces de colores; vi nubes cambiando de forma, coronando risas y paseos, acunando valles y despertando sombras. Disfruté de olores y colores, de verdes, azules,… rosas, violetas y amapolas. Contemplé tus ojos y descubrí un bosque. Miré el bosque y entendí la vida.
En este condensas muchas sensaciones en un texto breve, y consigues que veamos el microcosmos del bosque.
Si me permites, quizás un pero, adornar los abetos.
Nuevamente felicidades.
Pues aún me alegro más al ver que te han gustado los dos relatos. Imagino que habrás comentado otros más, pues los «ribales» son buenísimos. Yo ya he colgado los tres.
A propósito de los abetos «sin adornos» era para diferenciarlos de los que navidad: adornados, pero muertos.
Gracias, Antonia.
Un saludo.
¡Ah!, por si lees esto: te falta el último relato. Espero que también te guste.