Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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119. Atardece en Gizeh

Nadie sabe en qué momento dejaron de necesitarnos. Se volvieron locos y nosotros les dejamos: siguieron acabando unos con otros, simplemente. Desde entonces el mundo se ha transformado en un sitio extraño. Los que quedamos nos reunimos cada sábado en un bar clavado en medio de una carretera perdida entre todos los sitios y ningún lado. Bebemos, en silencio; y escuchamos a la gramola barajar una y otra vez en el ambiente enrarecido por el aburrimiento y el asco las mismas canciones de siempre. Algunos se quedan hasta horas intempestivas jugando a dardos, otros leen con una cerveza en la mano. Yo me teletransporto y quemo los ratos muertos estirado en la tumbona que siempre tengo en la cabeza de la esfinge. Me tranquiliza contemplar cómo el horizonte de arena infinita se traga el sol durante el ocaso. A veces se recortan contra el valle algunas siluetas que caminan en mi dirección. Son los últimos supervivientes intentando dejar atrás la sociedad que ellos mismos arrasaron. Me ven, ven mi capa serpentear al viento y creen que por fin nos han encontrado, que los salvaremos; que será como antes. Es cuando cojo el rifle, me vuelco sobre la mirilla, y disparo.

16 Responses

  1. Martín Zurita

    Hola, José Antonio.
    Texto metafórico el que nos presentas y que juega con la mezcla de los tiempos, así haces coincidir pasado y presente. Un texto más bien apocalíptico y desolador. Las tribus. Las plagas. Egipto y su súper mundo, su insuperable civilización derruida. Ese antes que se fue para nunca volver. La esperanza tiroteada. El mundo condenado a repetirse para la destrucción. Y para escapar del tedio pum, bang con el rifle y ese disparo final , tan elocuente. Magnífica, a mi entender, la imagen del que se teletransporta (el fusilero)con la tumbona en la esfinge de Gizeh. Un relato espléndido de cabo a rabo.
    Un abrazote.

  2. Calamanda

    Juan Antonio, muy ien ambientada tu original historia metaforica de tintes fantásticos y desesperanzadores. Suerte y saludos

  3. Ángel Saiz Mora

    Una especie cainita, dañina contra todo y contra todos, empezando por ellos mismos. Unos superhéroes que, hastiados, lejos de ayudar a esas criaturas que no parecen tener solución, contribuyen a remachar su final. Ese Supermán disparando a los últimos supervivientes donde nació la primera civilización, la primera esperanza, es todo un símbolo.
    Un relato sobre las consecuencias de la mala cabeza de unos seres llamados a lo más grande y hundidos en su propia arena movediza de la que no saben salir.
    Un abrazo y suerte, Juan Antonio

  4. Un relato magnífico, cuyo «Super-francotirador» me recordó a la película «Enemigo al acecho», que nos pinta un futuro que, si seguimos así, lamentablemente sea el más seguro para nosotros, los «seres humanos» (sí, a las comillas las puse a propósito).

    Redondo descarnado el micro, JUAN ANTONIO; te felicito.

    Cariños, Mariángeles

    1. No he visto la película Mariángeles… pero en el tiempo de asueto que me viene por delante me has dado una buena razón para visionarla. Como siempre muchas gracias por pasarte y comentar. Un abrazo 🙂

  5. Cuánto tiempo sin leerte, y que maravilla el relato que nos dejas. Yo también me he teletransportado (al deleite de leer grandes historias).
    Lucirá de maravilla en el libro.
    Felicidades.

    1. Hola Yolanda. Lo del libro es muy complicado. Aunque lo fácil sigue siendo pasar por aquí y disfrutar de vosotros y de vuestros relatos. Eso es atemporal y no lo cambio por nada. Os leo (en silencio), pero os sigo disfrutando. Un abrazo 🙂

  6. Salvador Esteve

    No hay poder que pueda luchar contra el afán de autodestrucción del ser humano (hasta los héroes tiran la toalla). Los referentes se van diluyendo en un mar de desigualdad, y los que buscan la tierra prometida se encuentran con francotiradores del inmovilismo. Una metáfora que integra pasado, presente y futuro y en la que subyace una cruda crítica social. Como siempre, Juan Antonio, un disfrute de relato. Abrazos y suerte.

    1. Salvador. Me alegra enormemente tu lectura y que te haya gustado el relato. Es un placer leerte y tu comentario lo guardo junto con todas las muestras de cariño que siempre tenéis para mí. Un abrazo enorme; tan grande como esta casa llena de tantos y tan buenos escritores como tú. Un abrazo 🙂

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